sábado, 17 de diciembre de 2016

POR FIN LO HAN CONSEGUIDO

LA TRIBUNA
FEDERICO SORIGUER / MÉDICO Y MIEMBRO DE NÚMERO DE LA ACADEMIA MALAGUEÑA DE CIENCIAS
17 diciembre 201610:28
http://www.diariosur.es/opinion/201612/17/conseguido-20161217003002-v.html

En todos los periódicos del país han aparecido los resultados de la tercera edición del 'Monitor de Reputación Sanitaria', una empresa que se dedica a elaborar índices y ranking de reputación de empresas y servicios. Como informaba SUR del día 15 de diciembre, los dos hospitales de Málaga capital caen en picado en el ranking de reputación. Carlos Haya ha pasado de la posición 17 a la 49 y el Clínico de la 20 a la 33. Una colega amiga me llama muy temprano ese día y con desolación me dice: ¡Por fin lo han conseguido! La Consejería de Salud, tal como hizo Educación con el PISA, se ha apresurado a decir que duda de los resultados pues nadie les ha pedido ningún dato.
Y es en esta misma respuesta donde comienza parte del problema. ¿De verdad que tienen información que los ciudadanos, los profesionales, las agencias e institutos de evaluación independientes no conocen? ¿No debería ser toda la información pública? Por qué hay que pedirles a ellos, como si fueran sus propietarios, una información que nos pertenece a todos?
Pues, al parecer, la tienen y celosamente guardada, lo que es antidemocrático y es precisamente este celo sensor y antidemocrático de la gestión de la información parte de la explicación del actual deterioro de la sanidad pública andaluza. El Hospital Carlos Haya se inauguro en 1956. Hasta finales de los años sesenta fue una Residencia del Seguro regida con mano de hierro por un coronel militar en la que comenzaron a trabajar jóvenes médicos y enfermeras que la sacaron para adelante y a los que no se les ha hecho aún suficiente justicia. En los años setenta sufre una gran transformación, como el resto de los grandes hospitales del país, pasando en la jerga del franquismo de Residencia a Ciudad Sanitaria, asumiendo desde el punto de vista asistencial una creciente complejidad y desde el punto de vista docente la formación de los médicos especialistas (MIR), que en muy poco tiempo cambiarían la historia de la sanidad española. A pesar de la grave crisis económica que se produjo en los finales de los años setenta en los últimos veinte años del siglo XX el Hospital Carlos Haya experimentó un crecimiento extraordinario, no solo por sus sucesivas y desordenadas ampliaciones, sino también cualitativo, pues fueron los años en los que aquellas promociones de jóvenes médicos venidos de toda España desarrollaron toda su creatividad. Se crearon nuevos servicios, muchos de los cuales alcanzaron gran prestigio en toda España y comenzó a organizarse una incipiente investigación con la aparición de grupos que llegaron a ser líderes nacionales en algunas áreas de la biomedicina. Nada de esto fue fácil, incluso laboralmente fue una etapa muy conflictiva, y sus luces y sus sombras pueden ser consultadas en el libro que publicamos con el periodista Paco García (Historia del Hospital Carlos Haya y sus Pabellones). Pero la dirección de la flecha fue la adecuada. Éramos muchos los que, a pesar de todas las dificultades, estábamos orgullososde trabajar en aquel hospital público. Sin embargo las cosas poco a poco fueron cambiando. Todos estábamos de acuerdo que la creciente complejidad y los nuevos tiempos exigían un cambio de modelo de gestión, pero ya a finales del siglo pasado comenzamos a ver que el nuevo modelo, que en otros lugares hemos llamado gerencialita, se estaba pasando, como se dice hoy, tres pueblos. La sustitución de los viejos servicios médicos y quirúrgicos por las nuevas UGC (Unidades de Gestión Clínica), bien recibidas al principio se hizo con un despotismo que ha tenido poco de ilustrado.
Lejos de fomentar la autonomía profesional y la participación ha generado un nuevo modelo profesional de pasividad y sumisión y, lo que es más grave, una creciente desculturización de los nuevos profesionales que, ahora, huérfanos del viejo sentido de pertenencia a la institución, asisten, a la degradación creciente de la calidad asistencial, asumiendo acríticamente el cumplimento de los objetivos gerenciales, cualesquiera que sean. El problema se ha acentuado con la fusión de los dos hospitales, ahora cuestionada en todas las provincias por los profesionales sanitarios, excepto, al parecer, en Málaga, lo que no deja de ser sorprendente. Una ciudad con un serio problema hospitalario, que no hará más que agudizarse con el silencio cómplice de demasiados líderes profesionales de la nueva hornada. Lo dejó dicho con humor y lapidariamente el añorado Félix Bayón, aquel gran periodista: «Lo peligroso de buscar colaboradores dóciles es que los termines encontrando».
Porque más allá de la bondad del ranking, para Málaga no deja de ser un sarcasmo que los dos grandes hospitales de Sevilla, el Virgen del Rocío y el Macarena aparezcan en los puestos 8 y 14. ¿No les parece extraordinario?
En Málaga se han perdido muchas oportunidades. La media de directores y gerentes desde la transición ha sido de 1,5 por año, lo que habla por sí mismo. Salvo en algún caso concreto nunca ha habido un proyecto hospitalario a largo plazo y el que hubo como el del nuevo Hospital Carlos Haya fue un fiasco (que habría que volver a exigir pues esta situación no se arregla con un tercer hospitalito). En los últimos tiempos los delegados de Salud, que deben traducir los problemas locales ante la Junta, han sido personas con escasa formación, sin ninguna visibilidad pública y desde luego sin influencia alguna en Sevilla.

Podríamos seguir pero no tengo sitio para más en esta Tribuna. Solo para dejar constancia de mi profunda tristeza. Consiguieron, tarde y mal, quitarle al Hospital el nombre pero con él también se han llevado su espíritu. A esta pérdida, el informe aquí comentado le llama prestigio que es algo que se gana muy duramente y que cuando se pierde es muy difícil de recuperar.

jueves, 8 de diciembre de 2016

PISA CON ACENTO ANDALUZ

LA TRIBUNA

FEDERICO SORIGUER / MÉDICO. MIEMBRO DE LA ACADEMIA MALAGUEÑA DE CIENCIAS
8 diciembre 201610:01
http://www.diariosur.es/opinion/201612/08/pisa-acento-andaluz-20161208004555-v.html

El informe PISA nos ha vuelto a sorprender y de nuevo comienzan los lamentos y las justificaciones. Hace unos años desde la Junta de Andalucía se inició una campaña de exaltación de la forma de hablar en Andalucía como respuesta a las descalificaciones, procedentes desde instancias diversas del país, como las muy recientes de la señora Cifuentes. Lo andaluz como lo pobre y el acento andaluz como la expresión de la falta de cultura. Aquella campaña fue ridícula además de inútil pues intentaba despertar un nacionalismo andaluz de bajo grado. Ridícula, inútil y populista pues con la disculpa de exaltar el sentido de pertenencia, se trataba de tapar los graves problemas y deficiencias que aún padece Andalucía. ¿Alguien duda de que si Andalucía estuviera a la cabeza de España y de Europa en marcadores de desarrollo social y económico este mismo acento hoy sería de buen tono en los salones de las cortes de los poderosos?
Porque el problema no es el acento andaluz sino la indigencia cultural que todavía reside en los lugares más insospechados de la sociedad andaluza y que oscurece la enorme riqueza que Andalucía encierra. Porque Andalucía no converge. Especialmente no converge culturalmente. Limitémonos en esta columna a la educación. Desde el minuto uno de la Transición el objetivo fue la universalización de la educación. Que los andaluces dejaran de ser mayoritariamente analfabetos fue, sin duda, un éxito. Pero ahí se quedó la cosa y en el minuto dos había que haber intentado algo más. Y es entonces cuando todas las fuerzas políticas levantaron el píe del acelerador. Como aquí ha gobernado la izquierda hablaremos de ella. Conseguida la universalización, para esta izquierda los objetivos educativos fueron, sobre todo, el igualitarismo y el reforzamiento de la cultura popular. La consecuencia al cabo de tantos años ha sido la mediocritas. Porque la obsesión igualitarista nada tiene que ver con la igualdad de oportunidades o de salida y ni siquiera con la igualdad de llegada. Se ha puesto mucho más énfasis en la homogeneización que en la emulación, en el reforzamiento de la cultura popular que en la disciplina y el esfuerzo. La cultura popular, tal como la entendía el creador de la antropología moderna Fran Boas tiene más que ver con el conjunto de hábitos y costumbres que identifican a una comunidad en un momento determinado, que con el mérito. Se tiene una cultura popular por el mero hecho de vivir en este sitio y no en otro cualquiera. Puede ser maravillosa en algunas cosas y execrable en otras. Aquí y en Sebastopol. A los nacionalistas etno-económicos de siempre, a los nuevos e insolidarios nacionalistas del PP de Madrid y a los folko-nacionalistas andaluces habría que recordarles lo que decía George Brassens (traducción libre), «todos los imbéciles han nacido en algunas parte». Pero la cultura popular no es algo de lo que se tengan que ocupar ni los políticos ni mucho menos la escuela. Ya se encarga la sociedad, que es de donde surge. Sin embargo en Andalucía las clases dirigentes de la etapa democrática desde el primer momento se pusieron al frente de todo lo que oliera a popular hasta apropiárselo, utilizándola como el mejor instrumento para controlar a esa misma sociedad. A pesar de los maestros, víctimas y héroes de esta historia. Ahora la gente ha dejado de ser ágrafa, sabe leer, pero no lee. Tampoco ha aprendido a cuestionarse el mundo. Ni el mundo natural a través de una cultura científica ni el mundo social a través del pensamiento crítico. Hasta hace no mucho las personas que no sabían leer ni escribir, las clases más desfavorecidas eran conscientes de su ignorancia. Sabían que no sabían y se rebelaban para intentar cambiarlo. Al menos lo intentaban. Además su cultura, sus conocimientos, eran el resultado de una transmisión oral que le proporcionaba una extraordinaria riqueza expresiva y comunicativa. Así lo reconocieron todos los estudiosos que hicieron investigaciones antropológicas y lingüísticas en Andalucía. Pero las actuales generaciones alfabetizadas no saben que no saben y ni siquiera se cuestionan su identidad comunicativa. Hoy una parte significativa de la población ha empobrecido su lenguaje y con él la capacidad de expresar conceptos e ideas más o menos complicadas. En su lugar han reforzado el acento oscureciendo la pronunciación. Con estas mimbres la tosquedad está servida. La cuestión se agrava por las nuevas tendencias de la sociedad del consumo masificado. Son, precisamente, estos grupos menos favorecidos culturalmente (a los que ahora la consejería de Educación echa la culpa de los resultados del informe PISA), los que tienen menos instrumentos para defenderse de los mensajes, las modas y el consumo. Hoy la cultura popular la impone la televisión, el mercado y el mundo de la farándula y el espectáculo.
Por otro lado ya no es, como en algún momento ocurrió, que las masas intentan imitar el estilo y la vida de la burguesía. Ahora los límites están difusos y son precisamente estas grandes masas las que marcan tendencias y estilos. Las clases medias terminan siendo contagiadas, al menos parcialmente, de las maneras de expresarse social y estéticamente de aquellos grupos menos favorecidos culturalmente. Hace algún tiempo escribí críticamente sobre la película 'Carmina o Revienta', ese gigantesco monumento a la ordinariez andaluza. Me escribieron algunas personas indignadas por lo que al parecer supuso un desprecio a las clases populares, verdaderas representares de la identidad colectiva. Pablo Aranda en una de sus columnas en el SUR contaba que en la presentación de un libro, le hicieron un extrañísimo comentario presuntamente elogioso: «¿Escribes tan bien para compensar tu forma de hablar?» Su interlocutor se refería al acento andaluz. «Contesté lo que pensaba y no le di mayor importancia, para qué ocuparme de tonterías».. «pero son muchas veces ya y cansa» (-escribe Pablo Aranda-). Querido y admirado Pablo, me parece que aún te queda trabajo para rato, porque en Andalucía vamos sobrados de identidad. Lo que nos falta, al parecer, es otra cosa.


sábado, 26 de noviembre de 2016

La salud pública de los últimos 20 años

20 AÑOS DE EL MUNDO DE ANDALUCÍA
El estado de la salud
http://www.elmundo.es/andalucia/2016/11/25/5836eafce5fdea90618b463f.html
FEDERICO SORIGUER
25/11/2016 18:03

Hasta la Ley General de Sanidad de 1986, el sistema sanitario español se caracterizaba por estar constituido por un gran número de redes asistenciales que en muchas ocasiones tenían funciones superpuestas, con la consiguiente ineficacia, desorganización y despilfarro de recursos. Con la LGS España homologa su sistema sanitario público al de la mayoría de los países europeos, escogiendo, no sin grandes tensiones políticas, el modelo Beveridge, de Gran Bretaña frente al Modelo Bismarck de otros países europeos. No obstante el mejor ejemplo de que el sistema sanitario español ha sido siempre un tema complicado de gestionar para el Estado es que a sólo una década de su creación se constituye la llamada "Comisión Abril", documento que es entregado en 1991 y en el que se consideraba que existía "un cierto agotamiento del sistema sanitario público español". El impacto del informe Abril sobre los trust tecno gerenciales fue enorme. En el año 1992, en la antesala de la Expo, siendo consejero de Salud José Luis Arboleya tuvo lugar un magno encuentro de varios centenares de gestores, técnicos y políticos sanitarios. La guinda de la reunión la puso la conferencia del profesor Carlos Castilla del Pino. Recuerdo algunas de sus frases: "Los pacientes de nuestro tiempo no pueden aspirar a que los quieran, solo a que los curen"... "En la medicina moderna los médicos y los pacientes compiten hoy por la tecnología". No vieron los asistentes la amarga ironía de sus palabras y la conclusión que sacaron de ellas y de la propia reunión fue que la medicina ya no era ni un arte ni una ciencia sino una técnica que como tal puede ser evaluada por los productos que fabrica. Y a ello se dedicaron con ahínco las mejores cabezas de la gestión sanitaria. En toda España y muy en particular en Andalucía, asentado ya el sistema sanitario público y consolidado el SAS, los sistemas de gestión cambiaron radicalmente. En realidad ya habían comenzado en los finales de los ochenta cuando los hospitales y los distritos sanitarios dejan de tener directores médicos y en su lugar se colocan a gestores. Pero bajo la disculpa de un debate técnico, lo que en realidad estaba ocurriendo era una lucha de poder entre el viejo establecimiento médico y las nuevas clases tecno-gerenciales y políticas. Desde luego había sobradas razones para cambiar el viejo modelo médico, pero en el maremágnum se pasaron de frenada. Comienza lo que en otro lugar hemos llamado "gerencialismo". Fue la manera que tuvo la socialdemocracia de hacer frente a las propuestas neoliberales que a partir de los años setenta se fueron extendiendo por toda Europa. En realidad la versión española de lo que Anthony Giddens llamó tercera vía y que tanto éxito político le dio a Tony Blair, pero que terminó casi desmantelando el NHS, del que nuestro modelo sanitario ha sido deudor. Durante la época de crecimiento y estabilización de los últimos años del pasado siglo y los comienzos de este, uno de los objetivos nunca reconocidos del sistema "gerencialista" fue neutralizar el protagonismo profesional. Esto fue especialmente cierto en Andalucía convertida, gracias a las políticas privatizadoras de los gobiernos conservadores de Madrid en el gran bastión del Sistema Público de Salud. Las leyes más progresistas y los modelos de gestión más duros se ponían a prueba en Andalucía, leyes y modelos que después eran copiados incluso por las autonomías con gobiernos conservadores. Durante años gobernaron con esa manera autoritaria que da el saberse con poder. La disolución de las comisiones (investigación, mortalidad, historias clínicas, etc.) de los grandes hospitales, lugares en donde el protagonismo profesional era muy importante y su sustitución por otras que no eran más que sucursales de las gerencias, la transformación de los viejos servicios médicos y quirúrgicos, en las Unidades de Gestión Clínica (UGC), entre otras medidas, cambiaban las reglas del juego en el interior de las instituciones sanitarias, pues si hasta entonces los líderes profesionales eran los representantes de los profesionales y de los pacientes ante la dirección de los centros, ahora en las nuevas UGC los nuevos líderes, crecientemente cargos de confianza, eran los representantes de las gerencias antes los profesionales y los pacientes. La repercusión que ha tenido esta inversión de la flecha en el protagonismo profesional y en el sentido de pertenencia de los trabajadores hacia las instituciones ha sido enorme. Mientras hubo recursos la cosa funcionó, aunque ya algunos advertíamos de los riesgos de aquel modelo crecientemente autoritario, pero cuando llegó la crisis este modelo se ha mostrado claramente insuficiente.
Es entonces cuando los responsables políticos se acuerdan de la importancia de los profesionales. Cuando les bajan el sueldo, cuando precarizan su trabajo, cuando a los jóvenes profesionales sanitarios les contratan en condiciones indignas, aquellos mismos que habían desdeñado el protagonismo profesional, les demandan adhesión en nombre de los valores tradicionales de la medicina.
La última medida ha sido la fusión de los hospitales dentro de cada provincia y de otros centros sanitarios. Ha sido una huida hacia adelante que como era fácil de predecir no ha llevado a ninguna parte y hace solo unos días que más de 40.000 personas en Granada salían a la calle denunciando la situación a la que las fusiones han llevado a la sanidad granadina (en otras ciudades los ejemplos se multiplican). Aún así Andalucía tiene un razonable sistema sanitario y los responsables políticos, ¡qué ironía! pueden presumir de que sea uno de los más rentables. Y lo es, porque hasta ahora, aunque cada vez con mayor precariedad, el sistema está dando respuesta a la demanda asistencial con menos recursos que otras comunidades (por ejemplo, el país Vasco recibe unos 1.500 euros/persona y año para sanidad, mientras que un andaluz recibe alrededor de 1.000 euros).
¿Saben ustedes la cantidad de dinero que esto supone? Si la mayor parte del gasto del sistema es el de sus trabajadores (más de 90.000) no es difícil de imaginar cómo se ha conseguido cuadrar este círculo. Pero si en algo está fracasando el sistema sanitario andaluz es en la prevención. No es un asunto exclusivamente andaluz y puede ser aplicado a todo el territorio español, pero los marcadores de salud pública de Andalucía (prevalencia de obesidad, de diabetes mellitus tipo 2, hipertensión arterial, sedentarismo, mortalidad por diabetes o por enfermedad coronaria, entre otros), son de los peores de España. No es sorprendente que sea así si miramos el perfil de competencia profesional y técnico de muchos de los directores generales responsables de la salud pública en Andalucía a lo largo de estos años, pero sobre todo si tenemos en cuenta que la salud pública depende mucho más de los marcadores socioeconómicos que de los sanitarios. Y, lamentablemente el PIB o la educación, por citar dos de los más significativos no han convergido con las comunidades más prosperas de España, siguiendo en muchas de ellas Andalucía a la cola de España. Hemos llegado al límite de espacio que se nos permite en esta colaboración y no quiero dejar de comentar que uno de los grandes esfuerzos que ha hecho, y con cierto éxito, las sucesivas consejerías de Salud de la Junta de Andalucía han sido en Investigación Biomédica. Antes de la crisis se incrementaron progresivamente los recursos dedicados a la investigación y se mejoraron notablemente los sistemas de gestión de ciencia. Hubo en nuestra opinión, no obstante, errores importantes en el establecimiento de las prioridades, que desde hace unos años gracias a la creación por el ISCIII de los institutos de Investigación Biomédica (En Andalucía hay ya cuatro acreditados o en vías de acreditación) se estaba comenzando a solucionar. Un empeño que con la crisis, como ha ocurrido en el resto del país con las inversiones de ciencia, corre el riesgo de no haber servido para mucho.

jueves, 24 de noviembre de 2016

Jubilación y compromiso

http://www.elmundo.es/andalucia/2016/11/22/5834a9eaca4741091b8b45e3.html

  Federico Soriguer es médico. Miembro de la Academia Malagueña de Ciencias.

EL MUNDO 22/11/2016 21:26
El pasado día 3 de agosto tuvo lugar en la puerta del Colegio de Médicos de Málaga un acontecimiento singular. Un numeroso grupo de médicos se reúnen para leer un manifiesto. ¿En dónde está la singularidad?, se preguntará el lector. Pues en que estos médicos eran todos jubilados, habían ocupado puestos de responsabilidad en el Sistema Sanitario Público Andaluz (SSPA) y unían sus voces para denunciar su deterioro, para exigir soluciones y, también, para dar voz a aquellos médicos jóvenes en activo, silenciados por un sistema gestor que está adoptando tintes autoritarios impropios de un modelo empresarial publico en un país democrático.
En España la jubilación es un acontecimiento que no está aun bien interiorizado en la sociedad. No debería sorprendernos, pues la jubilación como un derecho universal es el resultado de una conquista social de la democracia. Y no es que no hubiera antecedentes. El INP se creó en el año 1908, el Retiro Obrero en 1919, en 1931 con la República se ampliaron los derechos, en plena dictadura franquista se promulgo el primer fuero del trabajo y en 1963 la Ley de Bases de la Seguridad Social. Pero no es hasta los Pactos de la Moncloa en 1977 y posteriormente en 1995 con los Pactos de Toledo, cuando con el apoyo de todas las fuerzas políticas y sociales, se producen importantes cambios y el establecimiento de una hoja de ruta para asegurar la estabilidad financiera y las prestaciones futuras de la Seguridad Social. Es decir, en España hemos tenido que llegar casi al siglo XXI para que el sistema de pensiones y, por tanto, la garantía de una jubilación digna, se consolide.
Mirado desde una perspectiva antropológica la jubilación es el último rito de paso inventado por los humanos. Los ritos de paso son un concepto que designa un conjunto específico de actividades que simbolizan y marcan la transición de un estado a otro en la vida de una persona. El bautismo, el matrimonio, el funeral, son ritos de paso bien conocidos y aceptados para los que hay una liturgia que aunque cada cual la practica a su manera a nadie extraña y la mayoría comparte. Pero no los hay para la jubilación, pues hasta hace no demasiado la mayoría de las personas nunca se jubilaban,
Pero en España la jubilación se ha convertido en un derecho obligatorio, lo que es un oxímoron: los derechos por definición se ejercen voluntariamente, pero no se imponen pues entonces dejan de ser un derecho para convertirse en una obligación.
Todos los que estábamos allí éramos médicos que hemos trabajado en el SSPA y jubilado obligatoriamente, pero estábamos allí precisamente porque nadie nos ha podido jubilar de ser médicos ni de mantener el compromiso por defender un sistema sanitario público que es propiedad de todos. Tampoco de ejercer la solidaridad con aquellos médicos que en los momentos actuales tienen que emigrar, no voluntariamente para mejorar su formación, sino para ganarse la vida con un trabajo que aquí se les niega o que es de tan baja calidad que no están dispuestos a aceptar.
Porque lo sorprendente de aquella convocatoria es que allí había gente muy heterogénea. Progresistas y conservadores, creyentes y ateos o agnósticos, quienes habían trabajado con dedicación exclusiva y quienes lo habían alternado con la medicina privada, incluso viejos "enemigos" que competían abiertamente entre sí mientras estuvieron activos. Pero hoy estaban todos enmarcados en el interior de un cuadro apoyando un manifiesto en defensa de un patrimonio común como es el SSPA y la dignidad de la medicina. Con su presencia allí, además, mostraban a quienes quisieran verlo, que hay cosas de las que uno no se jubila nunca, como es la condición de médico, aunque algunos de los presentes ya no ejerzan, ni, desde luego, de la condición de ciudadanos comprometidos. Una idea del compromiso con la sociedad de la que, por alguna extraña razón, a los jubilados en España se les supone liberados.
Porque lo que esta foto representa, sobre todo, es que muchas de las diferencias que los enfrentaron en sus vidas profesionales se han atemperando con el paso de los años y con la jubilación. Y esto ocurre, desde luego, porque ahora los intereses en juego son menores y porque la mayoría ya no ejercen puestos de representación ni de poder, que muchos tuvieron hasta "ayer mismo". Pero es también, al menos eso creemos, porque con la edad se ha ganado distanciamiento y sobre todo conciencia de los límites, lo que es la forma mínima de ejercer la sabiduría. La media de edad de los que allí estábamos rondaba los setenta años y a la mayoría aun les queda una larga y activa vida. Lo que la foto está demostrando es que entre personas muy heterogéneas se puede llegar a un consenso de mínimos, y que si no se produjo antes entre las mismas personas, no sería tanto por ellas mismas, sino por las circunstancias que lo impidieron. El experimento nos obligaría a todos a pensar cuales son estas circunstancias tóxicas que impiden que en nuestro país una y otra vez fracasemos en llegar a consensos que contribuyan al bienestar general, como se comprobó primero con la dificultad para formar gobierno y ahora para sacar adelante los presupuestos generales del Estado.
Ha sido, precisamente esta capacidad de llegar a un consenso de mínimos, lo que convierte a este grupo de esta foto que aquí contamos y al manifiesto mismo, en un acontecimiento singular.
Los jubilados (médicos o no) no se pueden resignar al papel que la sociedad a cambio de una pensión, les ha relegado. Con su presencia quieren hacer llegar a quienes quieran oírlo que jubilación no es sinónimo de indiferencia. Que la ausencia de poder real no excluye de seguir teniendo autoridad, que es la fuente de todo poder legítimo. Una autoridad que hoy se convierte en acción a través del compromiso público en la defensa del SSPA y en el apoyo de sus colegas más jóvenes.
Un testimonio, en fin, que convirtió el acontecimiento, también, en un acto reivindicativo de la dignidad de la medicina y de su futuro.



EL IBIMA NO TIENE SEDE


FEDERICO SORIGUER. MÉDICO Y MIEMBRO DE NÚMERO DE LA ACADEMIA MALAGUEÑA DE CIENCIAS
LA TRIBUNA. DIARIO SUR 17 noviembre 2016

http://www.diariosur.es/opinion/201611/17/ibima-tiene-sede-20161117010004-v.html

El Instituto de Investigación Biomédica de Málaga (IBIMA) es el único de Andalucía que carece de sede. Así titulaba la información Ángel Escalera en SUR el pasado 10 de Noviembre. La noticia procedía de un informe elaborado por Rafael González Delgado, secretario provincial de Sanidad de Comisiones Obreras. Fui director científico del IBIMA desde su creación en el año 2010 hasta el comienzo de su acreditación en el año 2013 y algo conozco de esta historia. En España la investigación biomédica había comenzado a organizarse ya en los años ochenta con la creación de las Comisiones de Investigación y de la Red de Unidades de Investigación en los centros sanitarios. Poco después aparecieron las fundaciones.
En Málaga en febrero de 1998 se crea la Fundación Carlos Haya que después se convertiría en FIMABIS al incorporar también la investigación biomédica del Hospital Clínico. Más adelante aparecen Las REDES y los CIBER, estructuras nacionales del ISCIII que permitieron una mayor escala a la hora de gestionar los recursos y los conocimientos científicos. Pronto se vio que era necesario, además, plataformas de tamaño local-regional y es en el año 2004 cuando se produce la convocatoria de los Institutos de Investigación. Inmediatamente FIMABIS (Carlos Haya más el Clínico) siendo gerente de la fundación el doctor Fernando Rodríguez de Fonseca, solicitó ya en esta primera convocatoria la acreditación como instituto, pero por extrañas razones de la política andaluza, la creación del IBIMA se demoró hasta el año 2010, fecha en que fui nombrado director científico del mismo.
Como muy bien dice el secretario provincial de Sanidad de CCOO, no solo existió la promesa de construcción de una sede tal como ha ocurrido con los Institutos de Sevilla (IBIS) y Córdoba (IBICO), sino que había una partida económica ya presupuestada y un proyecto arquitectónico al que le dediqué, junto a la actual directora científica, la doctora Maribel Lucena, muchas horas de trabajo con los arquitectos y otros responsables institucionales, a lo largo del 2010 y 2011.
De hecho la obra estuvo a punto de comenzar en los Asperones, pero todo se vino abajo con el gran fiasco del nuevo hospital Carlos Haya conocido por la prensa como el 'macrohospital'. Porque el edificio del IBIMA iba a ser la primera piedra del nuevo gran hospital de la ciudad. Era lógico que fuese así. El modelo de trabajo de los institutos de Iinvestigación es lo que se llama ciencia y medicina traslacional. Por eso todos los grandes laboratorios de investigación de los institutos están junto a los grandes hospitales públicos. Era pues muy razonable que el nuevo instituto estuviera junto al nuevo gran hospital. Era también y es esto algo que con frecuencia se olvida, una de las razones de ser de la transformación del anticuado, obsoleto, disfuncional y carísimo de mantener, Hospital Carlos Haya (y de todos los pabellones vinculados a él), en un nuevo gran hospital. Todos los consejeros, ya desde Pablo Recio en el año 1984, hasta la señora María Jesús Montero, habían reconocido que el Hospital Carlos Haya era un hospital 'imposible' (todas sus declaraciones sobre esta cuestión están recogidas en el libro 'Historia del Hospital Carlos Haya y sus pabellones'). Por fin en el año 2011 María Jesús Montero en una rueda de prensa en Málaga declara que «ya estaba terminada la redacción del proyecto de ese instituto, por lo que en un plazo de diez o quince días se licitarán las obras, con la finalidad de que la primera piedra de lo que será el germen del nuevo Hospital Carlos Haya se ponga en julio». Un nuevo y moderno gran hospital que llevaría ya incorporado el Laboratorio y el Instituto de Investigación. No pudo ser.
Desde el minuto uno las zancadillas entre la Junta y el Ayuntamiento fueron constantes. No sabemos si fueron galgos o podencos pero llegó la crisis y todos encontraron la justificación para tirar la toalla. Entre todos enterraron un proyecto que hubiese solucionado muchos de los problemas que aquejan a la sanidad hospitalaria de la ciudad y que hubiese evitado que el dinero que había previsto para la construcción de los laboratorios del IBIMA se perdiera. ¿Dónde está aquel dinero para el IBIMA que era un dinero finalista? El trabajo de Ángel Escalera sobre el informe de Rafael González Delgado es absolutamente pertinente. No habría que dar las cosas por perdidas, sobre todo porque no hay alternativas.
Porque la solución no pasa por un tercer hospital para Málaga tal como propone el Partido Popular y al parecer, también, Izquierda Unidad (pero no Ciudadanos, -desconozco la opinión de Podemos-). Porque no sería un tercer hospital sino un cuarto o quinto o sexto dependiendo de cómo se cuente el fracturado Carlos Haya. Hay que acabar con la demagogia de que lo mejor son hospitalitos pequeños cercanos a los ciudadanos. Los hospitales tienen que estar bien comunicados y son los centros de salud los que tienen que estar cercanos.
Málaga tiene una buena red, aunque mejorable, de hospitales comarcales y de centros de salud, pero le falta un gran hospital capaz de dar respuesta a la complejidad creciente, científica y tecnológica de la medicina y que permita, además, el retorno en conocimiento y en otros valores añadidos, de la inversión realizada. En Granada la demanda de los movimientos sociales ha sido, «contra el engaño de la fusión, dos hospitales completos». Aquí debería ser la de un gran hospital nuevo que sustituya al obsoleto Hospital Carlos Haya y que junto al Hospital Clínico (junto, no fusionado), permita que Málaga no solo sea capaz de dar repuesta cualificada a las necesidades de una sociedad compleja, sino también de liderar a nivel nacional y europeo grandes proyectos biomédicos. Todo lo demás es tirar el dinero e hipotecar el futuro pues esto es lo que ocurrirá con la construcción de un hospitalito más, en El Palo o en cualquier otro lugar de la ciudad.


¡OJO CON LA DIABETES!

http://www.diariosur.es/opinion/201611/14/diabetes-20161114011332-v.html
FEDERICO SORIGUER - MARISOL RUIZ DE ADANA - JOSÉ SÁNCHEZ CARO //
DIARIO SUR. LA TRIBUNA 14 noviembre 201609:35

Desde hace muchos años y una vez más gracias a la hospitalidad de SUR, escribimos una Tribuna hoy 14 de noviembre, día mundial de la diabetes. En esta ocasión queremos centrar la atención en tres puntos. El primero es que el número de personas con diabetes mellitus aquí y en el resto del mundo, sigue aumentando año tras año. Especialmente entre aquellas personas que padecen diabetes mellitus tipo 2, cuya prevalencia en el año 2012 (que es cuando se publica el Estudio Di@bet.es), estaba alrededor del 14 % entre las personas mayores de 18 años. La diabetes mellitus tipo 2 era una enfermedad casi desconocida en el siglo XIX y surge en un momento determinado. Lo que queremos decir, con ello, es que la DM2 es una enfermedad histórica y no la consecuencia de un accidente telúrico e inevitable. El enorme caudal de conocimientos que se está produciendo sobre la diabetes mellitus tipo 2 está sirviendo para proporcionar más, mejores (no todos) y más caros medicamentos para tratarla, pero hasta ahora no ha sido útil para prevenirla. Porque para prevenir algo hay que ir a la raíz y esta no está solo en los genes sino en el modelo de sociedad en la que la pandemia de diabetes mellitus y la obesidad (tan asociadas ambas) aparecen. Y esto son ya palabras mayores. Es difícil que con consejos y buenas palabras logremos que las grandes masas de población del planeta cambien sus hábitos diarios, o como se dice, con tanta cursilería como impropiedad, sus estilos de vida.
La segunda cuestión es que entramos ya en el noveno año de la crisis. Y en este tiempo los grandes perjudicados han sido las personas con enfermedades crónicas, como es la diabetes. Si queremos evitar que aparezcan las temidas complicaciones asociadas a un control clínico deficiente de la diabetes (¡Ojo con la diabetes! es el lema de este año), es muy importante una atención intensiva, multidisciplinar y muy cualificada sobre la enfermedad. Especialmente con las personas con diabetes tipo 1 (sobre la que se han producido recientemente importantes avances), pero también sobre las personas con diabetes mellitus tipo 2. La enseñanza de habilidades y la educación terapéutica son los mejores instrumentos para que estas personas no solo sean autónomas (es decir no totalmente dependientes del sistema sanitario) sino sobre todo puedan cumplir aquellos objetivos clínicos que la investigación científica ha demostrado imprescindibles para que no aparezcan las complicaciones. Y estos objetivos no se cumplen en la mayoría de los países del mundo y en el nuestro, diferentes estudios han demostrado que tampoco o no al menos suficientemente. El problema es que con motivo de la crisis se han reducido de manera importante los recursos dedicados, por ejemplo a educación y/o a una atención especializada. Andalucía continúa siendo la única comunidad autónoma que no ha incorporado endocrinólogos a sus hospitales comarcales, las personas con diabetes (por lo general más vulnerables que el resto de la población), tienen que cargar con los costes crecientes de fármacos y tiras o, por poner un último ejemplo, a las colonias de los niños con diabetes, uno de los instrumentos más poderosos para empoderar y ayudar a estos niños y a sus familias, la Junta de Andalucía ha retirado todo tipo de ayuda y ahora la Asociación de Diabéticos de Málaga (ADIMA), que lleva organizando de manera ejemplar estas colonias desde hace más de 25 años, se ve obligada a hacer encaje de bolillos para sufragar el coste de las mismas, así como el de aquellos niños que, por falta de medios en las familias, no podrían asistir. Numerosos estudios han demostrado que la prevención secundaria de las temidas complicaciones de la diabetes es muy rentable y este ahorro a corto plazo por parte de la administración sanitaria, la sociedad en su conjunto lo pagará mucho más caro a medio y largo plazo. La tercera cuestión de la que queremos dejar constancia en esta tribuna es que mientras el Estado retrocede en sus servicios sanitarios, el sector privado va ocupando este espacio, lo que está comenzando a ser otra fuente de desigualdad en el derecho a la atención a la salud.
Por otro lado dado el elevado número de personas afectadas, la diabetes se ha convertido en un mercado (un mercado cautivo) muy apetecible para las compañías farmacéuticas. El número de medicamentos que están apareciendo para la diabetes tipo 2 es ya difícil de controlar incluso para un especialista en endocrinología. La mayoría tienen unas características comunes: son mucho más caros que los anteriores y aunque ofrecen algunas ventajas también tienen inconvenientes que los profesionales del sistema sanitario público tendrán que vigilar de forma independiente y rigurosa. El Servicio de Endocrinología del viejo Hospital Carlos Haya tiene ya más de un cuarto de siglo, la Asociación de Diabéticos de Málaga cumple 27 años de existencia, la Federación Española de Diabéticos acaba de celebrar su 30 aniversario. Parece necesaria una nueva mirada sobre la forma en que se está abordando la prevención y la atención de las personas con diabetes. Corresponde a los médicos, profesionales sanitarios y sobre todo a las asociaciones de pacientes reflexionar sobre lo que se está haciendo y como se está haciendo. Lo que no parece razonable es que año tras año sigamos denunciando las mismas demandas irresueltas, continuemos contando personas con diabetes y comprobemos como van aumentando su número y que en ambos casos nos limitemos a las mismas cantinelas que nos han traído hasta aquí. Tal vez sea ya hora de una nueva Declaración de St. Vincent, aquella en la que se recogía en el año 1989 el consenso de todas las partes implicadas en la atención a las personas con diabetes y que nos cambió la manera de mirar la cuestión de la diabetes.


martes, 25 de octubre de 2016

LA SERVIDUMBRE DE LOS MÉDICOS


FEDERICO SORIGUER MÉDICO. MIEMBRO DE LA ACADEMIA MALAGUEÑA DE CIENCIAS
20 julio 201610:11
 http://www.diariosur.es/opinion/201607/20/servidumbre-medicos-20160720003908-v.html
Servir es una hermosa palabra. No es casualidad que las unidades básicas de organización de los médicos en los hospitales se llamaban desde siempre, 'Servicios'. Solo con su nombre quedaba claro cuál era la función principal de los médicos en el hospital o en cualquier otro centro sanitario. Servir, ser útil, ayudar. Pero las cosas comenzaron a cambiar en los años ochenta del pasado siglo y de estos cambios nos hemos ocupado con detalles en el libro 'Historia del Hospital Carlos Haya y sus pabellones'. Ahora los viejos Servicios se llaman Unidades de Gestión Clínica (UGC), indicando claramente cuáles son las prioridades. Las consecuencias de este nuevo modelo han sido muchas. Servir, ser útil, ayudar son obligaciones morales que se les supone pero que no se les exige ya a los médicos. Lo que se les demanda imperativamente es que cumplan los objetivos de la empresa. Y los encargados de hacer cumplir estos objetivos son los nuevos directores de las UGC, que ya no son los representantes de los pacientes y de los profesionales ante la gerencia sino los representantes de la gerencia ante los trabajadores. Una especie de capataces con pedigrí. El modelo asistencial se convierte así en un modelo productivo en el que lo importante es la cuenta de resultados.
Desde luego que no está nada mal que se intente que las cuentas salgan, pero el problema es la forma en la que los objetivos se intentan cumplir. En el nuevo modelo la lógica sanitaria ha sido sustituida por la lógica empresarial en donde las unidades de producción son numéricas y monetarias y en el que el gran asignador de recursos es un teórico mercado de la salud. Este nuevo modelo que hemos llamado en otros lugares «cuantofrénico», para tener éxito necesitó reinventar la historia de la medicina, cambiar el lenguaje médico y redefinir las relaciones de poder y de producción. Reinventar la historia o ignorarla que es lo que han hecho. Lo hemos visto con el Hospital Carlos Haya, lo vemos en muchos de los nuevos directores de UGC que ni siquiera conocen la propia historia de su disciplina y lo vimos con aquella OPE del 2002 en la que se obligó a los miles de jóvenes candidatos que aspiraban consolidar su puesto de trabajo, a estudiarse el catón del SAS, pues era más importante el memento empresarial y el anonimato curricular, que las materias médicas.
Los médicos andaluces pasaron por aquella humillación y están pasando por todas las demás. Los sindicatos, más atentos a otras afrentas ni se enteran y los bienintencionados Colegios profesionales hacen de la airada contemplación, virtud. Pasados los años las consecuencias están siendo desbastadoras para la identidad médica. En España los médicos suelen salir muy inmaduros de la Facultad de Medicina y era en el MIR donde se solía forjar su carácter. Con el nuevo modelo y desde hace ya años las nuevas promociones entran en unas UGC en la que aprenden las habilidades propias del oficio médico, pero no los valores de resistencia, desinterés y pasión intelectual que debe caracterizar al buen médico. Unos valores imprescindibles para hacer frente al conflicto entre los tres grandes principios éticos de beneficencia, justicia y autonomía, presentes siempre en el quehacer médico y siempre en conflicto. Unos principios ahora, por fin, gestionados en régimen de monopolio por la empresa sanitaria y sus administradores. ¿Exagero? Eso me dijo un antiguo colega cuando le explicaba esta tesis. ¿Exagero?, le pregunté a un buen amigo, director de una UGC y también de los pocos jefes de Servicio que aún quedan en el Hospital. No, me dijo, te has quedado corto aunque seas injusto con algunos de los pocos que aún resistimos. Lleva razón mi colega y pido disculpas a quienes se sientan aludidos por estos comentarios.
Pero la dedicación es ya la excepción y no solo porque muchos jóvenes adjuntos tienen que compatibilizar la actividad pública con la privada sino porque muchos de estos jóvenes ya no tienen el Hospital ni en su corazón ni en su cerebro. Pero también, porque muchos de los líderes profesionales y directores de las UGC con dedicación exclusiva coquetean con las multinacionales farmacéuticas consiguiendo sobresueldos considerables en las horas laborales con asesoramientos y otras actividades de difícil justificación y con la complacencia de los gerentes que compensan con la vista gorda y con un plus de productividad las fidelidades confesables.
Sí, es posible que exagere y desde luego me gustaría estar equivocado y que solo fuera una visión mezquina de un viejo cascarrabias que ha perdido el tren de la historia. Pilar Bonet en un artículo reciente contaba esta leyenda: En los años treinta del pasado siglo, al construirse el hotel Moscú en el centro de la capital, presentaron a Stalin dos modelos distintos de fachada y el dictador de la URSS extendió su firma en las dos para desconcierto de los responsables del edificio, que, temerosos de las iras del líder, no se atrevieron a preguntarle cuál de las dos fachadas quería, así que construyeron media según uno de los bocetos y media según el otro. Me he acordado de esta historia rusa ahora que hablo del modelo de gestión que se ha instalado en nuestros hospitales y centros sanitarios.
Un modelo que necesita de la servidumbre, esa hermana mezquina de la idea de Servicio, como instrumento de gestión de los recursos humanos. No, no era este el modelo de sistema sanitario público que imaginamos cuando el futuro estaba abierto. Pero ya estamos en el futuro y tal vez no haya sido posible otro modelo, aunque mi amiga y colega la doctora María Soledad Ruiz de Adana que acaba de volver del Karolinska Hospital de Estocolmo, con su innato optimismo dice que sí, que es posible y que solo hay que ir allí y verlo. Espero que la Drª M.S Ruiz de Adana lleve razón pero en España para llegar hasta el Karolinska las nuevas generaciones de médicos les queda una larga y ardua tarea por hacer.


¿QUÉ TIENE GRANADA QUE NO TIENE MÁLAGA?


FEDERICO SORIGUER Y PACO GARCÍA
25 octubre 201609:10
http://www.diariosur.es/opinion/201610/25/tiene-granada-tiene-malaga-20161025002839-v.html

SUR recogía en la portada del día 17 de octubre la noticia de una manifestación en Granada de 40.000 personas, la más multitudinaria desde la de la masacre del 11-M del 2004. Pero esa vez la cabecera de la pancarta rezaba así: «Por una sanidad pública digna para Granada. Queremos recuperar nuestros dos hospitales completos». Lo que en Granada estaban haciendo el día anterior era denunciar el modelo de fusión de hospitales que fue impuesto por la Consejería de Salud de la Junta de Andalucía.
La fusión de los hospitales dentro de cada provincia se hizo en 2013 con nocturnidad y alevosía. En Málaga los trabajadores de Carlos Haya y del Clínico se acostaron un viernes y se levantaron un lunes como pertenecientes a un nuevo ente laboral indefinible, ahora bajo una sola gerencia y con todos sus servicios o Unidades de Gestión Clínica (UGC) conminados a fusionarse. Algunos ya advertimos de la inconveniencia de tal medida. Había razones de prudencia. En el reciente libro sobre la 'Historia del Hospital Carlos Haya y sus Pabellones', dedicamos un capítulo a analizar este asunto de las fusiones hospitalarias y en varias tribunas en este periódico hemos hablado de lo que a estas alturas no puede ser considerado sino como un fracaso.
La medida se impuso sin consultas previas ni explicación alguna, se desconocían los motivos, salvo la promesa de un ahorro que nadie entendió bien y, sobre todo, se ignoraba la historia de cada hospital y de cada Servicio. De nuevo el adanismo les traicionaba. Pero había también razones técnicas para la prudencia. En un estudio publicado en mayo de 2012 (antes de que en Andalucía fuese puesta en marcha la medida) por unos investigadores de la universidad de Bristol, se analizó el impacto de la política de fusión hospitalaria entre 1997-2006 en el Reino Unido durante el gobierno del laborista de Tony Blair. En este periodo, de 223 hospitales se fusionaron 112. Los resultados del estudio son bastante clarificadores. De entrada, el motivo inicial para realizar las fusiones fue la presión financiera y el deseo de ahorrar de la administración. De hecho, por un lado, a efectos de plantilla, se redujo de forma significativa la proporción de contratos no temporales, aumentando la proporción de contratos temporales hasta un 33% en los hospitales fusionados. Por otro, cualquier superávit de los hospitales desapareció tras la fusión. Es más, pasaron a ser hospitales deficitarios y acumularon un déficit, algunos de ellos de hasta 3 millones de libras en 4 años (3.5 millones de euros) tras la fusión hospitalaria. Por tanto, la fusión salió bastante cara de llevar a cabo y produjo un claro deterioro financiero de los hospitales fusionados, tanto a corto como a largo plazo. En términos de calidad de la asistencia, en ningún caso las fusiones supusieron una mejora de las demoras en la atención a los pacientes ni en las estancias medias de hospitalización. Es más, los datos sugieren que aumentó tanto el tiempo de demora como el número de pacientes en lista de espera para una intervención quirúrgica por encima de 180 días. Asimismo, tras la fusión hospitalaria se produjo una peor calidad en la asistencia a los pacientes con ictus según un estándar usado habitualmente para medirla, hubo un aumento en la tasa de mortalidad tras el alta a domicilio y también un claro aumento de los reingresos en los 28 días posteriores al alta. En resumen la fusión de los hospitales no trajo beneficio alguno en Gran Bretaña. En una tribuna publicada en SUR (14-10-2014), nos preguntábamos poco después de que la medida fuese impuesta en Andalucía: ¿Hay algún motivo especial para pensar que en Andalucía vaya a ocurrir algo distinto? No, no había ningún motivo. El tiempo, que como dice el refrán pone a todas las cosas en su sitio, las ha puesto también en este.
El resumen del trabajo de los investigadores de Bristol es también el resumen de lo que ha ocurrido en Andalucía, ahora ya cuatro años después de la medida. La fusión de los hospitales en Andalucía ha sido un fracaso ya reconocido por la mayoría de los grupos políticos del Parlamento Andaluz (no solo los de la derecha), e incluso por el propio consejero de Salud actual, quién ha paralizado las fusiones, aunque no se haya atrevido a explicar en público los motivos, ni tampoco a ser consecuente y volver al punto de partida.
También lo dijimos hace tiempo en otra tribuna ('Salvemos Carlos Haya', SUR, 16-3-2015). Cuanto más tiempo pase será peor y hoy, ya, tienen a 40.000 personas en las calles protestando contra la situación hospitalaria de Granada. Ni queriendo lo podrían haber hecho tan mal. ¿Y mientras tanto en Málaga qué se dice? Pues salvo los artículos de algunos periodistas como Ángel Escalera analizando la situación sanitaria y los esporádicos de algunos líderes sindicales, poco más se manifiesta. No quisiéramos ser injustos con algunos, pero el protagonismo de los trabajadores de los grandes hospitales de Málaga brilla por su ausencia. La desmovilización es total. El cómplice silencio de los nuevos líderes profesionales, representados por los directores de las UGC, es muy elocuente. Aun así las fusiones de las UGC están paralizadas y algunos directores o jefes de servicio se han negado a fusionarse y otros han renunciado a seguir siendo directores de las nuevas UGC. La interminable crisis iniciada en 2008 cogió desprevenido a los gobiernos de la época.
La puesta en marcha de la fusión de los hospitales andaluces solo se explica como una medida autoritaria a la desesperada en un intento de ahorro (que no han conseguido) y un mayor control de los trabajadores, que sí que parece haber logrado, al menos en Málaga. Pero Granada debería ser un aviso para navegantes. Allí protestan juntos profesionales sanitarios y usuarios. En Málaga, de momento, languidecemos. Un buen político debería saber leer la inquietud de los ciudadanos, interpretar la realidad y obrar en consecuencia.


jueves, 20 de octubre de 2016

GORDOS Y FLACOS. LA OBESIDAD UN SIGLO DESPUES DE MARAÑÓN. Conferencia de Ingreso en la Academia Malagueña de Ciencias

http://www.elmundo.es/andalucia/2016/11/22/5834a9eaca4741091b8b45e3.html

  Federico Soriguer es médico. Miembro de la Academia Malagueña de Ciencias.

EL MUNDO 22/11/2016 21:26
El pasado día 3 de agosto tuvo lugar en la puerta del Colegio de Médicos de Málaga un acontecimiento singular. Un numeroso grupo de médicos se reúnen para leer un manifiesto. ¿En dónde está la singularidad?, se preguntará el lector. Pues en que estos médicos eran todos jubilados, habían ocupado puestos de responsabilidad en el Sistema Sanitario Público Andaluz (SSPA) y unían sus voces para denunciar su deterioro, para exigir soluciones y, también, para dar voz a aquellos médicos jóvenes en activo, silenciados por un sistema gestor que está adoptando tintes autoritarios impropios de un modelo empresarial publico en un país democrático.
En España la jubilación es un acontecimiento que no está aun bien interiorizado en la sociedad. No debería sorprendernos, pues la jubilación como un derecho universal es el resultado de una conquista social de la democracia. Y no es que no hubiera antecedentes. El INP se creó en el año 1908, el Retiro Obrero en 1919, en 1931 con la República se ampliaron los derechos, en plena dictadura franquista se promulgo el primer fuero del trabajo y en 1963 la Ley de Bases de la Seguridad Social. Pero no es hasta los Pactos de la Moncloa en 1977 y posteriormente en 1995 con los Pactos de Toledo, cuando con el apoyo de todas las fuerzas políticas y sociales, se producen importantes cambios y el establecimiento de una hoja de ruta para asegurar la estabilidad financiera y las prestaciones futuras de la Seguridad Social. Es decir, en España hemos tenido que llegar casi al siglo XXI para que el sistema de pensiones y, por tanto, la garantía de una jubilación digna, se consolide.
Mirado desde una perspectiva antropológica la jubilación es el último rito de paso inventado por los humanos. Los ritos de paso son un concepto que designa un conjunto específico de actividades que simbolizan y marcan la transición de un estado a otro en la vida de una persona. El bautismo, el matrimonio, el funeral, son ritos de paso bien conocidos y aceptados para los que hay una liturgia que aunque cada cual la practica a su manera a nadie extraña y la mayoría comparte. Pero no los hay para la jubilación, pues hasta hace no demasiado la mayoría de las personas nunca se jubilaban,
Pero en España la jubilación se ha convertido en un derecho obligatorio, lo que es un oxímoron: los derechos por definición se ejercen voluntariamente, pero no se imponen pues entonces dejan de ser un derecho para convertirse en una obligación.
Todos los que estábamos allí éramos médicos que hemos trabajado en el SSPA y jubilado obligatoriamente, pero estábamos allí precisamente porque nadie nos ha podido jubilar de ser médicos ni de mantener el compromiso por defender un sistema sanitario público que es propiedad de todos. Tampoco de ejercer la solidaridad con aquellos médicos que en los momentos actuales tienen que emigrar, no voluntariamente para mejorar su formación, sino para ganarse la vida con un trabajo que aquí se les niega o que es de tan baja calidad que no están dispuestos a aceptar.
Porque lo sorprendente de aquella convocatoria es que allí había gente muy heterogénea. Progresistas y conservadores, creyentes y ateos o agnósticos, quienes habían trabajado con dedicación exclusiva y quienes lo habían alternado con la medicina privada, incluso viejos "enemigos" que competían abiertamente entre sí mientras estuvieron activos. Pero hoy estaban todos enmarcados en el interior de un cuadro apoyando un manifiesto en defensa de un patrimonio común como es el SSPA y la dignidad de la medicina. Con su presencia allí, además, mostraban a quienes quisieran verlo, que hay cosas de las que uno no se jubila nunca, como es la condición de médico, aunque algunos de los presentes ya no ejerzan, ni, desde luego, de la condición de ciudadanos comprometidos. Una idea del compromiso con la sociedad de la que, por alguna extraña razón, a los jubilados en España se les supone liberados.
Porque lo que esta foto representa, sobre todo, es que muchas de las diferencias que los enfrentaron en sus vidas profesionales se han atemperando con el paso de los años y con la jubilación. Y esto ocurre, desde luego, porque ahora los intereses en juego son menores y porque la mayoría ya no ejercen puestos de representación ni de poder, que muchos tuvieron hasta "ayer mismo". Pero es también, al menos eso creemos, porque con la edad se ha ganado distanciamiento y sobre todo conciencia de los límites, lo que es la forma mínima de ejercer la sabiduría. La media de edad de los que allí estábamos rondaba los setenta años y a la mayoría aun les queda una larga y activa vida. Lo que la foto está demostrando es que entre personas muy heterogéneas se puede llegar a un consenso de mínimos, y que si no se produjo antes entre las mismas personas, no sería tanto por ellas mismas, sino por las circunstancias que lo impidieron. El experimento nos obligaría a todos a pensar cuales son estas circunstancias tóxicas que impiden que en nuestro país una y otra vez fracasemos en llegar a consensos que contribuyan al bienestar general, como se comprobó primero con la dificultad para formar gobierno y ahora para sacar adelante los presupuestos generales del Estado.
Ha sido, precisamente esta capacidad de llegar a un consenso de mínimos, lo que convierte a este grupo de esta foto que aquí contamos y al manifiesto mismo, en un acontecimiento singular.
Los jubilados (médicos o no) no se pueden resignar al papel que la sociedad a cambio de una pensión, les ha relegado. Con su presencia quieren hacer llegar a quienes quieran oírlo que jubilación no es sinónimo de indiferencia. Que la ausencia de poder real no excluye de seguir teniendo autoridad, que es la fuente de todo poder legítimo. Una autoridad que hoy se convierte en acción a través del compromiso público en la defensa del SSPA y en el apoyo de sus colegas más jóvenes.
Un testimonio, en fin, que convirtió el acontecimiento, también, en un acto reivindicativo de la dignidad de la medicina y de su futuro.



miércoles, 28 de septiembre de 2016

LA EXPROPIACIÓN DEL PAISAJE

LA TRIBUNA
FEDERICO SORIGUER MÉDICO. MIEMBRO DE LA ACADEMIA MALAGUEÑA DE CIENCIAS
28 septiembre 201610:27
http://www.diariosur.es/opinion/201609/28/expropiacion-paisaje-20160928005639-v.html

El pasado día 14 de septiembre, Salvador Moreno Peralta, escribía un artículo en estas páginas, 'Tópicos urbanísticos' en el que reflexionaba sobre la distancia que hay en urbanismo entre el deseo y la realidad y donde advertía sobre la conveniencia de abandonar los tópicos a la hora de tomar las grandes decisiones que cambian el paisaje urbano. Y es de esto del paisaje de lo que queremos hoy hablar, siguiendo la reflexión de SMP. El paisaje es, junto con el aire que respiramos, la última propiedad verdaderamente comunal. El paisaje que no es, en fin, sino aquello que se alcanza con nuestra mirada, es tan nuestro como nuestra más íntima biografía, porque nuestra biografía está hecha dentro de un paisaje que, de alguna manera, nos determina.
Nací en Cabra de Córdoba al pie de las estribaciones de las sierras de la Subbética que proyectan sobre la ciudad el hermoso paisaje de mi infancia. Siempre hubo canteras de mármol en aquella sierra, pero en los años de desmadre del ladrillo la explotación se hizo tan intensa que obligó a intervenir a la Consejería de Medio Ambiente de Córdoba. Después de años de litigio una decisión judicial obligó a cerrar aquellas canteras, pero la extracción de mármol (altamente demandado entre otras cosas, para las construcciones suntuarias de Oriente Medio) siguió ilegalmente por la noche y durante años. Una noche, en fin, los GEOS, según me han contado, en una operación nocturna, descendieron desde helicópteros y cerraron las canteras. Hay aún otras de arenisca abiertas y cualquiera que vaya por allí verá que entre Cabra y Lucena hay una gran loma que presenta un gigantesco bocado como si un atlante se la hubiera desayunado. En unos pocos años algo que estaba allí desde siempre ha desaparecido, también para siempre. Simplemente se lo han llevado. Pero no estamos aquí sacralizando el paisaje, al menos no es nuestra intención. El paisaje cambia. Lo hace la propia naturaleza sin más ayuda y hoy lo hace con la inestimable ayuda del hombre. A veces incluso para bien. Esto es especialmente válido para el paisaje urbano, que es sin reservas un paisaje humano. Pero el paisaje, ya sea montaraz o urbano no nos pertenece del todo a una sola generación. Nos antecede y nos trasciende. De aquí la enorme responsabilidad cuando intervenimos sobre él. Seguro que la mayoría de los lectores han estado en Sevilla en los últimos años. ¿Les gusta la famosa Torre Pelli? No le gusta a muchos sevillanos, menos a un malagueño de adopción que se acerca todavía acomplejado a la serena belleza de la ciudad de la bética. En Sevilla con la disculpa de hacer algo singular han conseguido romper la singularidad de la ciudad, representada por esa armonía plana de sus edificios carentes de tejas que cobijan a tantos monumentos que han merecido su inclusión como Patrimonio de la Humanidad (ahora en peligro, precisamente, como consecuencia de la construcción de la torre). Ese extraordinario paisaje urbano que nos llevaba con mis amigos estudiantes de arquitectura a contemplar los amaneceres sobre la ciudad desde los hermosos jardines del Colegio Mayor Santa María del Buen Aire en las alturas de Castilleja de Guzmán. ¿Necesitaba Sevilla esa torre? ¿Ha aportado algo a la ciudad? La respuesta es no. De esas torres las hay en cualquier lugar, estéticamente es vulgar y según me dicen lo único que ha conseguido es enredar el tráfico de la zona. Pero lo que sí es seguro es que ha roto la singularidad de aquel paisaje que tanto entusiasmaba a aquellos jóvenes estudiantes de los años sesenta. No es conservadurismo. En la misma Sevilla nos parece un acierto la transformación de la muy céntrica y antigua plaza de la Encarnación con esa extravagante y modernista construcción que es el Metropol-Parasol, popularmente llamado 'Las Setas'. La cuestión es pertinente ahora que se ha propuesto en Málaga la construcción de una gran torre-hotel en el dique de levante. Málaga ha conseguido la urbanización del Puerto con éxito. Las decisiones han sido difíciles pero en general acertadas. De entre todos, el mayor acierto es haber contribuido a que Málaga pueda mirarse a sí misma desde el mar. Y lo que ha visto, le gusta. Ahora imagínense a la Torre Pelli en la bocana del Puerto. Una torre, más alta para que los políticos (los políticos son los que en última instancia toman las decisiones), puedan presumir de tener la torre más grande, pues si imaginamos una interpretación psicoanalítica de la arquitectura institucional toda nueva torre podría ser considerada como una representación (fálica) del tamaño del poder.

¿De verdad Málaga necesita para identificarla en el imaginario universal un hotel en la bocana del puerto que llegue al cielo? Hay derechos humanos de primera, de segunda y de tercera generación. Pero también hay derechos de cuarta generación que son los derechos de especie (de la especie humana). Incluyen la atención a aquellas medidas que garanticen el futuro. Que garanticen no solo la continuidad de la especie sino también su calidad de vida. Uno de ellos no suficientemente desarrollado es el derecho al paisaje. De Sevilla deberíamos aprender muchas cosas. Sobre todo de sus errores. Ni la más que dudosa singularidad ni la rentabilidad, son razones suficientes para un empeño que cambiará el paisaje de la ciudad para siempre. Además, ¡no es de construir la Ópera de la Bahía de Sidney de lo que estamos hablando, que si así fuera habría que pensarlo! No, es de un hotel más, por muy grande y suntuoso que sea y por muy afamado que sea su arquitecto. La desmesura es casi siempre una ordinariez, algo que es la norma en muchos de los proyectos financiados con petrodólares.

martes, 20 de septiembre de 2016

EL AGUAFIESTAS

LA TRIBUNA
FEDERICO SORIGUER
http://www.diariosur.es/opinion/201609/09/aguafiestas-20160909105629.html
9 septiembre 201610:56
¿Qué es España?, se preguntaron una y otra vez Costa, Unamuno, Ortega, Américo Castro, Sánchez de Albornoz. Una nación festiva, esa es mi conclusión. Un país de fiesta y de fiestas. Nacionales, autonómicas, locales, regionales, municipales o de barrio, privadas o públicas, muy antiguas y muy nuevas, tradicionales y no tanto, de invierno, de otoño, de primavera y de verano, sobre todo de verano. Religiosas y laicas. Y así podríamos seguir con esta taxonomía nacional festera que nos une a todos, rojos y azules, gordos y flacos, nacionalistas de aquí y de allí, feos y guapos, hombres y mujeres, ateos y creyentes. Las fiestas como cemento identitario más allá de la política y del destino manifiesto. Un país festivo hasta la extenuación pues para la fiesta el único límite es el del agotamiento. El mundo se puede parar pero la fiesta, la gran fiesta nacional continua, como si fuera posible vivir eternamente fuera de sí. Da igual el motivo. La fiesta, el jolgorio,  la gente en la calle, el ruido, las pasiones del alma  desatadas, las risas, más risas, el alcohol, las drogas, la música, el desenfreno, el ruido, más ruido. La fiesta sin más, único fin en si mismo, el único lugar común donde se sientan en la misma mesa la izquierda y la derecha, los pobres y los ricos, las fulanas y los fulanos. Y sobre todo el ruido, el ruido y la furia de los vándalos, cada vez más presentes.
Da igual que se tire una cabra por el campanario, que se corran hasta la extenuación unos toros, que se bañen en tomate, que se lleve a la imagen sagrada para arriba y para abajo, que se beba y se baile sin freno hasta que el cuerpo aguante. Que se tomen las ciudades durante los días de fiesta, porque la fiesta es de todos dicen, porque la fiesta es sagrada dicen, porque la fiesta pertenece al pueblo, dicen, porque la fiesta es la tradición dicen, porque quienes levantan la ceja con la fiesta, son unos aguafiestas, dicen. Que los que miran con desdén nuestras fiestas, se vayan, dicen, que no nos calienten la cabeza con sus rollos sobre la barbarie y el silencio, que no nos amarguen la vida, pues la fiesta es la vida, que no nos pongan chinas en el zapato que ya tenemos bastante con la china que nos ha tocado. La calle es nuestra, deberían saberlo los aguafiestas. Desde siempre y porque sí. Por tradición, por la santa y bendita tradición, la tradición que sea, que más da si en estos días de fiesta la calle es nuestra, el mundo es nuestro, el país es nuestro. Que todos los días son ya nuestros porque todos los días son fiesta. Que hay penas, fiesta, que estoy alegre, fiesta, que soy pobre, fiesta, que soy rico, fiesta. Fiesta oficial la declaran los egregios políticos, los patricios del pueblo, los tribunos de la plebe. Que hay que disfrazarse, pues te disfrazas, que hay que beber pues se bebe, que hay que gritar, pues se grita, que hay decir tonterías y ordinarieces, pues se dicen. No hay mayor placer que sentirse rodeado de millones de personas que beben, gritan, y festejan juntos. Ni frío ni calor. Ni siento ni padezco, solo disfruto, libero mis energías más elementales, me río, me abrazo con este y con aquel,  con esta y con aquella. Ni me exijo ni me exigen nada salvo que guarde la tradición de la fiesta. La que sea. Perder la compostura manteniendo las posturas. He aquí el secreto de la fiesta.
Así es mi país, mi nación o mi reino. Un reino de este mundo, absolutamente. Si ningún género de duda. Un reino en el que los aguafiestas lo tienen crudo. A beber y a cantar, a vivir y a folgar. Un país que, mientras tanto y desde siempre, ha exilado a todos los aguafiestas que en España han sido, y que han sido muchos más de los que este país festero se merece. Y aquí estamos de resaca, con una monumental y maravillosa resaca, sí, ¡y qué¡ A  quién le importa, si esto es cuestión de un par de días y un alkaseltzer pues hay que reponerse para poder comenzar de nuevo con la garganta rota, con el bolsillo vacío, con la moral por los suelos, con el humor agriado, con la esperanza bajo mínimos, ¡sí, ya lo sé¡ ¡y qué¡, a quién le importa pues lo único que importa es que la fiesta continúe, pues sin fiesta no hay vida, ni cultura, pues  no hay más cultura que  esa cultura que llaman con desprecio, popular y que es festiva o no es popular ni es cultura.
Así que si usted es un aguafiestas, no me venga con monsergas, no me pida que me calle, que baje el volumen de mi voz, que silencie el ruido de los coches locos, porque mi voz, mi ruido, mi locura es la locura del pueblo, del único pueblo posible, aquel que solo tiene voz cuando grita, canta, baila, se emborracha y llora de alegría festiva. No me pida que me calle y váyase, como hicieron sus maestros, como han hecho antes todos los aguafiestas y déjenos aquí con nuestros bailes, con nuestra alegría, con  nuestro ruido, con nuestra furia, con nuestras fiestas y váyase antes de que cambie de opinión y en un momento de embriaguez, como si todos fuéramos una misma persona, una misma alma, un mismo país, pasemos por encima de su palabra, de sus derechos y si hace falta por encima del futuro y de la gloria, pues no hay más futuro que este que se encierra en estas palmas ni más gloria que la que alcanza el placer de la farándula