LA TRIBUNA
FEDERICO
SORIGUER / MÉDICO. MIEMBRO DE LA ACADEMIA MALAGUEÑA DE CIENCIAS
8 diciembre 201610:01
http://www.diariosur.es/opinion/201612/08/pisa-acento-andaluz-20161208004555-v.html
El informe PISA nos ha vuelto a sorprender y de nuevo
comienzan los lamentos y las justificaciones. Hace unos años desde la Junta de
Andalucía se inició una campaña de exaltación de la forma de hablar en
Andalucía como respuesta a las descalificaciones, procedentes desde instancias
diversas del país, como las muy recientes de la señora Cifuentes. Lo andaluz
como lo pobre y el acento andaluz como la expresión de la falta de cultura.
Aquella campaña fue ridícula además de inútil pues intentaba despertar un nacionalismo
andaluz de bajo grado. Ridícula, inútil y populista pues con la disculpa de
exaltar el sentido de pertenencia, se trataba de tapar los graves problemas y
deficiencias que aún padece Andalucía. ¿Alguien duda de que si Andalucía
estuviera a la cabeza de España y de Europa en marcadores de desarrollo social
y económico este mismo acento hoy sería de buen tono en los salones de las
cortes de los poderosos?
Porque el problema no es el acento andaluz
sino la indigencia cultural que todavía reside en los lugares más insospechados
de la sociedad andaluza y que oscurece la enorme riqueza que Andalucía
encierra. Porque Andalucía no converge. Especialmente no converge
culturalmente. Limitémonos en esta columna a la educación. Desde el minuto uno
de la Transición el objetivo fue la universalización de la educación. Que los
andaluces dejaran de ser mayoritariamente analfabetos fue, sin duda, un éxito.
Pero ahí se quedó la cosa y en el minuto dos había que haber intentado algo
más. Y es entonces cuando todas las fuerzas políticas levantaron el píe del
acelerador. Como aquí ha gobernado la izquierda hablaremos de ella. Conseguida
la universalización, para esta izquierda los objetivos educativos fueron, sobre
todo, el igualitarismo y el reforzamiento de la cultura popular. La
consecuencia al cabo de tantos años ha sido la mediocritas. Porque la obsesión
igualitarista nada tiene que ver con la igualdad de oportunidades o de salida y
ni siquiera con la igualdad de llegada. Se ha puesto mucho más énfasis en la
homogeneización que en la emulación, en el reforzamiento de la cultura popular
que en la disciplina y el esfuerzo. La cultura popular, tal como la entendía el
creador de la antropología moderna Fran Boas tiene más que ver con el conjunto
de hábitos y costumbres que identifican a una comunidad en un momento
determinado, que con el mérito. Se tiene una cultura popular por el mero hecho
de vivir en este sitio y no en otro cualquiera. Puede ser maravillosa en
algunas cosas y execrable en otras. Aquí y en Sebastopol. A los nacionalistas
etno-económicos de siempre, a los nuevos e insolidarios nacionalistas del PP de
Madrid y a los folko-nacionalistas andaluces habría que recordarles lo que
decía George Brassens (traducción libre), «todos los imbéciles han nacido en
algunas parte». Pero la cultura popular no es algo de lo que se tengan que
ocupar ni los políticos ni mucho menos la escuela. Ya se encarga la sociedad,
que es de donde surge. Sin embargo en Andalucía las clases dirigentes de la
etapa democrática desde el primer momento se pusieron al frente de todo lo que
oliera a popular hasta apropiárselo, utilizándola como el mejor instrumento
para controlar a esa misma sociedad. A pesar de los maestros, víctimas y héroes
de esta historia. Ahora la gente ha dejado de ser ágrafa, sabe leer, pero no
lee. Tampoco ha aprendido a cuestionarse el mundo. Ni el mundo natural a través
de una cultura científica ni el mundo social a través del pensamiento crítico.
Hasta hace no mucho las personas que no sabían leer ni escribir, las clases más
desfavorecidas eran conscientes de su ignorancia. Sabían que no sabían y se
rebelaban para intentar cambiarlo. Al menos lo intentaban. Además su cultura,
sus conocimientos, eran el resultado de una transmisión oral que le
proporcionaba una extraordinaria riqueza expresiva y comunicativa. Así lo
reconocieron todos los estudiosos que hicieron investigaciones antropológicas y
lingüísticas en Andalucía. Pero las actuales generaciones alfabetizadas no
saben que no saben y ni siquiera se cuestionan su identidad comunicativa. Hoy
una parte significativa de la población ha empobrecido su lenguaje y con él la
capacidad de expresar conceptos e ideas más o menos complicadas. En su lugar
han reforzado el acento oscureciendo la pronunciación. Con estas mimbres la tosquedad
está servida. La cuestión se agrava por las nuevas tendencias de la sociedad
del consumo masificado. Son, precisamente, estos grupos menos favorecidos
culturalmente (a los que ahora la consejería de Educación echa la culpa de los
resultados del informe PISA), los que tienen menos instrumentos para defenderse
de los mensajes, las modas y el consumo. Hoy la cultura popular la impone la
televisión, el mercado y el mundo de la farándula y el espectáculo.
Por otro lado ya no es, como en algún
momento ocurrió, que las masas intentan imitar el estilo y la vida de la
burguesía. Ahora los límites están difusos y son precisamente estas grandes
masas las que marcan tendencias y estilos. Las clases medias terminan siendo
contagiadas, al menos parcialmente, de las maneras de expresarse social y
estéticamente de aquellos grupos menos favorecidos culturalmente. Hace algún
tiempo escribí críticamente sobre la película 'Carmina o Revienta', ese
gigantesco monumento a la ordinariez andaluza. Me escribieron algunas personas
indignadas por lo que al parecer supuso un desprecio a las clases populares,
verdaderas representares de la identidad colectiva. Pablo Aranda en una de sus
columnas en el SUR contaba que en la presentación de un libro, le hicieron un
extrañísimo comentario presuntamente elogioso: «¿Escribes tan bien para
compensar tu forma de hablar?» Su interlocutor se refería al acento andaluz.
«Contesté lo que pensaba y no le di mayor importancia, para qué ocuparme de
tonterías».. «pero son muchas veces ya y cansa» (-escribe Pablo Aranda-).
Querido y admirado Pablo, me parece que aún te queda trabajo para rato, porque
en Andalucía vamos sobrados de identidad. Lo que nos falta, al parecer, es otra
cosa.
Magnífico Federico. Me identifico 100%. Difundo
ResponderEliminarFederico continúa escribiendo tus pensamientos para que sigan apoyado nuestra labor. Aurora
ResponderEliminarTerrible paradoja: la alfabetización de todos los andaluces sirvió para perder la espontaneidad de la cultura original, y al tiempo adoptar la banalidad y la chabacanería de la cultura de masas en su peor versión. Alfabetizar para hacer más patente la incultura. Terrible. Como siempre Soriguer con su lucidez de siempre
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