sábado, 26 de noviembre de 2016

La salud pública de los últimos 20 años

20 AÑOS DE EL MUNDO DE ANDALUCÍA
El estado de la salud
http://www.elmundo.es/andalucia/2016/11/25/5836eafce5fdea90618b463f.html
FEDERICO SORIGUER
25/11/2016 18:03

Hasta la Ley General de Sanidad de 1986, el sistema sanitario español se caracterizaba por estar constituido por un gran número de redes asistenciales que en muchas ocasiones tenían funciones superpuestas, con la consiguiente ineficacia, desorganización y despilfarro de recursos. Con la LGS España homologa su sistema sanitario público al de la mayoría de los países europeos, escogiendo, no sin grandes tensiones políticas, el modelo Beveridge, de Gran Bretaña frente al Modelo Bismarck de otros países europeos. No obstante el mejor ejemplo de que el sistema sanitario español ha sido siempre un tema complicado de gestionar para el Estado es que a sólo una década de su creación se constituye la llamada "Comisión Abril", documento que es entregado en 1991 y en el que se consideraba que existía "un cierto agotamiento del sistema sanitario público español". El impacto del informe Abril sobre los trust tecno gerenciales fue enorme. En el año 1992, en la antesala de la Expo, siendo consejero de Salud José Luis Arboleya tuvo lugar un magno encuentro de varios centenares de gestores, técnicos y políticos sanitarios. La guinda de la reunión la puso la conferencia del profesor Carlos Castilla del Pino. Recuerdo algunas de sus frases: "Los pacientes de nuestro tiempo no pueden aspirar a que los quieran, solo a que los curen"... "En la medicina moderna los médicos y los pacientes compiten hoy por la tecnología". No vieron los asistentes la amarga ironía de sus palabras y la conclusión que sacaron de ellas y de la propia reunión fue que la medicina ya no era ni un arte ni una ciencia sino una técnica que como tal puede ser evaluada por los productos que fabrica. Y a ello se dedicaron con ahínco las mejores cabezas de la gestión sanitaria. En toda España y muy en particular en Andalucía, asentado ya el sistema sanitario público y consolidado el SAS, los sistemas de gestión cambiaron radicalmente. En realidad ya habían comenzado en los finales de los ochenta cuando los hospitales y los distritos sanitarios dejan de tener directores médicos y en su lugar se colocan a gestores. Pero bajo la disculpa de un debate técnico, lo que en realidad estaba ocurriendo era una lucha de poder entre el viejo establecimiento médico y las nuevas clases tecno-gerenciales y políticas. Desde luego había sobradas razones para cambiar el viejo modelo médico, pero en el maremágnum se pasaron de frenada. Comienza lo que en otro lugar hemos llamado "gerencialismo". Fue la manera que tuvo la socialdemocracia de hacer frente a las propuestas neoliberales que a partir de los años setenta se fueron extendiendo por toda Europa. En realidad la versión española de lo que Anthony Giddens llamó tercera vía y que tanto éxito político le dio a Tony Blair, pero que terminó casi desmantelando el NHS, del que nuestro modelo sanitario ha sido deudor. Durante la época de crecimiento y estabilización de los últimos años del pasado siglo y los comienzos de este, uno de los objetivos nunca reconocidos del sistema "gerencialista" fue neutralizar el protagonismo profesional. Esto fue especialmente cierto en Andalucía convertida, gracias a las políticas privatizadoras de los gobiernos conservadores de Madrid en el gran bastión del Sistema Público de Salud. Las leyes más progresistas y los modelos de gestión más duros se ponían a prueba en Andalucía, leyes y modelos que después eran copiados incluso por las autonomías con gobiernos conservadores. Durante años gobernaron con esa manera autoritaria que da el saberse con poder. La disolución de las comisiones (investigación, mortalidad, historias clínicas, etc.) de los grandes hospitales, lugares en donde el protagonismo profesional era muy importante y su sustitución por otras que no eran más que sucursales de las gerencias, la transformación de los viejos servicios médicos y quirúrgicos, en las Unidades de Gestión Clínica (UGC), entre otras medidas, cambiaban las reglas del juego en el interior de las instituciones sanitarias, pues si hasta entonces los líderes profesionales eran los representantes de los profesionales y de los pacientes ante la dirección de los centros, ahora en las nuevas UGC los nuevos líderes, crecientemente cargos de confianza, eran los representantes de las gerencias antes los profesionales y los pacientes. La repercusión que ha tenido esta inversión de la flecha en el protagonismo profesional y en el sentido de pertenencia de los trabajadores hacia las instituciones ha sido enorme. Mientras hubo recursos la cosa funcionó, aunque ya algunos advertíamos de los riesgos de aquel modelo crecientemente autoritario, pero cuando llegó la crisis este modelo se ha mostrado claramente insuficiente.
Es entonces cuando los responsables políticos se acuerdan de la importancia de los profesionales. Cuando les bajan el sueldo, cuando precarizan su trabajo, cuando a los jóvenes profesionales sanitarios les contratan en condiciones indignas, aquellos mismos que habían desdeñado el protagonismo profesional, les demandan adhesión en nombre de los valores tradicionales de la medicina.
La última medida ha sido la fusión de los hospitales dentro de cada provincia y de otros centros sanitarios. Ha sido una huida hacia adelante que como era fácil de predecir no ha llevado a ninguna parte y hace solo unos días que más de 40.000 personas en Granada salían a la calle denunciando la situación a la que las fusiones han llevado a la sanidad granadina (en otras ciudades los ejemplos se multiplican). Aún así Andalucía tiene un razonable sistema sanitario y los responsables políticos, ¡qué ironía! pueden presumir de que sea uno de los más rentables. Y lo es, porque hasta ahora, aunque cada vez con mayor precariedad, el sistema está dando respuesta a la demanda asistencial con menos recursos que otras comunidades (por ejemplo, el país Vasco recibe unos 1.500 euros/persona y año para sanidad, mientras que un andaluz recibe alrededor de 1.000 euros).
¿Saben ustedes la cantidad de dinero que esto supone? Si la mayor parte del gasto del sistema es el de sus trabajadores (más de 90.000) no es difícil de imaginar cómo se ha conseguido cuadrar este círculo. Pero si en algo está fracasando el sistema sanitario andaluz es en la prevención. No es un asunto exclusivamente andaluz y puede ser aplicado a todo el territorio español, pero los marcadores de salud pública de Andalucía (prevalencia de obesidad, de diabetes mellitus tipo 2, hipertensión arterial, sedentarismo, mortalidad por diabetes o por enfermedad coronaria, entre otros), son de los peores de España. No es sorprendente que sea así si miramos el perfil de competencia profesional y técnico de muchos de los directores generales responsables de la salud pública en Andalucía a lo largo de estos años, pero sobre todo si tenemos en cuenta que la salud pública depende mucho más de los marcadores socioeconómicos que de los sanitarios. Y, lamentablemente el PIB o la educación, por citar dos de los más significativos no han convergido con las comunidades más prosperas de España, siguiendo en muchas de ellas Andalucía a la cola de España. Hemos llegado al límite de espacio que se nos permite en esta colaboración y no quiero dejar de comentar que uno de los grandes esfuerzos que ha hecho, y con cierto éxito, las sucesivas consejerías de Salud de la Junta de Andalucía han sido en Investigación Biomédica. Antes de la crisis se incrementaron progresivamente los recursos dedicados a la investigación y se mejoraron notablemente los sistemas de gestión de ciencia. Hubo en nuestra opinión, no obstante, errores importantes en el establecimiento de las prioridades, que desde hace unos años gracias a la creación por el ISCIII de los institutos de Investigación Biomédica (En Andalucía hay ya cuatro acreditados o en vías de acreditación) se estaba comenzando a solucionar. Un empeño que con la crisis, como ha ocurrido en el resto del país con las inversiones de ciencia, corre el riesgo de no haber servido para mucho.

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