domingo, 22 de julio de 2018

POLÍTICA DE ZANCADILLAS


Hoy es inconcebible construir un gran hospital universitario sin un campus científico y docente a él vinculado. Hay además ahora en marcha el proyecto de convertir el cuartel de la Trinidad en un gran museo polivalente
FEDERICO SORIGUER E ILDEFONSO FERNÁNDEZ–BACA Exjefes de Servicio de Endocrinología y Nutrición y de Oftalmología del Hospital Universitario Carlos Haya

DIARIO SUR Sábado, 21 julio 2018, 00:42
https://www.diariosur.es/opinion/politica-zancadillas-20180721181108-nt.html


El pasado 17 de julio ese gran periodista que es Ángel Escalera escribía una columna en la que expresaba su estupor ante la propuesta de la Consejería de Salud para que sea el Ayuntamiento quien decida la ubicación del nuevo hospital de 800 camas. En la práctica eso supondría aceptar que la construcción será en los patios del Hospital Civil. El Ayuntamiento no tardó ni veinticuatro horas en responderle y el 18 de julio SUR lo recoge en primera página: «El alcalde ofrece la parcela del Civil para el tercer hospital y sin contraprestaciones». Hemos formado parte de las comisiones que han elevado a la Consejería de Salud el informe sobre el nuevo hospital, incluido el lugar para construirlo y quisiéramos hacer algunas precisiones. En primer lugar, que no se trata de un tercer hospital como machaconamente desde el Ayuntamiento se insiste una y otra vez. Lo que hay previsto es una refundación del viejo Hospital Carlos Haya (luego renombrado Hospital Regional). El proyecto no es el mejor proyecto posible pero es un buen proyecto. Y lo es porque coge el toro por los cuernos, reconoce la deficiente situación hospitalaria de Málaga y muy en particular la obsolescencia del viejo Carlos Haya e introduce innovaciones dignas de ser consideradas.
Hemos estado más de cuarenta años trabajando en el hospital, de ellos una buena parte en el Civil que era y es el pabellón C del Hospital Carlos Haya. Alguna experiencia tenemos sobre las posibilidades del Civil y no solo por haberlas vivido (entre ellas las anuales inundaciones de sus sótanos) sino también por haberlas pensado, como el mismo alcalde sabe pues nos hemos reunido con él en alguna ocasión para intentar evitar que se construyera en los patios del Civil. Hemos formado parte también de las comisiones técnicas que han elaborado el informe en el que se recomendaba la construcción del edificio que sustituirá al viejo Carlos Haya detrás del Materno, donde hay mucho más espacio que en los patios del Civil. Pero siendo muy importante el espacio no es lo único a considerar.
El proyecto presentado a la Consejería por el 'grupo de expertos' presupone una refundación razonable y modernizada del viejo Carlos Haya, recuperando la relación funcional con el Materno-Infantil, única manera de solucionar la costosísima disfuncionalidad a la que condujeron las sucesivas y no siempre bien planificadas ampliaciones. Pero el proyecto incluye otros asuntos que el Ayuntamiento parece ignorar y que sin embargo son del mayor interés. La previsión es que el Hospital Civil se convierta en un campus universitario científico y docente, vinculado al hospital. Un campus que debería ocupar todo el espacio funcional del Civil y no solo el edificio histórico. Hoy es inconcebible construir un gran hospital universitario sin un campus científico y docente a él vinculado. Hay además ahora en marcha el proyecto de convertir el cuartel de la Trinidad en un gran museo polivalente. Si todos los proyectos prosperan, en pocos años nos encontraríamos con un enorme espacio cultural, científico, docente, universitario y sanitario que iría desde la calle Velarde hasta La Roca. Uno puede imaginar un futuro cercano que cambiaría por completo a la Trinidad y que ayudaría a reequilibrar la ciudad ahora demasiado volcada en el centro.
Los patios del Hospital Civil deberían ser preservados para un uso funcional dentro del futuro campus universitario lúdico-docente-científico-sanitario. Construir ahora en el Civil habiendo muy cerca otra posibilidad mejor, es hipotecar el futuro desarrollo de la zona. El proyecto permite también el manteamiento de los pabellones A y B del viejo Carlos Haya ahora reconvertidos en un 'hospital comunitario', que es sin duda una gran idea, (aunque de alto riesgo por la falta de precedentes), pues podría dar satisfacción al cambio de genio epidemiológico de muchas de las enfermedades prevalentes de nuestro tiempo, así como a las relaciones con Atención Primaria y los diferentes niveles asistenciales, hasta ahora bastante deficientes. El informe, aunque no lo contempla, debe también servir para abrir un debate sobre el futuro de la sanidad pública y en concreto del futuro sanitario de la ciudad que incluya la situación de la atención primaria, del Hospital Clínico y del resto de las infraestructuras sanitarias.
Cuando hemos defendido este proyecto en algunos foros se nos ha dicho que no somos urbanistas y que desconocemos las complejas interrelaciones de un proyecto como este. Es posible que así sea, aunque este tipo de acusaciones también sirven en la dirección contraria, pues un gran hospital no es lo mismo que un gran hotel o un gran supermercado. Igual que la medicina es algo demasiado importante para dejarla en manos de los médicos con más razón podemos decirlo del urbanismo. Pero mas allá de estas obviedades lo que de verdad nos preocupa en este momento es que esta situación comienza a parecerse demasiado al gran fiasco del mal llamado macrohospital de los Asperones, cuya construcción debía de haber comenzado en 2008 y que hoy, diez años después, debería estar ya terminado o a punto de terminar.
En el 2008 los dos firmantes estábamos en activo y un día, pensando sobre el proyecto del nuevo Carlos Haya que la Consejería prometía en los Asperones uno de nosotros comentó que cuando lo inauguren no lo disfrutaremos ya como médicos pero que al menos sí como pacientes jubilados. Hoy ya los dos lo estamos, pero nuestro entusiasmo, nuestra esperanza y nuestra ingenuidad siguen intactas. Aquel proyecto fracasó, dicen, por la llegada de la crisis, pero el proyecto había fracasado ya años antes, por el zancadilleo que se produjo entre la Junta y el Ayuntamiento. Revisar las hemerotecas de aquellos años da ganas, literalmente, de llorar. De nuevo están en juego el prestigio de las instituciones, de la Junta y del Ayuntamiento. Ni siquiera podemos concebir que la historia volviera a repetirse.


lunes, 9 de julio de 2018

SOBRE LA AYUDA A UNA BUENA MUERTE

DIARIO SUR. Domingo, 8 julio 2018

La medicina moderna ha invadido la vida entera desde el nacimiento hasta la muerte. Nada es ya ajeno a la medicina y no parece que esto en el futuro vaya a cambiar
    FEDERICO SORIGUER. Médico y Miembro de número de la Academia Malagueña de Ciencias

Esto es lo que significa eutanasia, buena muerte, aunque la historia haya cargado a la palabra de múltiples significados. Frente a la 'meditatio mortis' de los antiguos hoy la muerte es la gran ausente de las sociedades modernas. Por eso, ante la propuesta de llevar al Parlamento una ley para regular la eutanasia, es muy bien venido el debate iniciado en SUR por tres colegas con los que me unen lazos de amistad y mutuo aprecio. A pesar de que, al menos en dos de ellos, se mantienen posturas muy lejanas, sus argumentos me gustaron y me convencieron. Con esta indefinición lo que quiero dejar constancia ya desde el principio, es mi falta de preparación intelectual para tener una idea clara sobre la cuestión.
Como clínico me he tenido que enfrentar en numerosas ocasiones con la muerte del paciente y en algunas otras con decisiones difíciles sobre cómo ayudarle en ese momento. En muchos de estos últimos me faltaba preparación técnica y, sobre todo entrenamiento moral para saber si estaba haciendo lo correcto. En algunos casos de familiares y en sus casas, la decisión era más fácil, pero en aquellos otros en los que la muerte se producía en el hospital, creo que no siempre hice lo que debía ni como debía. Y es este el primer dilema moral pues lo que es bueno para un familiar debe serlo también para el resto de los pacientes atendidos en un hospital público. Como me recordaba muy recientemente un buen amigo que ha trabajado toda su vida en la UVI: «En algunos casos hemos ayudado a bien morir pero han sido más los que nos hemos dejado llevar por el 'ensañamiento terapéutico'». Algunos lo tienen muy claro y lo fían todo a los cuidados paliativos. «Divinun este sedare doloren», un aforismo atribuido a Hipócrates cuya traducción real es «sedar el dolor es tarea de los dioses» y es aquí en este referencia divina donde ha residido (y aun reside) buena parte del poder de los médicos y de la medicina y también su responsabilidad. Existe una relación estrecha entre poder y responsabilidad.
A mayor poder mayor responsabilidad. En los últimos tiempos a los médicos se les ha ido quitando buena parte del viejo poder y no debería sonar como una denuncia sino como la consecuencia inevitable de que con esta pérdida de poder también muchos médicos se han sentido menos responsables de las consecuencias de sus actos. Los cuidados paliativos acortan casi siempre la vida de los pacientes y por este motivo no fueron inicialmente aceptados por una parte de la medicina. Hoy son esgrimidos como un argumento contra la legislación sobre la eutanasia. Pero la medicina plantea a los médicos retos nuevos constantemente.
¿Qué hacer con aquellas personas que mas allá de los cuidados paliativos han expresado inequívocamente su voluntad de morir, pero no tienen la autonomía física para hacerlo? ¿Qué hacemos con los casos de Ramón Sampedro que llevaba décadas luchando sin éxito en los tribunales para lograr que los médicos lo ayudaran a morir cosa que finalmente consiguió de mala manera el 12 de enero de 1998. ¿Qué hacemos con el caso de Inmaculada Echevarría, quien el 18 de octubre de 2016 pudo cumplir su deseo de morir pero a diferencia de Sampedro atendida por un equipo médico que la sedó y le retiró el respirador? No deja de ser sorprendente que la única diferencia entre uno y otro era que la segunda estaba conectada a un respirador y el primero no.
Vaya por delante que si hoy yo estuviera en activo y me viera en la tesitura de tener que aplicar legalmente la eutanasia, seguramente objetaría en conciencia. Y no porque esté en contra de ella, al menos teóricamente, sino porque no estaría preparado ni moral ni intelectualmente para hacerlo en la práctica. Sin embargo sí quiero estar preparado para solicitarla si algún día (ojalá que no ocurra) me encuentro en una situación sin salida y mis fuerzas y mis esperanzas han llegado al límite y es entonces cuando me gustaría encontrar un sistema sanitario y un médico que me ayude. La medicina ha cambiado tanto que el corpus hipocrático no es suficiente para dar respuesta a toda la complejidad y a todos los problemas que la medicina moderna genera. En las páginas finales del 'Franskenstein' de Mary Shelly, el monstruo maldice a su creador por haberle proporcionado un gran anhelo de felicidad pero no los medios para saciarla. Al final le lanza al Dr. Frankenstein la peor acusación que puede hacerse: «Nadie tiene derecho a crear a un ser al que no le ofrece a la vez los medios para ser feliz». Y este grito del monstruo sirve también hoy para la muerte.
El hombre moderno está solo. Es algo nuevo en la historia. Hoy sabemos que, todos, creyentes o no creyentes, tenemos bajo nuestra responsabilidad la vida y la muerte del hombre. La medicina moderna ha invadido la vida entera desde el nacimiento hasta la muerte. Nada es ya natural. Nada es ya ajeno a la medicina y no parece que esto en el futuro vaya a cambiar. Podemos hacer como que no lo vemos y seguir eludiendo esta gran responsabilidad, que a mí al menos me sobrecoge. Los médicos no podemos refugiarnos en el confort de un pasado que nunca existió ni en una deontología que no es en absoluto unívoca.
En las sociedades democráticas son los Parlamentos, no los técnicos, los que hacen las leyes en representación de todos los ciudadanos, aunque al final será el médico el que en la soledad de su conciencia y con la competencia que le dan sus conocimientos, quien decidirá lo que debe hacer. Nadie ha dicho que la medicina sea fácil.