domingo, 25 de noviembre de 2018

MILLONES DE RAZONES EN EL DÍA MUNDIAL DE LA DIABETES


La tribuna
Encontrar soluciones eficaces frente a la diabetes no surge de la nada. Es el resultado de un consenso colectivo, del compromiso y la inversión pública en intervenciones asequibles, rentables, basadas en la mejor investigación científica disponible
Diario SUR Miércoles, 14 noviembre 2018 https://www.diariosur.es/opinion/millones-razones-mundial-20181114194959-nt.html
Hoy día 14 de noviembre se celebra el Día Mundial de la Diabetes. En el año 2017 casi 450 millones de personas vivían con diabetes. En España, según los resultados del estudio epidemiológico Di@betes, promovido por el ISCIII-CIBERDEM, coordinado desde Málaga, un 13,8% de la población española tiene diabetes y un 15,3% en Andalucía. Debido a la alta prevalencia, la diabetes es responsable de entre el 5-10% del coste sanitario global, debido sobre todo a los gastos farmacológicos e ingresos hospitalarios por complicaciones. La diabetes mellitus tipo 2 se puede prevenir y ambas diabetes, la tipo 1 y la tipo 2, se pueden y se deben diagnosticar precozmente. También hoy ambas diabetes se pueden tratar mediante un abordaje integrado, donde la persona con diabetes se convierte en el verdadero protagonista.
Con la ayuda de la educación terapéutica y de las nuevas tecnologías las personas con diabetes pueden disfrutar de una cantidad y calidad de vida similar a la de la población general, tal como se soñó en 1989 en la 'Declaración de Sant Vincent'. Pero no podemos olvidar que la diabetes sigue siendo un duro reto para el individuo y su familia.
El lema elegido para este año 2018 por la International Diabetes Federation (IDF) es 'Familia y diabetes'. La familia es el 'hogar' donde se gestionan buena parte de los hábitos alimentarios y de salud de las personas, un pilar fundamental a la hora de prevenir la aparición de la diabetes 2. Por otro lado, la familia es la que tiene que hacer frente al gran impacto que supone tener un hijo con diabetes. El tiempo de dedicación de los padres (que a veces incluso obliga a algún miembro de la familia a abandonar su trabajo habitual), los recursos extras en fármacos no financiados o parcialmente financiados o actividades deportivas suplementarias son algunos de los gastos complementarios, sin olvidar que en ocasiones la presencia de una persona con diabetes en la familia puede afectar negativamente a la calidad de vida de los padres y hermanos.
Un estudio coordinado por el grupo de Endocrinología Pediátrica del Hospital Materno Infantil de Málaga, recientemente publicado (CHRYSTAL Observational study), ha analizado las consecuencias económicas de la diabetes tipo 1 desde una perspectiva social, señalando que los 'costes no sanitarios' que soporta directamente la economía familiar: transporte, comidas especiales, actividades físicas extras y cuidados informales –tiempo de cuidadores– en los niños con diabetes exceden a los costes sanitarios directos, la mayoría financiados por el sistema público (4.000 euros/niño y año), ascendiendo en total a unos 23.000 euros por paciente y año. Esto significa que el 83% de todos los gastos relacionados con la diabetes en edad pediátrica los soporta la familia.
Necesitamos una respuesta enérgica y más dinámica, no sólo por parte de los diferentes sectores gubernamentales, sino también de la sociedad civil, las organizaciones de pacientes, los productores de alimentos y los fabricantes de productos farmacéuticos. La diabetes no es sólo una crisis sanitaria; es una catástrofe social mundial. Por todo ello debemos aumentar la concienciación sobre la importancia de llevar una dieta saludable y realizar actividad física, especialmente entre niños y adolescentes, e incorporar ambientes saludables en la planificación urbana. Los profesionales sanitarios de la atención primaria, imprescindibles en las estrategias preventivas, deben disponer de los tiempos asistenciales y los recursos necesarios para desarrollar esta tarea. Están luchando por ello. Encontrar soluciones eficaces frente a la diabetes no surge de la nada. Es el resultado de un consenso colectivo, del compromiso y la inversión pública en intervenciones asequibles, rentables, basadas en la mejor investigación científica disponible. Es todo esto lo que se intenta recordar en este día.
El esfuerzo que han efectuado asociaciones de pacientes (en Málaga, Adima), sociedades científicas de diabetes (SED), de Endocrinología y Nutrición (SEEN), de Endocrinología Pediátrica (SEEP), de Medicina Familiar y Comunitaria (SEMFYC), de Medicina Interna (SEMI) y otras, poco a poco están logrando sensibilizar a nuestra sociedad. Y podemos decir que se están produciendo algunos avances. Tras un largo camino de 'propuestas no de ley' y de 'enmiendas traslacionales', se ha llegado en este mes de noviembre a una propuesta de acuerdo de la Comisión Parlamentaria de Prestaciones, Aseguramiento y Financiación para facilitar los sistemas de monitorización de la glucemia intersticial a adultos tras hacerlo previamente en niños de 4-18 años, destacando que se ha llevado a cabo una regulación con indicaciones precisas, sostenibles para el sistema nacional de salud y para todos los territorios de España.
Este año, el 14 de noviembre nuestro Ayuntamiento y nuestra Farola se vestirán de azul, como otros años y como sucede en todas las ciudades importantes del mundo con sus monumentos más emblemáticos. Este año el Parlamento nacional, además de vestirse también de azul, va a abrir sus puertas de par en par a la diabetes para hacer realidad un encuentro entre representantes políticos, personas con diabetes, sus familias y profesionales implicados en la atención y en la investigación en torno a la diabetes. En el escenario actual de la diabetes, todos estamos llamados a colaborar. La familia está en primera línea, tanto en la prevención como en el tratamiento, necesitando apoyos institucionales, profesionales y económicos para desarrollar este importantísimo papel. Sobran razones. Millones de razones. Tantas como personas con diabetes.
Firman este artículo: María Soledad Ruiz de Adana, médico, Servicio de Endocrinología y Nutrición, Unidad de Diabetes Hospital Regional Universitario de Málaga (Carlos Haya), Juan Pedro López Siguero, endocrinólogo-pediatra, Servicio de Pediatría, Hospital Regional Universitario de Málaga (Carlos Haya), y Federico Soriguer, endocrinólogo, miembro de la Academia Malagueña de Ciencias.


martes, 11 de septiembre de 2018

UNA ACADEMIA PARA EL SIGLO XXI




Diario SUR. La tribuna
FEDERICO SORIGUER
FEDERICO SORIGUER Médico y Miembro de número de la Academia Malagueña de Ciencias

Martes, 11 septiembre 2018

La Academia Malagueña de Ciencias (AMC) fue fundada como Sociedad de Ciencias en el año 1872. Ha cumplido pues 145 años durante los cuales ha formado parte de la vida cultural, social y científica de la ciudad, contribuyendo a este proyecto de todos que es Málaga. La Academia nace en un momento en el que no había en Málaga Organismos Públicos de Investigación (OPIs) y cuando aún faltaban más de ochenta años para que tuviera una Universidad. En estos años, la AMC ha realizado innumerables informes, debates, publicaciones, conferencias, mesas redondas, sobre muy diferentes temas, muchos de ellos controvertidos y complejos, pero de gran importancia para la ciudad. Pero el mundo ha cambiado y Málaga con él, ¡y de qué manera¡ Es por esto que en el seno de la AMC hay en este momento un profundo y sincero debate sobre cuál debe ser su papel en la sociedad del siglo XXI.
Las primeras academias de ciencias fueron creadas en Europa en el siglo XVII y XVIII en momentos del auge de los descubrimientos científicos. Estas instituciones reunían a los investigadores más eminentes, desarrollando sesiones en las que los diferentes trabajos eran presentados oralmente, debatidos y luego publicados. Algunas academias también cumplían funciones de organización y de financiación de las investigaciones. A lo largo del siglo XX la investigación científica se convierte en una 'cuestión de Estado' apareciendo los grandes Organismo Públicos (y privados) de Investigación (OPIs) que en cierto modo liberaron a las academias de aquellas funciones. Es por esto que las academias se han estado reinventado a lo largo del pasado siglo, teniendo entre sus objetivos ser depositarias y administradoras de un gran legado histórico.
Es lo que ocurre en aquellos países en los que la ciencia es una parte fundamental de su acervo cultural. Es el caso de la 'Royal Society' de Londres hoy uno de los grandes centros culturales de la City, la Real Academia de las Ciencias de Suecia, que actúa como tribunal de algunos de los premios Nobel, la Leopoldina o Academia Alemana de las Ciencias Naturales, la más antigua academia de ciencias del mundo y cuya biblioteca contiene cerca de 300.000 volúmenes, o, en fin, la Academia de Ciencias de Francia, que forma parte del Instituto de Francia. Hay muchas otras, pero todas ellas suelen estar ubicadas en edificios históricos, que con su suntuosidad simbolizan el orgullo de esas ciudades y de esos países por su contribución al conocimiento universal. La Academia Malagueña de Ciencias tiene un gran patrimonio cultural en su pasado, en sus archivos y en su biblioteca. Es una obligación de los académicos actuales conservarlo, darlos a conocer y vivificarlo. Ese legado forma parte del patrimonio cultural de la ciudad. Es, como se dice hoy en la jerga un BIC (bien de interés cultural). Pero estamos en el siglo XXI y la AMC debe de redefinir sus funciones. Y en eso está. La Academia Malagueña de Ciencias tiene como uno de sus más importantes objetivos contribuir a la dinamización cultural de la ciudad.
Nuestro país y nuestra ciudad necesitan de personas y de instituciones independientes que sean capaces de colocar a la ciencia como parte de la gran cultura y, también, al mismo tiempo contribuir a que la ciencia se encarne en la cultura ciudadana. Sin cultura científica una sociedad no es culta. Y sin ciencia no se puede generar cultura científica. Es un círculo virtuoso que ya lo explicaba muy bien Don Santiago Ramón y Cajal cuando decía que la ciencia solo puede enseñarla el que investiga o ha investigado. ¡Y quien mejor para hacerlo que estos académicos que han sido designados en un riguroso proceso de selección por su contribución al conocimiento científico!.
La ciudad de Málaga está inmersa en un profundo y exitoso cambio cultural que no puede hacerse de espaldas a la ciencia. Una sociedad moderna necesita de la ciencia. Málaga tiene ya una estructura de organismos públicos de investigación potentes (UMA, IOE, IBIMA, CSIC, IATA, PTM, archivos y museos) la mayoría de ellos, salvo los museos, desconocidos para los malagueños. Tiene también una gran actividad divulgativa con instituciones y organizaciones como el Centro Principia, 'Encuentros con la ciencia', 'La noche de los investigadores', la propia AMC, 'Encuentros del Pimpi', 'Ciencias sin límites' o sociedades como la de Astronomía, por citar algunas de las más conocidas.
La Academia Malagueña de Ciencias (AMC) posee, además, una característica muy valiosa recogida en sus estatutos ya desde su fundación: su independencia. Este es su bien más preciado y lo que le da, junto al prestigio de sus académicos, autoridad a sus informes e iniciativas, que es algo de gran importancia para cualquier institución ya sea pública o privada. Estas y otras muchas son las cuestiones que conciernen en este momento a la AMC. Un viaje apasionante al que están convocados todos los académicos, los de números, los de merito, los correspondientes, los de honor. Y con ellos todos aquellos amigos de la AMC que sabemos que son muchos, pues conocedores de su historia la viven y la sienten como parte de la historia de la ciudad. Al fin y al cabo si la AMC no existiera habría que inventarla. Y eso es lo que la Academia quiere hacer. Reinventarse en el siglo XXI, sobre los cimientos de su viejo y prestigioso legado. Esta es la responsabilidad de los académicos actuales. La situación de la ciencia en España debe mejorar. El olvido de la ciencia en los últimos diez años (¡diez años ya¡) en los presupuestos generales del Estado está hipotecando el futuro de nuestro país. Afortunadamente siempre hubo personas e instituciones que mantuvieron encendida la llama sagrada de la ciencia esperando que algún día la situación de la ciencia en España se normalizara. La Academia Malagueña de Ciencias (AMC) quiere contribuir a mantener encendida esa llama.


domingo, 22 de julio de 2018

POLÍTICA DE ZANCADILLAS


Hoy es inconcebible construir un gran hospital universitario sin un campus científico y docente a él vinculado. Hay además ahora en marcha el proyecto de convertir el cuartel de la Trinidad en un gran museo polivalente
FEDERICO SORIGUER E ILDEFONSO FERNÁNDEZ–BACA Exjefes de Servicio de Endocrinología y Nutrición y de Oftalmología del Hospital Universitario Carlos Haya

DIARIO SUR Sábado, 21 julio 2018, 00:42
https://www.diariosur.es/opinion/politica-zancadillas-20180721181108-nt.html


El pasado 17 de julio ese gran periodista que es Ángel Escalera escribía una columna en la que expresaba su estupor ante la propuesta de la Consejería de Salud para que sea el Ayuntamiento quien decida la ubicación del nuevo hospital de 800 camas. En la práctica eso supondría aceptar que la construcción será en los patios del Hospital Civil. El Ayuntamiento no tardó ni veinticuatro horas en responderle y el 18 de julio SUR lo recoge en primera página: «El alcalde ofrece la parcela del Civil para el tercer hospital y sin contraprestaciones». Hemos formado parte de las comisiones que han elevado a la Consejería de Salud el informe sobre el nuevo hospital, incluido el lugar para construirlo y quisiéramos hacer algunas precisiones. En primer lugar, que no se trata de un tercer hospital como machaconamente desde el Ayuntamiento se insiste una y otra vez. Lo que hay previsto es una refundación del viejo Hospital Carlos Haya (luego renombrado Hospital Regional). El proyecto no es el mejor proyecto posible pero es un buen proyecto. Y lo es porque coge el toro por los cuernos, reconoce la deficiente situación hospitalaria de Málaga y muy en particular la obsolescencia del viejo Carlos Haya e introduce innovaciones dignas de ser consideradas.
Hemos estado más de cuarenta años trabajando en el hospital, de ellos una buena parte en el Civil que era y es el pabellón C del Hospital Carlos Haya. Alguna experiencia tenemos sobre las posibilidades del Civil y no solo por haberlas vivido (entre ellas las anuales inundaciones de sus sótanos) sino también por haberlas pensado, como el mismo alcalde sabe pues nos hemos reunido con él en alguna ocasión para intentar evitar que se construyera en los patios del Civil. Hemos formado parte también de las comisiones técnicas que han elaborado el informe en el que se recomendaba la construcción del edificio que sustituirá al viejo Carlos Haya detrás del Materno, donde hay mucho más espacio que en los patios del Civil. Pero siendo muy importante el espacio no es lo único a considerar.
El proyecto presentado a la Consejería por el 'grupo de expertos' presupone una refundación razonable y modernizada del viejo Carlos Haya, recuperando la relación funcional con el Materno-Infantil, única manera de solucionar la costosísima disfuncionalidad a la que condujeron las sucesivas y no siempre bien planificadas ampliaciones. Pero el proyecto incluye otros asuntos que el Ayuntamiento parece ignorar y que sin embargo son del mayor interés. La previsión es que el Hospital Civil se convierta en un campus universitario científico y docente, vinculado al hospital. Un campus que debería ocupar todo el espacio funcional del Civil y no solo el edificio histórico. Hoy es inconcebible construir un gran hospital universitario sin un campus científico y docente a él vinculado. Hay además ahora en marcha el proyecto de convertir el cuartel de la Trinidad en un gran museo polivalente. Si todos los proyectos prosperan, en pocos años nos encontraríamos con un enorme espacio cultural, científico, docente, universitario y sanitario que iría desde la calle Velarde hasta La Roca. Uno puede imaginar un futuro cercano que cambiaría por completo a la Trinidad y que ayudaría a reequilibrar la ciudad ahora demasiado volcada en el centro.
Los patios del Hospital Civil deberían ser preservados para un uso funcional dentro del futuro campus universitario lúdico-docente-científico-sanitario. Construir ahora en el Civil habiendo muy cerca otra posibilidad mejor, es hipotecar el futuro desarrollo de la zona. El proyecto permite también el manteamiento de los pabellones A y B del viejo Carlos Haya ahora reconvertidos en un 'hospital comunitario', que es sin duda una gran idea, (aunque de alto riesgo por la falta de precedentes), pues podría dar satisfacción al cambio de genio epidemiológico de muchas de las enfermedades prevalentes de nuestro tiempo, así como a las relaciones con Atención Primaria y los diferentes niveles asistenciales, hasta ahora bastante deficientes. El informe, aunque no lo contempla, debe también servir para abrir un debate sobre el futuro de la sanidad pública y en concreto del futuro sanitario de la ciudad que incluya la situación de la atención primaria, del Hospital Clínico y del resto de las infraestructuras sanitarias.
Cuando hemos defendido este proyecto en algunos foros se nos ha dicho que no somos urbanistas y que desconocemos las complejas interrelaciones de un proyecto como este. Es posible que así sea, aunque este tipo de acusaciones también sirven en la dirección contraria, pues un gran hospital no es lo mismo que un gran hotel o un gran supermercado. Igual que la medicina es algo demasiado importante para dejarla en manos de los médicos con más razón podemos decirlo del urbanismo. Pero mas allá de estas obviedades lo que de verdad nos preocupa en este momento es que esta situación comienza a parecerse demasiado al gran fiasco del mal llamado macrohospital de los Asperones, cuya construcción debía de haber comenzado en 2008 y que hoy, diez años después, debería estar ya terminado o a punto de terminar.
En el 2008 los dos firmantes estábamos en activo y un día, pensando sobre el proyecto del nuevo Carlos Haya que la Consejería prometía en los Asperones uno de nosotros comentó que cuando lo inauguren no lo disfrutaremos ya como médicos pero que al menos sí como pacientes jubilados. Hoy ya los dos lo estamos, pero nuestro entusiasmo, nuestra esperanza y nuestra ingenuidad siguen intactas. Aquel proyecto fracasó, dicen, por la llegada de la crisis, pero el proyecto había fracasado ya años antes, por el zancadilleo que se produjo entre la Junta y el Ayuntamiento. Revisar las hemerotecas de aquellos años da ganas, literalmente, de llorar. De nuevo están en juego el prestigio de las instituciones, de la Junta y del Ayuntamiento. Ni siquiera podemos concebir que la historia volviera a repetirse.


lunes, 9 de julio de 2018

SOBRE LA AYUDA A UNA BUENA MUERTE

DIARIO SUR. Domingo, 8 julio 2018

La medicina moderna ha invadido la vida entera desde el nacimiento hasta la muerte. Nada es ya ajeno a la medicina y no parece que esto en el futuro vaya a cambiar
    FEDERICO SORIGUER. Médico y Miembro de número de la Academia Malagueña de Ciencias

Esto es lo que significa eutanasia, buena muerte, aunque la historia haya cargado a la palabra de múltiples significados. Frente a la 'meditatio mortis' de los antiguos hoy la muerte es la gran ausente de las sociedades modernas. Por eso, ante la propuesta de llevar al Parlamento una ley para regular la eutanasia, es muy bien venido el debate iniciado en SUR por tres colegas con los que me unen lazos de amistad y mutuo aprecio. A pesar de que, al menos en dos de ellos, se mantienen posturas muy lejanas, sus argumentos me gustaron y me convencieron. Con esta indefinición lo que quiero dejar constancia ya desde el principio, es mi falta de preparación intelectual para tener una idea clara sobre la cuestión.
Como clínico me he tenido que enfrentar en numerosas ocasiones con la muerte del paciente y en algunas otras con decisiones difíciles sobre cómo ayudarle en ese momento. En muchos de estos últimos me faltaba preparación técnica y, sobre todo entrenamiento moral para saber si estaba haciendo lo correcto. En algunos casos de familiares y en sus casas, la decisión era más fácil, pero en aquellos otros en los que la muerte se producía en el hospital, creo que no siempre hice lo que debía ni como debía. Y es este el primer dilema moral pues lo que es bueno para un familiar debe serlo también para el resto de los pacientes atendidos en un hospital público. Como me recordaba muy recientemente un buen amigo que ha trabajado toda su vida en la UVI: «En algunos casos hemos ayudado a bien morir pero han sido más los que nos hemos dejado llevar por el 'ensañamiento terapéutico'». Algunos lo tienen muy claro y lo fían todo a los cuidados paliativos. «Divinun este sedare doloren», un aforismo atribuido a Hipócrates cuya traducción real es «sedar el dolor es tarea de los dioses» y es aquí en este referencia divina donde ha residido (y aun reside) buena parte del poder de los médicos y de la medicina y también su responsabilidad. Existe una relación estrecha entre poder y responsabilidad.
A mayor poder mayor responsabilidad. En los últimos tiempos a los médicos se les ha ido quitando buena parte del viejo poder y no debería sonar como una denuncia sino como la consecuencia inevitable de que con esta pérdida de poder también muchos médicos se han sentido menos responsables de las consecuencias de sus actos. Los cuidados paliativos acortan casi siempre la vida de los pacientes y por este motivo no fueron inicialmente aceptados por una parte de la medicina. Hoy son esgrimidos como un argumento contra la legislación sobre la eutanasia. Pero la medicina plantea a los médicos retos nuevos constantemente.
¿Qué hacer con aquellas personas que mas allá de los cuidados paliativos han expresado inequívocamente su voluntad de morir, pero no tienen la autonomía física para hacerlo? ¿Qué hacemos con los casos de Ramón Sampedro que llevaba décadas luchando sin éxito en los tribunales para lograr que los médicos lo ayudaran a morir cosa que finalmente consiguió de mala manera el 12 de enero de 1998. ¿Qué hacemos con el caso de Inmaculada Echevarría, quien el 18 de octubre de 2016 pudo cumplir su deseo de morir pero a diferencia de Sampedro atendida por un equipo médico que la sedó y le retiró el respirador? No deja de ser sorprendente que la única diferencia entre uno y otro era que la segunda estaba conectada a un respirador y el primero no.
Vaya por delante que si hoy yo estuviera en activo y me viera en la tesitura de tener que aplicar legalmente la eutanasia, seguramente objetaría en conciencia. Y no porque esté en contra de ella, al menos teóricamente, sino porque no estaría preparado ni moral ni intelectualmente para hacerlo en la práctica. Sin embargo sí quiero estar preparado para solicitarla si algún día (ojalá que no ocurra) me encuentro en una situación sin salida y mis fuerzas y mis esperanzas han llegado al límite y es entonces cuando me gustaría encontrar un sistema sanitario y un médico que me ayude. La medicina ha cambiado tanto que el corpus hipocrático no es suficiente para dar respuesta a toda la complejidad y a todos los problemas que la medicina moderna genera. En las páginas finales del 'Franskenstein' de Mary Shelly, el monstruo maldice a su creador por haberle proporcionado un gran anhelo de felicidad pero no los medios para saciarla. Al final le lanza al Dr. Frankenstein la peor acusación que puede hacerse: «Nadie tiene derecho a crear a un ser al que no le ofrece a la vez los medios para ser feliz». Y este grito del monstruo sirve también hoy para la muerte.
El hombre moderno está solo. Es algo nuevo en la historia. Hoy sabemos que, todos, creyentes o no creyentes, tenemos bajo nuestra responsabilidad la vida y la muerte del hombre. La medicina moderna ha invadido la vida entera desde el nacimiento hasta la muerte. Nada es ya natural. Nada es ya ajeno a la medicina y no parece que esto en el futuro vaya a cambiar. Podemos hacer como que no lo vemos y seguir eludiendo esta gran responsabilidad, que a mí al menos me sobrecoge. Los médicos no podemos refugiarnos en el confort de un pasado que nunca existió ni en una deontología que no es en absoluto unívoca.
En las sociedades democráticas son los Parlamentos, no los técnicos, los que hacen las leyes en representación de todos los ciudadanos, aunque al final será el médico el que en la soledad de su conciencia y con la competencia que le dan sus conocimientos, quien decidirá lo que debe hacer. Nadie ha dicho que la medicina sea fácil.


martes, 8 de mayo de 2018

Sexo y violencia

FEDERICO SORIGUER / MÉDICO. MIEMBRO DE LA ACADEMIA MALAGUEÑA DE CIENCIAS
DIARIO SUR Martes, 8 mayo 2018, http://www.diariosur.es/opinion/sexo-violencia-20180508000526-ntvo.html
Sin reproducción no es posible la supervivencia de ninguna especie. Puede ser asexuada en la que de un mismo individuo (una bacteria por ejemplo) se genera otro igual o muy parecido, o sexuada. En la segunda es necesario un gameto masculino y otro femenino y que ambos se pongan en contacto. Este contacto en muchas especies se deja al azar (por ejemplo la polinización en la plantas) y en otros como los mamíferos la evolución ha previsto un mecanismo de atracción irresistible, el instinto sexual, que acerca a los machos y a las hembras y les induce a copular. En la mayoría de los mamíferos, la atracción sexual y la copulación solo se produce en los momentos de celo o estro, coincidiendo con el periodo fértil de las hembras. En los humanos la atracción sexual tiene lugar a lo largo de toda la vida adulta, independientemente de los momentos fértiles (en la mujer 3 o 4 días cada mes).
Este desencuentro entre sexo y reproducción no es exclusivamente humano, pues también en los primates la actividad sexual tienen lugar en cualquier momento de la vida adulta y no tiene solo una finalidad reproductiva (el caso de los bonobos es el mejor conocido). En los humanos, además, de la mano de la cultura, la sexualidad alcanza un nivel mayor de complejidad, con la aparición del erotismo (equivalente humano a los rituales de apareamiento animal) y la libido, que sería según Freud, una fuerza o pulsión o, según Yung, una energía psíquica, algo parecido al «elan vital» de Bergson, sin los que no podría entenderse la construcción biográfica de las personas. Recordar brevemente esas sencillas ideas es de gran importancia para hacer un juicio sobre el asunto de la 'manada'.
La resolución judicial ha generado un gran movimiento de rechazo, llegándose a poner incluso en entredicho la existencia en España de justicia. El concepto de justicia es como el de libertad o felicidad. Un deseo humano en última instancia, irrealizable en toda su plenitud. La ley es otra cosa. Una cosa muy humana, que lleva a que tres personas, tres jueces, con discrepancias importantes entre sí, tengan que consensuar una resolución «legal». Ya veremos lo que ocurre en las siguientes instancias. Lo sorprendente es que en cada uno de estos tribunales puede haber una interpretación distinta y son estas diferencias de opinión, y las posibilidades de apelación, una manifestación de la independencia de la justicia y de los jueces, más que de su posible arbitrariedad. Pero a mí me interesan otros aspectos sobre los que sí puedo opinar sin atenerme a cuestiones de técnica jurídica que desconozco.
Mi valoración de los hechos tiene lugar en el contexto de la consideración de la sexualidad humana como la consecuencia de un estadio avanzado en la evolución, ese que nos hace humanos. Y como humano me siento avergonzado de este grupo de machos humanos que van de feria en feria buscando mujeres para luego jactarse de los abusos cometidos. Su comportamiento desciende a la humanidad un escalón en la evolución, desprovee al sexo de esa complejidad erótica y trascendente que separa el celo animal de la sexualidad humana, cosifica a las mujeres y degrada a los hombres (varones) a una categoría peor que la animal, pues los animales están sujetos a unas leyes naturales ineluctables, mientras que los humanos inventamos esas leyes. Muchas mujeres mueren aun a manos de individuos como estos y más aún sufren intolerables abusos sexuales como los que hoy se juzgan.
El juicio a estos individuos interpela sobre todo a los hombres que no podemos eludir nuestra responsabilidad colectiva en el mantenimiento de los estereotipos sociales y educativos que permiten, no solo que ocurran estos sucesos, sino que se justifiquen en nombre de sutilezas como la dificultad para demostrar el no consentimiento. Es aquí donde se abre una brecha enorme entre la biología y la cultura. Una brecha que en las actuales sociedades abiertas, paradójicamente, se ha exacerbado, pues liberales en lo político pueden ser paradójicamente antiliberales en muchos otros comportamientos sociales, como en este caso el sexual. Las sociedades abiertas, desprovistas de los instrumentos necesarios para reprimir las pulsiones biológicas que todos llevamos dentro (la pulsión sexual es la más perentoria pues en ella basa la evolución la supervivencia de la especie), se muestran incapaces para refinar a muchos de los bípedos que aun no han aprendido a gestionar adecuadamente la sexualidad, la pulsión erótica y la libido. Esta función la cumplía antes la religión, que apenas si consiguió algunos éxitos, antes de que el rechazo del erotismo en nombre de unas inexistentes leyes naturales de la sexualidad humana la llevara al fracaso. Pero nada ha sustituido ahora a la religión en la 'represión' de los impulsos biológicos, fundamento ultimo de cualquier empeño moral y educativo.
En las sociedades abiertas, sorprendentemente, en vez de negar la naturaleza humana, como correspondería a una sociedad más civilizada, la pregona, como antes hacia la religión, en nombre de una libertad sexual sin atributos, hasta el extremo de que en su seno pueden campar a sus anchas jaurías humanas, como esta en lo sexual (o las otras en el fútbol). Esta vuelta a la naturaleza es lo que a mí me sorprende pues el humano lo es porque abandonó el estado de naturaleza primigenio y la sustituyó por el estado de la cultura (en nada natural). Un paso enorme e irreversible, pues no tiene vuelta atrás, entre otras cosas porque la evolución nos liberó de los mecanismos de autocontrol de los instintos básicos, dejándolos a la discreción de la educación social, moral y cultural. ¿Significa esto una cierta nostalgia de la represión moral? Tal vez, aunque no a la manera que algunos puedan pensar. Pero aclararlo nos llevaría demasiado lejos, por lo que espero del lector su benevolencia.


domingo, 1 de abril de 2018

Fábula del sapito

 FEDERICO SORIGUER / MÉDICO. MIEMBRO DE LA ACADEMIA MALAGUEÑA DE CIENCIAS.
DIARIO SUR. Domingo  de Ramos, 25 marzo 2018
La próxima guerra mundial será sobre el agua, dicen quienes como los buenos economistas son expertos en predecir el pasado. ¡Es la geografía, estúpido!, dicen los geógrafos que siempre han tenido los pies en la tierra, por eso son geógrafos y no astrónomos. Hay sitios donde llueve y sitios donde no, o lo hace escasamente. Así es la lluvia. No hay que ser tan listo. ¡Es el antropoceno!, dicen todos los que habiendo encontrado un nombre nuevo para un viejo problema se sienten liberados de buscar soluciones. Sin aire solo se sobrevive unos minutos. Sin agua, unos días. Sin comida, un par de meses. Hoy cuando aún el problema del hambre en el mundo no se ha resuelto el aire comienza a ser irrespirable en algunas ciudades y está el asunto del agua, del que hoy hablamos porque llueve. Demasiada gente, demasiado consumo, demasiado despilfarro, para tan poca agua.
Por aquí en el sur, tan cerca del desierto, cada vez que deja de llover nos estresamos. Es el estrés hídrico, un nuevo síndrome bien conocido en las plantas pero poco aún en los humanos. Uno termina con el corazón en un puño cada vez que escucha a hidrogeólogos, ingenieros, botánicos, geógrafos, hablar sobre el agua en los debates de la Academia Malagueña de Ciencias. Saben de lo que hablan. Llevan razón cuando denuncian que solo nos acordamos de San Pedro cuando truena. Las sequías hay que solucionarlas cuando llueve, dicen con la razón del gato escaldado. Hoy llueve y de nuevo todos respiramos aliviados. Mañana será otro día. Pero no hay vida sin agua. Ni hay calidad de vida sin calidad del agua.
Un hombre de 70 Kg si lo exprimimos obtenemos de él unos 45 litros de agua. Y en un recién nacido casi el 80% del peso de su cuerpo es agua. Eso somos. Una solución acuosa de polvo sideral al que la evolución le ha dado un poco de complejidad y un mucho de misterio metafísico. Por eso aunque esté raso estamos casi siempre en las nubes y por eso no acabamos de creernos lo de la sequía. Al final siempre llueve, dicen los optimistas. Como ahora que no para de llover. Cinco, seis días seguidos, ya, cuando escribo esta Tribuna. ¡Cómo no alegrarnos de que llueva! ¡Cómo no sobrecogernos con la falta de lluvias! Pero hoy llueve y es lo que importa y de nuevo respiramos hondo y sentimos que nuestros sentidos se hidratan.
Hace muchos años un prestigioso biólogo andaluz andaba por Doñana en los meses de lluvia y se encontró con un sapo viejo y enorme. Lo metió en una bolsa, lo fotografió, lo pesó, lo midió y le dio un beso que es lo que hacen los biólogos en los cuentos con los sapos, antes de que se conviertan en príncipes o princesas. Unos meses después, en pleno agosto, en la Subbética, oyó un ruidito en el interior de su viejo 4L amarillo. Su mirada atenta descubrió debajo del asiento una ranita. No tardó mucho el joven científico en relacionarlo con el viejo sapo de Doñana que había viajado escondido en su coche por todas las sierras y desiertos andaluces y que para sobrevivir a la canícula se había enjugado hasta hacerse casi irreconocible. Bastó echarlo en una charca para que se esponjara, recuperando su impresionante aspecto.
De nuevo me he acordado de esta historia ahora que llueve, porque a muchos nos pasa como al sapo de Doñana. Menguamos cuando llueve y nos expandimos con la lluvia. Pero es solo psicológicamente pues no tenemos los recursos para sobrevivir que tienen los sapos. Solo unos días sin agua aguantamos. Pero tiene que ser, además, potable. Hubo un momento, quizás hace 100 quizás 200.000 mil, quizás más (ahora que nuestros antepasados neandertales de Ardales están comenzando a hablar), cuando los homínidos comienzan a ser humanos, que la aparición de la cultura cambia el ritmo de la evolución humana. Ya nada volvería a ser igual. En vez de adaptarse al medio como hacen aún el resto de las especies, los humanos comienzan a adaptar el medio a sus necesidades mediante la tecnología. Un centauro ontológico le llamó, con razón, Ortega. Al principio el equilibrio debió mantenerse pero los humanos se convirtieron pronto en una especie insaciable. Nunca bastante ha sido suficiente. Y no nos ha ido mal hasta ahora. Al menos a algunos. Al menos como especie. Pero todo tiene un límite.
Con una fe ciega en la providencia, divina o no, hemos ignorado que los recursos de la Tierra son limitados y que la pérdida de la calidad de estos recursos es irreversible, algo tal vez disculpable en nuestros abuelos pero imperdonable para el hombre de hoy, pues es algo que se conoce desde que Clausius y Boltzmann en el siglo XIX desarrollaran las leyes de la entropía. Y de todos los ciclos de la naturaleza el del agua es de los más frágiles. El agua es un regalo del planeta Tierra sin la que no hubiera sido posible la vida. Discurre por el interior de nuestros cuerpos como lo hace por los ríos subterráneos que van a parar al mar y de allí vuelta a empezar. No ha sido otra cosa desde el comienzo de los tiempos. Pero los ciclos parecen estar cambiando.
Somos demasiados y no tenemos límite para nuestras necesidades. Toda la esperanza, ahora, como siempre, la tenemos puesta en la tecnología. No hay alternativas. Como la gravedad, la tecnología nos mata pero también nos salva. Pero deberíamos ejercer la virtud de la prudencia esa que ya Aristóteles equiparaba a la inteligencia. Parece el destino de los humanos vivir siempre al borde del abismo. ¿Es que no hemos aprendido nada de los sapos? Al fin y al cabo ellos ya estaban aquí cuando nosotros llegamos. Y, probablemente, seguirán estando si faltamos.


lunes, 26 de febrero de 2018

Por un conocimiento responsable

FEDERICO SORIGUER. MIEMBRO DE NÚMERO DE LA ACADEMIA MALAGUEÑA DE CIENCIAS Diario SUR Lunes, 26 febrero 2018, 07:49http://www.diariosur.es/opinion/conocimiento-responsable-20180226011053-ntvo.html
El pasado día 2 de febrero en la Sociedad Económica Amigos del País y organizado por la Sociedad Erasmiana de Málaga, el doctor José María Porta Tovar nos contó su experiencia como cooperante en Malawi. Conozco al Dr. Porta desde hace muchos años entre otras cosas por haber colaborado en sus prestigiosos cursos de antropología médica, y sabía de su condición de cooperante, pero hasta hoy no había valorado suficientemente el ingente trabajo que al frente de la ONG 'Andalucía por un mundo nuevo', está llevando a cabo en diferentes lugares, especialmente en Malawi («uno de los países más pobres del mundo, sin guerras y donde impera un cierto matriarcado») aclaró D. José María.
A Cajal le gustaba decir que la constancia es la inteligencia de los pobres y es este tipo de inteligencia la que el Dr. Porta ha llevado a Malawi. Un proyecto de colaboración que sin prisa pero sin pausa desde hace más de un cuarto de siglo, en un lugar perdido de la sabana, ha construido pantanos, depósitos de agua, escuelas, hospitales e, incluso, acometido una concentración parcelaría, en estrecha colaboración con los habitantes locales, especialmente las mujeres. Y todo esto sin ruido, sin ese pavoneo al que ciertos médicos son tan dados cuando llevan a cabo alguna colaboración solidaria. Ya de vuelta a casa, por esas extrañas asociaciones de ideas de la imaginación humana, me acordé de una reunión en Barcelona con un reducido grupo de líderes profesionales y científicos, allí convocados para hablar de gestión del conocimiento. Me costó trabajo tomar la palabra ante tan selecto auditorio pero una vez superado el hándicap del origen científico, propuse al auditorio debatir dos tesis. La primera era sobre financiación. Una cosa es la financiación de proyectos concretos que deben ser hechos, como es natural, en régimen de concurrencia competitiva y otra cosa es la gestión del conocimiento a nivel nacional, aclaré. Cité para ayudarme a Aristóteles en su Ética a Nicómaco cuando dijo aquello de que «la justicia consiste en tratar igual a los iguales y desigual a los desiguales», tesis que luego hicieron suya teóricos de la justicia como John Rawls. Así, dije allí, mientras que los proyectos debían tener como objetivo trabajar en la frontera del conocimiento y por tanto había que financiar a los mejores vinieran de donde vinieran, la cultura científica, como la musical o la humanística, son bienes imprescindible para el desarrollo de cualquier comunidad, y deben ser distribuidos según cierto principio de justicia. Me pidieron que concretara y les dije que me parecía bien que una parte de los recursos científicos del país estuviese destinada, como hasta ahora, a proyectos en régimen de concurrencia competitiva pero que otra parte se debería destinar a las comunidades autónomas para la política de regeneración cultural científica.
La repuesta por parte de aquella 'nomenclatura' científica, que ya entonces se llevaba por méritos propios una parte muy sustancial del presupuesto nacional de ciencia, fue echar mano de la parábola de los talentos (Mateo, 25) y para que no quedaran dudas una conocida científica catalana me dijo sin cortarse un pelo: «Federico tú lo que quieres es un PER científico para Andalucía». Le ahorro al lector mi respuesta.
La segunda propuesta que hice en aquella reunión en Barcelona fue de distinto calado y tenía que ver con la naturaleza del conocimiento científico. ¿Nos hemos parado a pensar sobre la utilidad de todo este ingente empeño científico? ¿Para qué está sirviendo y a quienes les está siendo útil? ¿No sería sensato desacelerar esta alocada carrera para reflexionar por un momento hacia dónde nos dirigimos? ¿Controlamos nosotros la dirección de la flecha del conocimiento o es ella de la mano del desarrollo tecnológico y de sus implicaciones comerciales la que una vez disparada nos arrastra sin freno y sin destino? ¿No habrá llegado el momento después de los grandes logros de la ciencia y de la tecnología de desacelerar el progreso, de reorientar la creatividad y la innovación? ¿No será el momento de frenar el ritmo de esta carrera en donde la mayoría de la humanidad ha quedado descolgada y apenas contribuye sino como consumidora de los artefactos que la tecnología genera, sin beneficiarse en su progreso social y cultural? Debo decir que al contrario que con la primera propuesta, solo recibí un silencio desdeñoso. ¡Desacelerar el Progreso, relativizar el conocimiento, introducir el principio de utilidad universal en la cuenta de resultados de los proyectos de investigación! Tonterías de un acomplejado científico andaluz me pareció que resonaba en los ecos del silencio de aquellos científicos catalanes que unos minutos antes habían defendido con tanta vehemencia sus intereses económicos. La conferencia del Dr. Porta me ha recordado esta historia que permanecía olvidada en algún lugar de mi memoria. En todos los lugares hay un Sur. El Dr. Porta lo descubrió pronto y ha obrado en consecuencia, pero no de cualquier forma. Lo ha hecho como si de un gran científico se tratara. Con inteligencia, con generosidad, con imaginación, con constancia y con una clara vocación universal, pues, ¿no son estas las virtudes que ya el sociólogo de la ciencia R. K. Merton en los años cuarenta del pasado siglo consideró que debía tener la ciencia? Al finalizar, el Dr. Porta su conferencia, en el coloquio, uno de los asistentes que lo conocía bien le pidió que cerrara el acto en chichewa, la lengua oficial de Malawi. Y D. José María se despidió con una plegaria en chichewa que emocionó incluso a incrédulos irredentos como el autor de esta Tribuna. Si, definidamente la ciencia ha cambiado, pero los científicos, hoy más que nunca, no pueden vivir ya de espaldas a las consecuencias del conocimiento que generan.
Yo no pude convencer a aquellos engreídos científicos catalanes, pero el testimonio del doctor Porta sí que me convenció a mí, y es este un regalo por el que siempre le estaré agradecido.


martes, 6 de febrero de 2018

La ciencia en España. Una historia interminable

Diario SUR. TRIBUNA Martes, 6 febrero 2018, 08:12

FEDERICO SORIGUER Y FERNANDO ORELLANA. MIEMBRO DE NÚMERO Y PRESIDENTE DE LA ACADEMIA MALAGUEÑA DE CIENCIASEl pasado día 18 de enero tuvo lugar una sesión en homenaje a Madame Curie organizado por el Museo Andaluz de Educación de Alhaurin de la Torre y la Academia Malagueña de Ciencias (AMC). En la presentación del acto se hizo énfasis en el papel de la ciencia en la cultura y se denunció la falta de apoyo y el desinterés por la ciencia de una parte significativa de nuestros representantes. Mientras esto ocurría en el salón de actos del Rectorado de la UMA otras cosas estaban ocurriendo en el mundo. En la Grey Gallery de la Universidad de Nueva York se inauguraba la exposición 'The Beautiful Brain: The Drawings of Santiago Ramón y Cajal' ('La belleza del cerebro de los dibujos de Santiago Ramón y Cajal'), organizada por el Museo de Arte Frederick R. Weisman de la Universidad de Minnesota en colaboración con el Instituto Cajal de Madrid. En las mismas fechas José Luis Taín Enríquez un científico español del Instituto de Física de Partículas de Paterna (Valencia), dependiente del CSIC escribía una carta a un periódico de ámbito nacional. La carta tenía una historia. Su equipo había colaborado con el laboratorio Riken de Japón en uno de los proyectos más apasionantes de la física en los últimos tiempos, la búsqueda del elemento 119 de la Tabla Periódica y en cómo se forman los elementos pesados en el universo. Quizás sea el momento de recordar con Pascual Román investigador del País Vasco, que aunque España no esté en este momento en la parrilla de salida de la investigación de nuevos elementos químicos, ya figuran tres hallazgos españoles en la Tabla Periódica: el platino, un metal precioso descrito en 1748 por el naturalista Antonio de Ulloa, el wolframio, aislado por primera vez en 1783 por los hermanos Juan José y Fausto Delhuyar y el vanadio, observado en 1801 por el químico Andrés Manuel del Río. Pues bien, el pasado 20 de enero en aquella carta a un periódico nacional José Luis Taín Enriquez, anunciaba que su participación en el experimento del grupo japonés está seriamente amenazada debido a los brutales recortes que desde España este año se han producido en la financiación del proyecto. Estas tres historias que estaban ocurriendo de manera simultánea en Málaga, Nueva York y en Valencia, ponen de manifiesto lo lejos que está aún nuestro país de normalizar la gestión política y social de la ciencia. La exposición de Cajal en NY es un ejemplo de las finas y muy permeables fronteras entre las ciencias y las artes. El mérito de los organizadores de la exposición de la Grey Gallery de la Universidad de Nueva York, está en haber sido capaces de apreciarlo. Para la Academia Malagueña de Ciencias ver la obra de Cajal en un Museo de Arte es un gran aliciente para seguir adelante con su empeño de conciliar las ciencias con el arte y con las humanidades. Es algo que está ya en sus principios fundacionales y visible hoy en la procedencia de los académicos que la componen pues en su seno conviven físicos, médicos, ecólogos, historiadores, arquitectos, sociólogos, archivistas, botánicos, hidrogeólogos, abogados, ingenieros, periodistas, filósofos, sin que pretendamos agotar la taxonomía profesional de sus miembros. Una vocación interdisciplinar de conciliación entre las artes, las humanidades y las ciencias que desde la Academia Malagueña de Ciencia (AMC) se ha puesto ahora a disposición de un nuevo y esperanzador proyecto que liderado desde la Delegación de Cultura, intenta recuperar ese impresionante patrimonio de la ciudad que es el Cuartel/Convento de la Trinidad. La historia del científico de Valencia nos obliga de nuevo a reflexionar sobre la situación de la ciencia española. Año tras año la historia se repite. La ciencia española sigue sin ser considerada por la oligarquía política, financiera y empresarial de este país. Cuando no es un motivo es otro. La última disculpa la crisis y de nada sirvió que la mayoría de los países europeos, también afectados por la crisis, no redujeran los presupuestos dedicados a la ciencia sino que algunos hasta los aumentaran. Ahora los marcadores macroeconómicos mejoran y nuestros políticos se olvidan de nuevo de la investigación científica. Los mismos que se apresuran a hacerse la foto cuando un grupo destaca a nivel internacional se olvidan inmediatamente cuando se sientan en los consejos de administración o en el Consejo de Ministros. Un estudio reciente realizado por la Confederación de Sociedades Científicas de España (COSCE) muestra que en 2017 los recortes en ciencia han sido mayores que la media de todos los demás presupuestos que, para colmo, se han realizado ya pasada la crisis y en un contexto de crecimiento económico, lo que 'muestra la nula prioridad que tienen las políticas de ciencia' concluye el informe de la COSCE.

Además en 2016, el Gobierno dejó sin gastar el 62% de todo el presupuesto de investigación, una cantidad que asciende a 3.155 millones de euros que no sirvieron para financiar ni a un solo científico, ni a un solo estudiante, pues solo existieron sobre el papel. ¿Conocen ustedes a algún parlamentario o a alguien con alguna responsabilidad política o institucional que no reconozca en público o en privado la importancia que la investigación científica tiene para garantizar el futuro y la independencia económica del país? Nosotros ni lo conocemos ni lo hemos conocido. ¿Entonces por qué es tan frustrante la política científica y la gestión de los recursos dedicados a la investigación científica en España? Es este un enigma, uno más, a los que este país algún día deberá enfrentarse y resolver. La recuperación de la obra de Cajal para el arte desde una Universidad americana y la penúltima denuncia de un destacado grupo de investigación español recordados aquí en esta Tribuna, deberían servir de estímulo para que como Alejandro Magno con el nudo gordiano, se pusiera punto final alguna vez en nuestro país a esta historia interminable.

sábado, 13 de enero de 2018

Disculpen las molestias

http://www.diariosur.es/opinion/disculpen-molestias-20180113005219-ntvo.html
FEDERICO SORIGUER. MÉDICO. MIEMBRO DE LA ACADEMIA MALAGUEÑA DE CIENCIAS  Sábado, 13 enero 2018,

Todos los medios, también SUR, se han hecho eco estos días del proyecto de Ley para la 'Promoción de una Vida Saludable y una Alimentación Equilibrada' (vulgo Ley andaluza contra la Obesidad). Hasta ahora han habido planes nacionales como la 'Estrategia NAOS' o autonómicos como el 'Plan Integral de Obesidad Infantil de Andalucía' y la pregunta varios años después de su implantación es ¿sirvieron para algo? Pues siento decirlo, pero la respuesta es que no para mucho.
Ante el fracaso de los planes la Administración da un nuevo paso adelante y lleva la lucha contra la obesidad al rango de una ley. Nada que objetar. Bienvenida sea. Pero, de nuevo, las dudas de su utilidad surgen cuando se lee lo que ha trascendido de ella. En primer lugar, ya desde su preámbulo, se minimiza el problema. Ojalá en Andalucía la prevalencia de obesidad en adultos fuera del 16,6%. Los dos estudios más recientes realizados en España, aunque con importantes diferencias entre sí, arrojan cifras muy superiores para Andalucía (>25% en el estudio Enrica) y entre el 30 y 35% en el estudio Di@bet.es). En segundo lugar, los objetivos contemplados son los habituales de los planes anteriores pero ahora, algunos de ellos, con carácter coercitivo al ser elevados a la categoría de ley. Los objetivos son muchos pero se pueden resumir en uno: conseguir que la gente coma menos y que gaste más energía. Se reproduce así el modelo mecanicista y biologicista con el que se viene abordando, hasta ahora sin éxito alguno, la pandemia de obesidad. Porque lo que nos vienen diciendo todos los grandes estudios realizados en los últimos años es que comer mal y hacer poco ejercicio son epifenómenos de otros determinantes que están en la base de la pirámide de causalidad. ¿Y cuáles son estos determinantes? En el estudio Pizarra, en el diagnóstico de Salud del Plan Municipal de Salud de Málaga, en el estudio Di@bet.es y en todos los estudios que se han hecho a nivel local o mundial, la probabilidad de que una persona llegue a ser obesa es mucho mayor si tiene solo estudios primarios que si los tiene superiores.
Pero el nivel de estudio es solo un marcador intermediario, fácil de medir. Detrás de él hay otros determinantes que son la madre de todas las batallas. El nivel económico y, sobre todo, el nivel de pobreza y de desigualdad de una comunidad son las variables que explican la mayor parte de las diferencias de prevalencia de obesidad entre poblaciones. Es lo que ocurre en España entre CC AA y es lo que ocurre en Europa entre estados, y es también lo que ocurre en el mundo. Por eso sorprende que en la ley contra la obesidad del Gobierno andaluz no se diga nada de este asunto. Y sorprende más viniendo de un gobierno socialista.
Naturalmente que los individuos tienen una parte de responsabilidad en su salud. La biología es arbitraria y no perdona. Pero cuando el asunto afecta a millones de personas y cuando las diferencias entre comunidades y dentro de la misma comunidad son tan importantes, los responsables políticos deberían de preguntarse el porqué. Esta ley va dirigida una vez más a cambiar los famosos estilos de vida, que es un término (si me permiten la expresión) reaccionario, en el sentido no político sino que a fuerza de utilizarlo ya nadie se da por aludido. Porque los estilos de vida son una mala traducción del término anglosajón 'life style', que llegado a las playas de nuestra cultura tiene más que ver con las costumbres y por tanto con la moral que con la salud. Así que, cuando los gobiernos quieren por ley cambiar los estilos de vida, en el fondo lo que pretenden es que los ciudadanos cambiemos la moral.
No es sorprendente que una y otra vez fracasen. Deben creer que es más fácil cambiar los hábitos con leyes que acabar con la incultura, la pobreza y la desigualdad. Pero las costumbres no son un asunto de la política mientras que la desigualdad sí. Y lo que ocurre entre países y CC AA, ocurre también en el interior de cada ciudad. ¿Sabe usted, lector, en qué barrio de Málaga hay un mayor número de personas obesas? Pues, exacto, lo ha acertado. Qué casualidad que sea en La Palma-La Palmilla. ¿De verdad creen nuestros políticos que una ley va a cambiar la prevalencias de obesidad en La Palma-La Palmilla y en todas Las Palmas-Las Palmillas de Andalucía? Ojalá me equivoque, pero La Palma-La Palmilla es solo un ejemplo, una metáfora de La Palma-La Palmilla que todos llevamos dentro.

Reducir sensiblemente la pobreza, reducir la desigualdad, reducir el paro, acabar con la deficiente instrucción pública, será la única manera de que la gente comience a preocuparse por su esquema corporal (no por su salud ni por su peso) y no en términos médicos sino en términos antropológicos. Siempre ha habido gordos, pero eran tan pocos que se convertían en figuras literarias (Sancho Panza, Mr. Pickwick, Falstaff, Oliver Hardy...). La obesidad como epidemia es un invento del siglo XX que coincide con los cambios en la vida cotidiana y en los valores políticos, morales y estéticos, propios del modelo de desarrollo capitalista e industrial de las sociedades occidentales primero y de todo el mundo después. Naturalmente para un gestor de la política es más fácil hacer una ley prohibiendo los donuts que solucionar la desigualdad. Pero como decía Sánchez Ferlosio, ya desde el título de uno de sus libros, si queremos cambiar el mundo tenemos -espero que me entiendan- que cambiar primero a sus dioses. Les pondré un ejemplo de un dios menor: una de las principales fábricas de obesos que tiene Andalucía es Canal Sur con su vulgaridad y su reiteración en los tópicos. Pero esta es ya otra historia.

sábado, 6 de enero de 2018

Don José Gálvez Ginachero. Historia de una vocación
Dr. Federico J.C-Soriguer Escofet
Médico. Miembro de número de la Academia Malagueña de Ciencias
Presentación:
Quisiera ante todo expresar mi agradecimiento a los organizadores de este acto. Cuando primero la Drª María Soledad Ruiz de Adana y luego Luis Plaza, me llamaron para preguntarme, en nombre de los organizadores, mi disponibilidad para asumir esta conferencia, me sorprendió su propuesta. Hoy solo puedo mostrar mi agradecimiento a D.Francisco Gómez y a D. Francisco García Villalobos, los promotores de este homenaje al Dr. Gálvez, pues me han permitido conocer mejor su figura y su obra. En esa conferencia hablaré sobre la dimensión médica de D. José Gálvez Ginachero e intentaré recuperar su figura como médico que, si me lo permiten, en este momento en el que hay este gran empeño en su beatificación, corre el riesgo de quedar sepultada por su dimensión religiosa. Antes de seguir adelante quiero dejar constancia de las fuentes que me han permitido preparar esta conferencia. La más importante sin duda ha sido el libro que el Dr. Gustavo García Herrera público sobre él en el año 1966 (FIGURA 1). Un libro en el que el cariño del biógrafo y su proximidad doctrinal y política no le impidieron hacer una precisa presentación de la vida y la obra de D. José Gálvez. También el libro de D. Francisco García Villalobos (“D. José Gálvez. Pastor de cuerpos y almas”), que completa la figura del Dr. Gálvez desde una perspectiva más personal. Mi agradecimiento, en fin, a su biznieta Iciar Higuera Gálvez, por la documentación que me ha proporcionado, así como al resto de las fuentes que me han permitido construir esta conferencia. Y por último quisiera felicitar a los organizadores por la elección del eslogan que identifica este homenaje: A hombros de gigantes. Hace alusión a la famosa frase de Newton incluida en una carta que le dirigió a Robert Hooke en 1676: “Si he visto más lejos es porque estoy sentado sobre los hombros de gigantes”, y es también el título de un libro escrito por Stephen Hawking en 2004 titulado así a “Hombros de Gigantes”, en donde aclaraba que estos gigantes a los que Newton aludía eran nada más y nada menos que Copérnico, Galileo y Kepler.
No pretendo con esa conferencia descubrir nada nuevo sobre la obra médica y científica del Dr. Gálvez. Solo queremos contribuir modestamente a este homenaje que hoy se
le dedica en el Hospital Civil que fue (en muchos momentos literalmente) su casa, durante más de cincuenta años. Y para hacerlo quiero compartir su recuerdo con el de otros médicos y científicos españoles que habiéndose formado en el siglo XIX fueron coetáneos suyos y protagonistas de la medicina de buena parte de la primera mitad del siglo XX. Creemos que de esa forma, al contextualizarla, podremos conocer mejor la figura de D. José. El siglo XIX no fue el mejor siglo para España. Perdimos todas las colonias y perdimos, sobre todo, la gran oportunidad de incorporarnos al mundo moderno. No habíamos hecho la gran revolución política que otros países habían hecho, como Inglaterra a lo largo de todo el siglo XVII y Francia en el XVIII, ni tampoco nos incorporamos sino a regañadientes a la revolución industrial y científica. Tres revoluciones, la política, la industrial y la científica, que no se pueden entender de manera separada. No voy a analizar aquí las causas de este retraso secular de España, pues no soy historiador, pero sí quiero dejar aquí constancia de que siempre hubo en nuestro país, gentes que mantuvieron la llama sagrada del conocimiento crítico, esperando que las siguientes generaciones fueran capaces de coger el relevo y colocar a España en el lugar que le corresponde. Es el caso de las personas de las que hoy aquí hablamos y que van a acompañar a la vida y obra de D. José Gálvez. Antes de seguir les presentaré (FIGURA 2) una cuadro de todos ellos con las fechas de su nacimiento y de su muerte. Junto a D. José Gálvez Ginachero (1866-1952) le acompaña en esta dispositiva D. Santiago Ramón y Cajal (1852-1934), D. José Gómez Ocaña (1860-1919), D. Gregorio Marañón y Posadillo (1887-1960), D. Carlos Jiménez Díaz (1898-1967) y D. Carlos Escofet Espinosa de los Monteros (1890-1964), mi abuelo pues en la vida hay casualidades que como la que contaré al final de esta conferencia me relaciona muy pronto, incluso sin tener conciencia de ello, con el Dr. Gálvez, al que no conocí por razones generacionales. Todos ellos nacieron en la segunda parte del siglo XIX y desarrollaron su labor en la primera mitad del siglo XX. Cada uno de ellos representa las diferentes maneras de aproximarse a la medicina en aquella época. Gómez Ocaña era malagueño y junto a Cajal dos grandes científicos. Marañón y Jiménez Díaz, eran clínicos y Carlos Escofet, médico general práctico y toco-ginecólogo como D. José. Y los he traído aquí porque D. José tuvo un poco de todos ellos.
Pero antes de seguir adelante intentaremos explicar brevemente como era la medicina y como estaba la situación sanitaria en nuestro país en aquella época.
Desde el punto de vista social, había unas clases dominantes, la nobleza y una burguesía comerciante y exportadora muy activa que compartían el poder económico, político y el prestigio social y que por su carácter emprendedor contribuyeron a la riqueza de la ciudad, aunque la mayoría lo hicieron manteniendo los hábitos clientelares o de patronazgo tradicionales en la política y en las relaciones laborales españolas, que les llevaban a ejercitar la beneficencia o la caridad para los necesitados, o incluso a sustituir al Estado realizando obras públicas gratuitas en sus zonas de influencias, siguiendo el viejo sistema caciquil que se venía arrastrando desde al menos el siglo XIX. Había también unas clases medias incipientes compuestas por profesores,
pequeños comerciantes, etc., por lo general bastantes depauperadas y más cercanas a la gran mayoría de la sociedad que eran personas trabajadores o agricultores, lo que ya comenzaba a llamarse proletariado, la mayoría pobres sin casi ningún sistema de protección social o sanitario.
En este contexto la situación sanitaria e higiénica era muy deficiente. Basten algunas cifras para mostrar la precaria situación de la salud de la población española en la época. En el año 1900 la esperanza de vida era solo de 34,9 años; la tasa de mortalidad infantil era de 171,1/1000 nacidos vivos y las tasas de algunas de las enfermedades infecciosas eran de las más altas de Europa (FIGURA 3, 4 y 5)1.
Esta situación era conocida por aquellos higienistas que nos visitaban de fuera de España, quienes al mismo tiempo que describían la lamentable situación sanitaria local, recomendaban vivamente en los periódicos ingleses y en diferentes medios de expresión científica de la época, a Málaga como lugar muy adecuado por su clima para la prevención y tratamiento de determinadas enfermedades infecciosas sobre todo la tuberculosos, una asunto que ha sido recientemente revisado por Enrique Benítez 2.
Una situación sanitaria lamentable y una situación social en la que grandes capas de población, especialmente las relacionadas con las clases trabajadoras y campesinas estaban atrapadas entre la incultura, la pobreza y la desnutrición. Sirva de ejemplo las diferencias en las tallas entre grupos sociales de la época. Como es bien conocido la talla media de una población determinada es un excelente marcador social y nutricional. En la FIGURA 6 se puede ver como los estudiantes que se incorporaban al servicio militar en los últimos años del siglo XIX, medían en promedio 165,6 cm frente a los 158,4 cm de los trabajadores del campo3,4. No era Málaga una excepción al resto del
1 Esteban Rodríguez y Ferrán Martínez Navarro Ocaña . Salud Pública en España. De la Edad media al siglo XXI. (http://www.ugr.es/~erodrig/EASP_NuevaSaludPublica_1-Historia.pdf
222 Enrique Benítez Palma. Thomas More Madden y el turismo de salud en Málaga. Revista Péndulo, nº XXVIII, 2017
3 Marrodan MD, Montero P, Cherkaoui M. Transición Nutricional en España durante la historia reciente. Nutr. Clin. Diet. Hosp. 2012; 32(supl. 2): 55-64
4 En España la situación sanitaria en la primera mitad del siglo XX era bastante deficitaria. Esta situación empeoró de manera dramática después de la guerra civil. La literatura y el cine han dejado constancia de todo ello. Diego Galán presentó en la sección oficial del Festival de Cine de San Sebastián (del que fue director en más 10 ediciones) su documental "Manda Huevos", en el que recorre la historia de España desde la posguerra a través de lo que ha mostrado nuestro cine. En él se recoge la siguiente escena: En un mercado de Madrid la gente se arremolina alrededor de un puesto. En él una elegante señora está comprando. Una clienta le pregunta a Rafaela Aparicio: - “¿Qué está pasando?” - “Esa señora, que está comprando carne”. – “Será americana, comenta”. (Citado por Elvira Lindo. Españoles todos. El País 24 septiembre 2016). (http://cultura.elpais.com/cultura/2016/09/23/actualidad/1474642504_982371.html).
país5,6. En los comienzos del siglo XX la situación sanitaria en España era muy deficiente. En palabras de un autor en 1918: “descartada Rusia, la mortalidad de España es la mayor entre las naciones cultas, y este sacrificio inútil de vidas significa, para la raza, una sangría suelta que conduce a la degeneración, y, para el país, un derroche insensato de su capital nativo, causa primaria de nuestra decadencia económica y política”7. En España la higiene era una asignatura pendiente en los comienzos del siglo XX y la asistencia médica de los pobres estaba en manos de los sistemas de beneficencia (“La Beneficencia”) casi siempre dependiente de la caridad privada o religiosa ante la escases cuando no la ausencia de medios de atención sanitarios públicos. Éramos, en fin, un país pobre, con una baja capacidad de consumo debido a los bajos salarios, con una estructura estatal débil y con un subempleo generalizado8. Este déficit sanitario se ponía de manifiesto sobre todo con motivo de las sucesivas epidemias de cólera que en la última mitad del siglo XIX asolaron Málaga9,10, una ciudad que en aquel momento, en los años centrales del siglo XIX, estaba también experimentado una etapa de expansión económica, revelando con este binomio de crecimiento y pobreza cuando no miseria, claramente, las injusticias del modelo de gestión política imperante. Finalmente desde la perspectiva propiamente médica fue la época durante la que la medicina experimentó una gran transformación, incorporando los conocimientos que la investigación científica comenzaba a descubrir. Es el momento en el que se impone la teoría celular formulada por Rudolf Virchow (1821-1902) en 1858 y que adquiriría todo su esplendor con los trabajos de D. Santiago Ramón y Cajal confirmando para el Sistema Nervioso la Teoría Neuronal, o del espectacular desarrollo de la Teoría Microbiana que culmina con los trabajos de Louis Pasteur (1822-1895) y Robert Koch (1843-1910), cuyas
5 Silvia D. García Barrios. Tesis. Los Cuidadores del Hospital Civil de Málaga 1890-1940. http://revistacuidandote.eu/fileadmin/VOLUMENES/2013/Volumen4/Articulos/TESIS._LOS_CUIDADORES_DEL_HOSPITAL_CIVIL.pdf
6 García Barrios, Silvia. Situación de la Sanidad Pública en España, desde la dictadura de Primo de Rivera hasta la dictadura de Francisco Franco. Temperamentvm 2011, 13. Disponible en: http://www.index-f.com/temperamentum/tn13/t7380.php.
7 Murillo F. La obra sanitaria en España durante los años 1910 a 1912. Madrid: Ministerio de la Gobernación, 1914.(citado por Juan Fernando Martínez, (ver siguiente)
8 Juan Fernando Martínez Navarro. Salud pública y desarrollo de la epidemiologia en la España del siglo XX. Rev. San. Hig. Púb. 1994: 68: 29-43.
9 Narciso Díaz de Escovar. Las epidemias de Málaga. Apuntes históricos. 1908. http://bibliotecavirtual.malaga.es/es/catalogo_imagenes/grupo.cmd?path=1101938
10 Francisco José Muñoz Vivas. El cólera morbo-asiático en Málaga. Años 1853-1854, y 1855. Isla de Arriaran XIX, 2002, pp 261-268
consecuencias prácticas más relevantes fueron el desarrollo de las vacunas y de la antisepsia sobre todo a partir de Joseph Lister (1827-1912). Nos limitaremos tan solo en este punto a recordar aquí brevemente la historia de un ginecólogo como D. José Gálvez, Igmaz Phipipp Semmelweis. Semmelweis era el jefe de obstetricia y ginecología de un gran hospital de Viena. En el año 1847 abrumado por la altísima mortalidad por fiebre puerperal de las mujeres que ingresaban en su hospital, diseñó un cuidadoso experimento que demostró que era posible disminuir de manera muy importante la mortalidad con solo que los médicos de la sala I (la de mayor mortalidad) se lavaran las manos con una solución de hipoclorito de sodio después de hacerle las autopsias a las mujeres que morían por fiebre puerperal y antes de ayudar a las mujeres en el parto. Tal vez a todos ustedes esto hoy les parezca elemental. No, no lo fue en ese momento pues no crean que Semmelweis convenció inmediatamente al resto de los obstetras. Mire lo que opinaba de sus colegas en su famosa CARTA ABIERTA A TODOS LOS PROFESORES DE OBSTETRICIA: “Me habría gustado mucho que mi descubrimiento fuese de orden físico, porque se explique la luz como se explique no por eso deja de alumbrar, en nada depende de los físicos. Mi descubrimiento, ¡ay!, depende de los tocólogos. Y con esto ya está todo dicho... ¡Asesinos! llamo yo a todos los que se oponen a las normas que he prescrito para evitar la fiebre puerperal. Contra ellos, me levanto como resuelto adversario, tal como debe uno alzarse contra los partidarios de un crimen! Para mí, no hay otra forma de tratarles que como asesinos. ¡Y todos los que tengan el corazón en su sitio pensarán como yo! No es necesario cerrar las salas de maternidad para que cesen los desastres que deploramos, sino que conviene echar a los tocólogos, ya que son ellos los que se comportan como auténticas epidemias...” Ni que decir tiene que terminó mal y solo después de su precoz fallecimiento con 47 años la comunicad médica y científica le reconoció su extraordinaria aportación. De hecho cuando D José a su vuelta de Alemania comenzó a trabajar como obstetra en el Hospital Civil, enseguida su trabajo fue reconocido por unos y cuestionado por otros. Entre estos aquellos médicos que se resistían a aceptar las novedades. “Al fin y al cabo, decía uno de los críticos, “la única diferencia entre lo que hace el Dr. Gálvez y nosotros es que él se lava las manos antes de entrar en quirófano y nosotros después”. Un comentario que conociendo la dramática historia de Senmelweis no sería nada sorprendente que de verdad hubiera ocurrido. Aun así en Málaga en aquella época hubieron personas e instituciones que mantuvieron un alto nivel de preocupación por lo que estaba ocurriendo en el mundo y que incluso contribuyeron con su imaginación y su esfuerzo a que el mundo fuese mejor. En una ciudad y en una época en la que la Universidad no llegaría hasta los años setenta del siglo XX, hubieron instituciones como la Sociedad Malagueña de Ciencias (ahora
Academia) creada en 1872, o la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo (1849) que incorporaron a numerosas personas interesadas y preocupadas por el conocimiento científico y por la creación artística, entre ellos el Dr. Gálvez entre médicos coetáneos de D. José que destacaron por su creatividad y compromiso. Citaremos solo a D. Miguel Mérida Nicolich un oftalmólogo que a pesar de haberse quedado ciego pronto y morir joven fue no solo el inventor de la famosa abéñula sino que también ya en 1925 crea en Málaga el Instituto Municipal para Sordomudos y Ciegos, situado en la calle Gálvez Ginachero, junto al Hospital Civil, convirtiéndose en un referente y precursor a nivel europeo de la educación para niños invidentes y sordomudos11. Un centro cuyo nacimiento se vio impulsado por la inestimable ayuda del Dr. Gálvez como alcalde de Málaga. En todo caso la mayoría de los médicos y científicos de los que hoy estamos hablando, incluido D. José, apenas alcanzaron a ver la época de los antibióticos, cuyo uso aun tardaría en generalizarse pues no fue hasta 1943 cuando se dispuso de la penicilina comercialmente, aunque sí vieron el progreso de otras ramas de la medicina, como la endocrinología de la que en España, el malagueño Gómez Ocaña para la fisiología experimental y Marañón para la endocrinología clínica fueron insignes predecesores12. Fue, en fin, la época en la que florece el método anatomoclinico, que en España adquiere toda su plenitud con figuras como la de D. Carlos Jiménez Díaz con la que D. José Gálvez mantuvo una estrecha amistad y relación profesional, hasta el punto de que cuando D. José tuvo el accidente cerebro vascular que terminó con su vida, Jiménez Díaz junto a otros colegas acudieron desde Madrid para visitarlo como médicos y amigos en un avión expresamente fletado por el Ministerio del Ejército. Los médicos de principio de siglo estaban adiestrados en el reconocimiento clínico de las enfermedades, (el diagnóstico), pero en la época en la que el Dr. Gálvez comienza a ejercer la medicina en Málaga, carecían aun del caudal de conocimientos científicos que se producirían en los años venideros. Las teorías microbianas o no eran conocidas o eran ignoradas, la bioquímica y la anatomía patológica estaban en pañales y el arsenal terapéutica era aun por así decirlo “galénico”. Ser médico en aquella época era una tarea heroica. Volvamos de nuevo a la biografía de D. José. El padre del Dr. Gálvez emigró en los principios del siglo XX desde Logroño a Málaga (de donde vino andando como correspondía a la época), comenzando a trabajar en la oficina de ferrocarriles de Málaga-Algeciras. Pronto gozó de la protección de Manuel Agustín Heredia y enseguida de su confianza, siendo nombrado apoderado de sus empresas. Su madre Carmen Ginachero Vulpìus era de Palma de Mallorca con ascendientes italianos y
11 Constancio Mínguez Álvarez. LA EDUCACIÓN DE CIEGOS EN MÁLAGA: DR. MIGUEL MÉRIDA NICOLICH. Organización Nacional de Ciegos Españoles (ONCE). Madrid, 2003. http://sid.usal.es/idocs/F8/FDO7074/educacion_ciegos_malaga.pdf
12 Antonio Orozco Accuaviva. Historia de la endocrinología española. Capítulo 2: José Gómez Ocaña, pionero de los estudios endocrinológicos españoles. Editorial Diaz de Santos, Madrid, 1999.

polacos. De este matrimonio nace D. José el año 1865 en el seno de una familia que gozó de la protección de los Heredia y de su nuera Doña Trinidad Grund, estudiando en el colegio de San Rafael primero y en el Instituto General y Técnico de segunda enseñanza de Málaga, terminando el bachillerato en el año 1882. En ese mismo año comienza la carrera de Medicina en Granada, con 16 años, terminándola en 1888 con veintidós años. Dos años después en 1890 culmina su estancia de doctorado en el Hospital de la Princesa de Madrid leyendo su tesis doctoral sobre “Parálisis laríngea”, para marcharse muy poco después al extranjero, tras conseguir una beca de estudios, primero a Paris y más tarde a Berlín entre los años 1890 y 1892. Es sin duda una gran decisión para aquel momento. Irse al extranjero entonces no es lo mismo que hacerlo hoy. Implicaba, desde luego, una voluntad de perfeccionamiento y una clara conciencia de las limitaciones que tenía en aquel momento la medicina española. Hace largas estancias en Alemania y en Francia, donde toma contacto directo con los descubrimientos de Pasteur y de Lister que habrían de revolucionar la medicina y la cirugía, pero sobre todo descubre una nueva manera de entender y de hacer la medicina, una distinta interpretación de la clínica, tanto en el diagnóstico como en el tratamiento, y un distinto modo de trabajar. ¿Hubiera sido Gálvez el mismo médico si no hubiera tomado aquella decisión? Lo dudamos. Son sin duda estas estancias en el extranjero las que hacen de Gálvez otro médico, al incorporar el método anatomoclínico a la lógica clínica, así como los nuevos descubrimientos científicos, pero sobre todo, probablemente, la estancia en el extranjero le permitieron preparase intelectualmente para el gigantesco cambio científico y tecnológico que inundaría la medicina a lo largo del siglo XX y que entonces solo estaba comenzando. Esta necesidad de que los científicos españoles salieran de España para aprender la tenía ya Cajal muy claro siendo presidente de la JAE. Fue una obsesión suya hace salir a los jóvenes fuera de España. En marzo de 1913, Cajal le contesta por carta a Unamuno que le ha pedido previamente una recomendación para una beca al extranjero de un conocido suyo. En su respuesta, aparte de garantizarle la ayuda, escribe: “puede que en algunos puntos secundarios haya divergencias entre las ideas de usted y las mías sobre el plan de elevación intelectual de España: pero creo que en lo esencial coincidimos. Trabajamos en campos diferentes y por eso nos impresiona más aquella parte o sector de decadencia y atraso situado cerca de nosotros, o en la corriente de nuestros gustos. Somos en fin diversos pero complementarios. Lo mucho y exquisito que dice usted en su libro “Mi Religión”, lo suscribo yo por completo. Creo que España debe desarrollar su ingenio propio, su personalidad original, en arte, en literatura, en filosofía hasta en el modo de considerar la vida, pero en ciencia debemos internacionalizarnos. Hay escuelas filosóficas, literarias, artísticas, políticas; pero solo hay una ciencia, la cultivada desde Galileo a Pasteur y Claudio Bernard…”13.
13En: Pedro Laín Entralgo. Escritos sobre Cajal. Ediciones Triascastella. Madrid, 2008). (La correspondencia completa de D. Santiago Ramón y Cajal se puede ver en: Juan Antonio Fernández Santarén. Santiago Ramón y Cajal. Epistorialario. La esfera de los libros, 2014. El resaltado del texto es nuestro)
Un Cajal que en las antípodas políticas de D. José (Cajal fue laico, descreído y masón) mantuvo como él una integridad ejemplar. Podríamos poner muchos ejemplos, limitándonos a uno: Siendo presidente de la Junta de Ampliación de Estudios envió al extranjero a su hijo Jorge, investigador como él, pagando los gastos de su bolsillo. Preguntado sobre por qué no le había pensionado con una beca, como era habitual, y más siendo su hijo, Cajal respondió: «Por eso mismo, por ser mi hijo».
Quizás fue la integridad lo que definió mejor a todos estos egregios compañeros de viaje que hoy acompañan en este texto a D. José D. José. Y es este legado, el de su ejemplaridad, el de la coherencia como virtud, cualesquiera que fuesen sus posiciones políticas o ideológicas una de las razones porque las que no debemos olvidarlos.
Ya de vuelta a Málaga el Dr. Gálvez, con el prestigio de su estancia en el extranjero y por la influencia de personas que lo habían conocido en Alemania como el político antequerano Romero Robledo, es nombrado el 27 de Noviembre de 1893, médico de Obstetricia y Ginecología sin sueldo del Hospital Civil provincial, que se convertiría en su segunda casa y donde pasaría los 58 años siguientes de su vida. El Hospital Civil tal como es hoy inició su andadura en 1872, ampliándose en 1885 y fue construido ya como un hospital moderno siguiendo la influencia de la arquitectura hospitalaria francesa muy parecido al Hospital de la Princesa en Madrid que a su vez se había inspirado en el Hospital Larivoisier de Paris14. Comienza ahora su verdadera carrera profesional y el comienzo de la creación de un servicio de Obstetricia modélico. Como recuerda Guillermo García Herrera, “fueron aquellos años heroicos de la implantación del Servicio de Obstetricia y Ginecología en los tiempos del alumbrado por quinqué de petróleo o candiles de aceite y en los que la comadrona que hasta entonces asistía a los partos seccionaba el cordón umbilical con la misma tijera con la que cortaba la mecha del candil”. Años en los que encontró a colegas que le apoyaron y aceptaron las novedades que traía de fuera pero también otros, que como los que hemos contado antes sobre el lavado preoperatorio de las manos no vieron en su competencia y en su creciente fama sino un motivo de recelos y de envidia. Dos años después en 1895 consigue por oposición la plaza de Cirujano del Hospital Provincial, por un tribunal que tuvo que esperar al opositor pues en el justo momento del examen tuvo que acudir urgentemente a asistir a una grave hemorragia post aborto. Y esta anécdota con la que comienza su vida profesional refleja lo que sería ya el resto de su vida. Una vida de absoluta dedicación a la medicina.
El Dr. Gálvez fue un gran clínico. La medicina clínica es una ciencia aplicada y el Dr. Gálvez fue sobre todo un médico práctico que intenta resolver los problemas diarios de las personas que depositaban en él la confianza de su mejoría o de su curación. Un médico que supo estar al día y aplicar una lógica, - que solo más tarde aplicada a la clínica también se consideraría científica,- a su quehacer médico, lo que le permitió,
14 La historia del Hospital Civil no se puede entender sin la figura de D. José Gálvez. Comenzó a trabajar en el Hospital Civil en 1893 es decir muy poco después de que el hospital comenzara a funcionar y fue nombrado director en 1923, cargo en el que permaneció hasta su muerte en 1952 con breves interrupciones por razones políticas. .
sobre todo aprender de sus errores. Un médico que siguió a pie juntillas los consejos de Hipócrates y que se aferró hasta el último minuto al modelo médico tradicional. Un médico que murió en fin en su tiempo pues ese modelo hoy ha desaparecido, en algunos casos para bien y en otros no tanto.
De su dedicación a la medicina han quedado las historias clínicas, el más preciado documento de un médico. Solo en el Hospital Provincial los libros de registro muestran a más de 150.000 mujeres asistidas durante su vida profesional activa. Si a esto unimos unas 75.000 de su consulta privada y del Hospital Noble más los que pudo asistir en sus estancias en la casa de Salud de Santa Cristina en Madrid, el número total de pacientes que D. José pudo ver en su vida profesional podrían estar alrededor de 240.000, lo que supone una media de unos 10 pacientes diarios a lo largo de cincuenta años de vida profesional. “No creo que muchos médicos puedan batir este record, pero sobre todo no creo que muchos médicos puedan haber dejado constancia por escrito en historias clínicas de su puño y letra toda su experiencia clínica”, dice de él Gustavo García Herrera15. Y es a través de sus historias clínicas la mejor manera de conocer la dimensión médica de D. José Gálvez. Todavía los clínicos de mi generación sabemos del valor de la historia clínica. La historia clínica es una patobiografía del paciente en la que el médico recoge e interpreta los signos y los síntomas que le permiten luego hacer un juicio clínico y un tratamiento adecuado. No es la historia del paciente. Es la historia del paciente reinterpretada por el médico. Como en cualquier otro procedimiento en el que se intenta averiguar la verdad, la naturaleza de las preguntas es la clave. Saber preguntar implica saber sobre lo que se pregunta, por eso un médico ignorante nunca podrá hacer un adecuado interrogatorio, una adecuada historia clínica. Don José tenía fama de lacónico, pero no lo era en la información que recogía. Por otro lado una buena historia clínica no es una historia larga sino una historia en la que está lo que debe estar. Lo demás sobra, pues un acto (clínico o no) es más inteligente cuando es capaz de tomar decisiones acertadas con la menor cantidad de información posible. Pero no solo escribe historias clínicas sino que las reescribe a posteriori cuando por la urgencia no es posible hacerlo, como es este caso en el que fue llamado a una casa, el día 6 de diciembre de 1896: a las siete de la tarde: “vi a la enferma en su domicilio, calle Haza Alta n1 3, en un inmundo cuartucho y en una cama más inmunda todavía. Exhalaba su aparato genital un olor putrefacto repugnante; tenía bastante fiebre y se encontraba en estado comatoso, sin dar señal ninguna de relaciones con el mundo exterior. Sin otra pérdida de tiempo que la necesaria para preparar los precisos artefactos, procedí en el mismo domicilio de la enferma y con ayuda de los doctores Espejo y Rodríguez del Pino a raspar el útero”. Se envía una vez terminada la maniobra al hospital de donde sale curada a los veintiún días16.
En otras ocasiones deja constancia de las dificultades que había tenido a la hora de tomar la decisión: Se trata de un caso de un fibroma uterino al que practica una histerectomía. El 4 de septiembre de 1894, escribe…”el tumorcillo estaba fuertemente
15 Gustavo García Herrera. El doctor Gálvez (una vida ejemplar). Málaga, 1966
16 Gustavo García Herrera , (Ibiden)
adherido y con una base bastante ancha. Después de repetidas tentativas largas e infructuosas me apercibí con horror que se había perforado la matriz. En vista de ello me decidí a practicar la histerectomía aplicando pinzas de Pean. Así lo hice sin gran dificultad. (…El 27, de Julio de 1894 alta por curación)17.
En este otro caso D. José deja constancia por escrito una reflexión crítica. Es el año 1896, una mujer ingresa con un síndrome avanzado de oclusión intestinal de varias semanas de evolución y muy mal estado general. Decide intervenir. Hace un ano contra natura y otras intervenciones para liberar la oclusión. A los 11 días fallece la enferma por peritonitis. El propio Don José le hace la autopsia. Tras varios comentarios sobre la necropsia en la historia deja constancia de una “Reflexión”: “Este caso con su lamentable estado postoperatorio me sugiere la idea de no recurrir a igual procedimiento en casos análogos, sino emplear de preferencia la anastomosis intestinal”18.
Por último no podemos dejar de contar aquí que el Dr. Gálvez fue uno de los primeros cirujanos en practicar una cesárea post mortem. Ocurrió el 17 de julio de 1898. Había ingresado en el Hospital una mujer de 28 años, llamada María González Gálvez. Tras morir esta, le practicó una cesárea y nació una niña. La pequeña, María del Carmen Enriqueta, fue pronto llamada “la niña de la ciencia” y fue bautizada por el entonces Obispo de Málaga, Juan Muñoz Herrera y apadrinada por el propio José Gálvez Ginachero (FIGURA 7),
Podría seguir contándoles más historias, muchas de ellas recogidas en el libro de Guillermo García Herrera. En la mayoría encontramos el mismo patrón. Una recogida precisa de la información, un diagnóstico, una decisión médica o quirúrgica, en algunos casos en el que la paciente ha fallecido la práctica de la autopsia y en muchas ocasiones, especialmente en aquellos casos que no han ido bien, se añade una reflexión crítica de los procedimientos seguidos.
Es el método anatomo-clínico llevado a la práctica diaria, aprendido seguramente en su estancia en Francia o en Paris, método que se haría canónico en todas las facultades de medicina y que compartiría con amigos como D. Carlos Jiménez Díaz.
Hoy podemos decir que D José fue un prototipo de médico a caballo entre el XIX y el XX, un periodo en el que la medicina científica no acaba de instalarse y en el que el modelo tradicional que ahora llamamos hipocrático no acaba de desaparecer. Faltaba aun algunos años para que los sistemas de beneficencia asistencial desaparecieran sustituidos por los sistemas sanitarios públicos, para que la protección y la asistencia médica dejaran de ser un acto de caridad y se convirtieran en un derecho de los ciudadanos, para que el razonamiento clínico, las matemáticas de la probabilidad y el pensamiento estocástico sustituyera al pensamiento patognomónico y para que la nueva bioética, de corte anglosajón, sustituyera al menos parcialmente a la ética hipocrática.
17 Gustavo García Herrera , (Ibidem)
18 Gustavo Garcia Herrera (ibiden)
Todo esto ocurriría después de la segunda guerra mundial cuando ya D. José se había jubilado con setenta años que era entonces la edad de jubilación, aunque él siguiera trabajando hasta el final de su vida.
D. José fue un médico práctico dedicado a resolver los problemas clínicos diarios, desde los más pequeños a los más enrevesados. Hoy no sería considerado un científico. Dio algunas conferencias, no muchas, y publicó algunos artículos, pocos, en la prensa médica local y española, uno de los cuales sobre el tratamiento con radio del cáncer de útero, generó una ceñuda controversia con el Dr. Vital Aza un reconocido ginecólogo madrileño de su época. Fue miembro de la Sociedad de Ciencias de Málaga (Actualmente Academia Malagueña de Ciencias)19 así como de la Academia de San Telmo, aunque no hay constancia de que participara ni contribuyera de manera relevante en ambas. Tampoco, salvo sus historias clínicas y alguna publicación, no dejó testimonios de alguna innovación teórica o práctica de su dilatada experiencia. Sin embargo gozó de una extraordinaria reputación no solo en Málaga sino entre la comunidad médica del resto del país. La medicina es una ciencia aplicada que se justifica por su credibilidad además de por los criterios de contrastación del modelo experimental. Bertrand Russel lo tenía muy claro:.. un médico que aconseja un régimen lo hará después de tomar en cuenta todo lo que la ciencia tiene que decir en el asunto; pero el hombre que sigue su consejo no puede detenerse a comprobarlo y está obligado por consiguiente a confiar no en la ciencia sino en la creencia de que su médico es un científico...20.
D. José Gálvez fue un científico porque siguió de forma rigurosa el método inductivo, que para Francis Bacon era el modelo canónico de la ciencia. La acumulación de observaciones, de hechos, de experiencias que por repetición terminarían conduciendo a una teoría formal que explicara la realidad. Pocos como el Dr. Gálvez acumularon tal grado de experiencia. Su tarjeta de presentación como científico está en las miles de historias clínicas hechas por su puño y letra en las que, una tras otra, iba acumulando esa experiencia tan preciada para Francis Bacon, pero también el Dr. Gálvez utilizó el método de ensayo y error, como deja constancia una y otra vez en sus historias, un
19 En el libro de Gustavo García Herrera, se hace una breve historia del Colegio de Médicos de Málaga. El Colegio fue oficialmente constituido el 27 de diciembre de 1879. Siendo el primer presidente D. Francisco Palanca y no es hasta 1917 cuando se establece la colegiación obligatoria que el colegio adquiere un mayor protagonismo. Inicialmente carecía de sede y utilizaba los locales de la Sociedad malagueña de ciencias. En discurso que Miguel Mérida Nicolich hizo con motivo del fallecimiento en 1921 del anterior presidente D. Francisco García Guerrero, recogido en la Revista Médica de Málaga de ese año, después de hacer un elogio del finado y loar sus numerosos méritos, comenta que “la Sociedad Malagueña de Ciencias , poco respetuosa con los médicos, la más numerosa colectividad malagueña verdaderamente científica y merecedora del más profundo respeto nos cerró su local donde nos reuníamos por aquel entonces. Alegaba la directiva de la Sociedad de Ciencias que siendo la colectividad médica muy superior al número de socios de aquella entidad, corría el peligro de verse absorbida por el Colegio de Médicos. …de aquí surgió la imperiosa necesidad de tener un local propio…”. Consultado el archivo de la actual Academia Malagueña de Ciencias las razones por las que en aquel momento se le denegó el uso de sus locales al Colegio de Médicos fue porque este no hizo frente al pago del alquiler que había acordado con la Sociedad Malagueña de Ciencias.
2020 Bertrand Russell. La perspectiva científica. 1931
método que más tarde se llamaría hipotético deductivo y que se convertiría en la base del diagnostico diferencial. Desde luego no fue un médico científico a la manera en la que hoy lo entenderíamos. Era un clínico que vivió en su propia biografía la difícil convivencia entre la lógica clínica, decisionista e inductivista y la lógica científica, de raíz hipotético-deductiva y falsacionista, que es un asunto del que nos hemos ocupado en varias ocasiones21. Un clínico que dejó un gran legado basado no en los conocimientos que generó en forma de documentos sino por su ejemplaridad, una cuestión sobre la que volveremos dentro de un momento.
Quisiéramos para ir terminando hacer unos comentarios sobre su compromiso público, intentando centrarnos en su compromiso con el mundo de la salud. Hubo unos momentos en su vida en la que no supo decir que no. No supo decir que no al nombramiento de Alcalde de Málaga cargo que ocupó entre 1923 y 1926 cuando la dictadura de Primo de Rivera22, no supo decir que no a la presidencia del Colegio de Médicos entre 1921 y 1927, ni tampoco a la dirección del Hospital Noble, ni a la del Hospital Civil (entre 1923 hasta 1952 año de su muerte con la interrupción del periodo de la República) ni supo decir que no a la oferta de consiliario segundo de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo (1922-1931) ni desde luego a la dirección de Santa Cristina de Madrid (1924-1929), de la que haremos algún comentario después23. Lo sorprendente del caso es que hubo años en los que prácticamente ocupó todos estos cargos al mismo tiempo. Hay pocas dudas de que D. José, un hombre bien conocido por su conservadurismo, acendrada religiosidad y prestigio profesional, se convirtió en aquel periodo crítico de la historia política y social en un personaje imprescindible (y no solo) para Málaga. De hecho el reglamento de la Casa de Salud de Santa Cristina exigía al director residir en el propio centro cosa que era imposible pues Gálvez ocupaba ya la alcaldía de Málaga razón por la que el propio Rey Alfonso XIII, mediante una real orden (25 de diciembre de 1928) dispuso que mientras estuviese presidiendo el Ayuntamiento de Málaga se le guardase el puesto24, 25.
21 Federico Soriguer. ¿Es la clínica una ciencia? Editorial Díaz de Santos, Madrid, 1992.; El Médico y el Científico, Ediciones Díaz de Santos, 2005.
22 Durante su mandato se incorporó Torremolinos a la Ciudad de Málaga.
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23 Además de cofundador de las Escuelas del Ave María, protector del Asilo de los Ángeles, cooperador salesiano, adorador nocturno, cofrade honorario y bienhechor del Seminario y de los conventos de clausura malagueños, que por no estar relacionados directamente con su actividad como médico no los incluimos aquí, pero que pueden ser consultados en la amplia relación de documentos que están siendo publicados en estas fechas con motivo de la causa de su beatificación.
24 Dolores Ruiz Berdum. La inauguración de la casa de salud de Santa Cristina de Madrid y su casa de matronas. Matronas Prof. 2016, 17(2) 30-38.
25 Gálvez Ginachero J. La casa de salud de Santa Cristina y Escuela de Matronas. Memoria descriptiva de su funcionamiento y resumen estadístico en los tres primeros años. Madrid. Blas Sociedad Anónima, 1927.
El hecho es que dimitió en 1926 de la Alcaldía y no debió de terminar muy bien en el Colegio de Médicos de cuya presidencia también cesó en 1927. En todo caso, como bien recuerda Guillermo García Herrera en su libro, no hay constancia de que hiciera ni un solo comentario a las ofensas (en el caso del Colegio de Médicos lo fueron y muy claras) ni tuvo una palabra de censura para sus detractores.
Ni sus mejores biógrafos aciertan a dar una explicación de la aceptación y compatibilización de estos múltiples cargos que no parecían compadecerse con la personalidad y dedicación a la medicina de D. José26.
En la época en la que el Dr. Gálvez desarrolló su vida profesional la medicina social estaba solo comenzando. Es muy probable que Gálvez conociera los esfuerzos que uno de los más influyente médicos y científicos alemanes, Rudolf Wirchow estaba haciendo por ampliar el horizonte de la medicina y que queda resumida en su famosa sentencia: “La medicina es una ciencia social y la política no es más que medicina en una escala más amplia”, tesis que Virchow propuso en 1889 a la Sociedad Berlinesa de Médicos y Cirujanos. Nacía así formalmente la medicina social que poco a poco se extendería por toda Europa dando lugar más tarde a la creación de los llamados Estados de Bienestar. Frente al beneficentismo basado en la caridad surgía una nueva manera de ver la salud como lo que solo más tarde ya con Alma Ata se convertiría en un derecho humano. En España esta idea de la relación entre política y salud no fue planteada hasta la llegada de la República y fracasó con ella, aunque ya médicos como Marañón comenzaban a tomar conciencia de su importancia como puso de manifiesto con su preocupación por la situación de las Hurdes que culminó con el famoso viaje, por el organizado, de Alfonso XIII, en el año 1922 a la región hurdana (FIGURA 8). D. José tenia, y de esto no cabe duda, una aguda conciencia moral, que satisfizo a través del modelo que estaba dentro de sus valores. Un modelo de beneficencia y caritativo que ponía en práctica en su quehacer diario como clínico y que dejó plasmado en la creación de un servicio de Obstetricia y Ginecología moderno para su época en el Hospital Civil y, sobre todo, con la creación de la Casa de Salud de Santa Cristina en Madrid, el actual Hospital Universitario Santa Cristina de la CCAA de Madrid27 (FIGURA 9). En el año 1949 el Dr. Orengo Díaz del Castillo le pide al Dr. Gálvez (ya con ochenta y dos años) el prólogo de un libro que había escrito titulado Obstetricia para matronas. En el prólogo Gálvez escribe parte de esta historia, pero con su habitual modestia no dice en ningún momento que aquel Hospital fue obra suya, como lo fue la creación allí de la primera Escuela Especial de Matronas de España, algo
26 Gustavo Garcia Herrera (ibiden)
27 Aunque el Hospital entonces llamado Casa de Salud de Santa Cristina fuese inaugurado en 1924 su gestación se hizo durante años. En Madrid había una Junta de Damas de Honor y Mérito, protectoras de una Inclusa (un refugio para mujeres embarazadas solteras) en tan mal estado y cuyas estadísticas de morbilidad y mortalidad sobre todo de fiebre puerperal eran aterradoras, que aquellas Damas solicitaron la intercepción de la Reina Doña María Cristina para su reforma que terminó después de numerosas colectas en la propuesta de construcción de un nuevo edificio en la Calle O´Donnell, cuya primera piedra fue colocada por el propio Rey Alfonso XII en el año 2004, aunque no fuese inaugurado hasta 20 años después (1924)
absolutamente necesario, que se convertiría en Escuela Oficial de Matronas desde el año 1932, poniendo en marcha institucionalmente la experiencia que había adquirido en la formación de matronas en el Hospital Civil (FIGURA 10). Pero de este reconocimiento se encargaron agradecidos los sucesivos directores, como el Dr. Bourkaib, de la Casa de Salud de Santa Cristina quien en los documentos en los que se recogen las intervenciones con motivo de su ochenta aniversario reconoce en repetidas ocasiones que solo gracias al tesón, trabajo e influencia del Dr. Gálvez la Casa de Salud y la Escuela de Matrona llegó a ser una realidad28. Cómo llegó la fama del Dr. Gálvez a la corte, cómo llegó a tener tanta influencia y reconocimiento entre las familias adineradas y cortesanas de Madrid, es algo en lo que no podemos ahora entrar pero que sin duda se explica por los estrechos lazos que la familia Gálvez fueron tejiendo con la alta burguesía malagueña muy bien posicionada en Madrid.
Conclusiones;
¿Podemos llegar a alguna conclusión de todo lo dicho hasta ahora sobre el Dr. Gálvez? La vida de D. José Gálvez fue una vida muy humana, esa es su grandeza. Algunos querrán atribuirle sus meritos a su inquebrantable fe en Dios, a su religiosidad meticulosa y a su fidelidad a la Iglesia católica, de la que dio mil muestras a lo largo de su vida. Sí, la vida de D. José no se explica sin todo ello, pero a Dios lo que es de Dios y al Cesar lo que es del Cesar, pues Dios no es responsable de nada, ni de lo bueno de un hombre como tampoco a nadie se le ocurre achacarle a Dios sus maldades y sus miserias. Porque la vida del Dr. Gálvez fue, más allá de sus creencias, el resultado de una pasión por la medicina, de una vocación se llamaba antes, de una decidida idea de la medicina como servicio y como sacerdocio y una muestra de lo que más tarde se llamaría ética de la responsabilidad. Hizo lo que creyó que debía hacer y lo hizo bien. Estudió Medicina y aunque los hagiógrafos dicen que fue por influencia de su madre, la decisión la tomó él. Tuvo una familia que le permitió estudiar la carrera pero la decisión de irse a Francia y Alemania a ampliar estudios fue suya. Tuvo un gran apoyo de la oligarquía social y política de Málaga pero solo por el gran prestigio profesional que había adquirido en su trabajo diario en el Hospital. Gozó del apoyo, incluso de la Reina Cristina, pero la idea y el empeño de hacer una Escuela de Matronas en Madrid, que era lo más urgente de ese momento fueron también suyas. Se puso al servicio de las dos dictaduras, la de Primo de Rivera como alcalde y la de Franco asumiendo de nuevo la dirección del Hospital Civil, pero resulta fácil juzgar desde los parámetros actuales las
28 En Málaga uno de los colectivos más reivindicativos, sobre todo a nivel de peticiones de subidas salariales, fue el de las matronas. De hecho, ya en sesión del Ayuntamiento de 19 de diciembre de 1923 había pasado a la Comisión de Hacienda un escrito de las matronas municipales solicitando un aumento de sueldo (Solicitud que, previo informe de dicha Comisión, sería desestimada meses después). (Para un análisis crítico de la situación de las matronas en los años veinte del pasado siglo véase: María José González Castillejo. “Las matronas malagueñas, un colectivo profesional discriminado en la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) (http://wzar.unizar.es/siem/articulos/Premios/matronas.pdf)
decisiones de personas que tuvieron que vivir uno de los periodos más trágicos de la historia de España. En esta conferencia nos hemos limitado a valorar su trabajo como médico, su vocación de servicio, su obra. Y su obra ha quedado para quien quiera reconocerlo.
Quisiera para terminar contar una historia que tiene que ver con mi abuelo médico (FIGURA 11) al que he citado al principio. Mi abuelo Carlos era médico en Cabra. Como Gálvez había nacido en el siglo XIX pero era unos veinte años más joven que él. Comenzó a ejercer sobre los años en los que el prestigio del Dr. Gálvez comenzaba a ser reconocido incluso fuera de Málaga. Por razones de salud familiares mi abuelo pasaba largas temporadas en Málaga, donde incluso llegó a comprarse un chalet en el paseo de Reding. Trabó relación y amistad con Gálvez acudiendo regularme al Hospital Civil donde compartía su experiencia. Muchos días mi madre, que nos acompaña hoy en este acto, y que en esa época debía tener unos seis o siete años, le acompañaba al hospital. Mientras mi abuelo trabajaba con Gálvez, mi madre me ha contado que con el beneplácito de su padre, mi abuelo, el Dr. Gálvez le encomendaba la tarea de ponerle el chupete a los niños y entretener a las parturientas. Había entonces áreas dedicadas a personas pudientes y otras pobres. Un día el Dr. Gálvez le dijo que entretuviera a una mujer que acaba de dar a luz en la zona de los pobres. Mi madre recuerda a aquel niño oscuro y moreno al que la madre tenía envuelto en una toalla. Había estado los días previos acompañando a las parturientas de la zona en la que ingresaban las jóvenes de la burguesía y clases medias locales que vestían a sus niños recién nacidos con ropa de hilo y bordados. Mi madre con la ingenuidad de una niña de seis o siete años le preguntó a aquella mujer que porqué su niño estaba desnudo y ella le dijo que porque no tenía dinero para comprarle ropa. Mi madre recuerda que aquella niña que era ella hace 90 años, al día siguiente se presentó en la habitación de aquella .mujer con la ropa de todas sus muñecas. Pero lo que mi madre no ha olvidado es que fue allí, donde por primera vez, sintió dolorosamente la injusticia de tanta desigualdad y está convencida que el Dr. Gálvez, con la anuencia de mi abuelo, su padre, se la hicieron ver a conciencia. Mi madre es una mujer religiosa y agradecida y cuando se enteró por mí de que se estaba incoando el proceso de beatificación del Dr. Gálvez, llamó a D José Sánchez Luque, que fue capellán del Hospital Civil y ahora jubilado, un hombre admirable y muy querido, al que conoció a través mía, para contarle primero y enviarle por carta después, esta historia de su infancia, por si podía contribuir modestamente en el proceso de beatificación.
Y termino. La primera mitad del siglo XX fueron años muy difíciles para España. Tras el 98 España no había sido capaz de incorporarse a la estela de las tres grandes revoluciones, la británica, la francesa y la americana que metieron a los grandes países de Occidente en la modernidad. Pero fue una época extraordinaria en la que florecieron grandes hombres y mujeres que a título casi individual mantuvieron la llama sagrada de la cultura, de la ciencia, de la medicina, con la esperanza de que las generaciones que vinieran detrás pudieran sacar a nuestro país del atraso moral, social y político en el que había caído. Unos eran progresistas como Gómez Ocaña, otros masones como Cajal,
prototipo de un santo laico, otros liberales como Marañón, otros comunistas como Juan Negrin, otros muy religiosos como el Dr. Gálvez y otros en fin simplemente conservadores como Jiménez Díaz o mi abuelo Carlos Escofet, pero todos dejaron la huella de su trabajo ejemplar, que es lo que importa, pues de las ideas lo único que queda son los hechos, las obras. Unas obras ejemplares, como muy bien ha recordado recientemente en su tetralogía sobre la ejemplaridad el filósofo Javier Gomá, que son lo único que garantiza y da sentido a la trascendencia de una vida, esa trascendencia de la obra del Dr. Gálvez que ha llegado hasta aquí, hoy en este acto conmemorativo en el Salón de Actos de este viejo Hospital que fue también, en algunos momentos de su vida literalmente, la segunda casa de D. José.
Muchas gracias.