FEDERICO
SORIGUER. MÉDICO
7 enero 201612:41
Con motivo del reciente día mundial de la diabetes,
SUR publicó una tribuna firmada por la doctora Marisol Ruiz de Adana y por mí
mismo. Como es habitual en las tribunas se indicaba detrás del nombre el lugar
del trabajo o la profesión. Yo puse, como suelo hacer desde hace dos años,
médico y MS Ruiz de Adana indicó que trabajaba en el Hospital General
Universitario de Málaga. Por alguna razón en la Tribuna Ruiz de Adana apareció
como perteneciente al Hospital Clínico Universitario. Tal vez fue el corrector
de pruebas automático, tal vez fue el periodista que lo revisó antes de
publicarlo que con toda lógica sustituiría un título inespecífico por algo bien
conocido. La cuestión no parece relevante aunque teniendo en cuenta los malos
entendidos que hay entre ambos hospitales desde que decidieron fusionarlos por
decreto es obligado por nuestra parte una aclaración. En todo caso, más allá de
la anécdota, esta confusión representa muy bien lo que ha ocurrido, lo que está
sucediendo con el Hospital ¿? (sic) El más importante hospital de la ciudad se
ha quedado sin nombre. Y ya sabemos lo que le ocurre a las cosas que no tienen
nombre: simplemente o no existen o poco a poco desaparecen.
Algunos lectores de SUR recordaran el lío
que hubo con el nombre de Carlos Haya. Sobre esta cuestión he escrito varias
tribunas en los últimos años y es además el motivo de todo un capítulo del
libro 'Historia del Hospital Carlos Haya' que he escrito junto al periodista
Paco García. Siempre estuve de acuerdo en que había que cambiarle el nombre al
hospital. El que se le pusiera el nombre de un militar a un centro sanitario
fue la norma en la dictadura. De hecho, el 7 de julio del año 1954 es publicado
en todos los periódicos de la cadena del Movimiento un suelto en el que se
informa sobre la decisión del INP (Instituto Nacional de Previsión) de que,
coincidiendo con la festividad del 18 de julio, los establecimientos sanitarios
llamados ambulatorios y las Residencias del Seguro de Enfermedad que se están
construyendo por toda España van a ser honrados imponiéndoseles el nombre de
héroes de la Cruzada. De esta forma, ya en el año 1954 se nombraron las
siguientes Residencias: la de Barcelona, Francisco Franco; la De Zaragoza, José
Antonio; Valencia, General Sanjurjo; Logroño, Antonio Coello Cuadrado; Mieres,
Enrique Cangas; Palencia, Lorenzo Ramírez; Zamora, Ramiro Ledesma; Guadalajara,
Fernando Primo de Rivera; Lugo, Hermanos Pedrosa Posada; La Coruña, Juan Canalejo;
Vigo, Almirante Vierna; San Sebastián, General Mola; Burgos, General Yagüe;
Bilbao, Sotomayor. En la segunda oleada de nuevos hospitales, ya en los
estertores del franquismo, aquella consigna ya no se siguió y a lo que se llamó
Ciudades Sanitarias, les fueron impuestos nombres de vírgenes: Virgen del
Rocío, Virgen de las Nieves, Virgen de la Victoria (este ya más tarde por el
gobierno socialista). Tras la llegada de la democracia a todos aquellos viejos
hospitales les fueron cambiando los nombres, en muchas ocasiones por el de
médicos o científicos egregios. Andalucía fue una excepción pues aunque se han
cambiado todos los nombres de los hospitales ninguno de ellos lleva el de un
científico o de un médico. ¿Es que no había médicos o científicos egregios en
Andalucía?. Y la mayor de las excepciones fue Málaga que hasta el último minuto
se ha resistido con el de Carlos Haya. De todas las soluciones posibles y ha
habido y varias, la tomada con el hospital Carlos Haya es sin duda la peor.
Ahora es un hospital si nombre solo con adjetivos (General, universitario, y
así). ¡Cómo no se va a confundir un corrector de pruebas! Imposible
identificarlo en cualquier repertorio internacional de centros sanitarios o de
producción científica, por poner dos ejemplos.
Quizás no sea ocioso recordar aquí que
hubo numerosas alternativas. Nosotros propusimos Hospital Profesor Gómez Ocaña,
un científico malagueño, de Vélez, padre de la medicina y de la fisiología
experimental española. Tan desconocido como el Dr. Trueta para los de Gerona
hasta que dejó de serlo tras ponerle su nombre al hospital. El doctor Norberto
González de Vega coincidiendo en esto con CCOO, propuso llamarlo Hospital
Norman Bethune en recuerdo del gran médico canadiense que tanto ayudó, con su
modelo de transfusiones de campaña a los masacrados en la carretera de Almería.
Algunos se empeñaron en ponerle nombres de otros políticos que fueron
inmediatamente contestados. Otros simplemente carecían de ideas. Cuando se
produjo la fusión de ambos hospitales me encontré en el edificio del SAS de
Sevilla con la entonces Consejera de Salud, María Jesús Montero. Tras el saludo
de cortesía le propuse de nuevo el nombre de profesor Gómez Ocaña. ¿Quién., me
dijo con sorna?, añadiendo con esa seguridad con la que dicen algunas cosas
quienes llevan muchos años en el poder: Federico, «búscame una tía»... (sic).
No les incluyo aquí mi respuesta, pero el final ya lo conocen. Ningún nombre
para el hospital solo adjetivos calificativos.
No es sin duda el más importante problema del
hospital pero sí es la mejor muestra del progresivo deterioro de esa identidad
que ahora después de casi sesenta años de vida, precisamente cuando el hospital
ha alcanzado su madurez, una política hecha por personas ignorantes del peso de
la historia y del significado de las palabras, están destruyendo, borrando poco
a poco las huellas de un pasado que es lo que hacen todas aquellas personas y
todas aquellas ideologías que creen que pueden cambiar a su antojo la historia.
Tal vez algunos opinen que hemos sacado demasiada punta a esta anécdota
editorial del periódico SUR. Es posible. Pero al menos admitirán que si desde
el lugar en el que se maneja más y mejor la información como es este periódico,
se puede generar esta confusión no creo que cueste mucho imaginar lo que les
puede ocurrir al resto.
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