FEDERICO
SORIGUER. MÉDICO
18 enero 2016 Diario SUR
El Dr. Miguel Such, cirujano cardiovascular del
Hospital Clínico y presidente de Málaga Health Fundation (MHF), ha publicado en
el diario SUR del día 3 de enero una tribuna titulada: 'La medicina del futuro,
el futuro de la medicina', en la que propone una serie de iniciativas que no me
han dejado indiferente. Partamos de las coincidencias ¿Cómo no estar de acuerdo
con las tesis sustentadas en el artículo de que es más rentable prevenir que
curar?, o, ¿que el aumento del gasto sanitario nos debe llevar a cambiar el
modelo?, o, incluso con su bastante obvia profecía de que si redujéramos las
enfermedades podríamos prescindir de muchos médicos. Para ello solo basta con
apostar por el «cambio del modelo productivo que pasa entre otras cosas por la
aplicación de todas las posibilidades de las nuevas tecnologías, que nos
permitirán crear círculos de enfermos conectados virtualmente a los centros
médicos». Un cambio de modelo que él y su Fundación lideran ya en torno al
turismo de salud. Y es aquí donde se produce el gran salto. El Dr. Such parece confundir
la prevención secundaria con la prevención primaria y la autonomía de los
pacientes, una de las grandes conquistas de la bioética moderna, con la
realidad virtual. Pero sobre todo lo que parece olvidar el Dr. Such es que los
conceptos de salud (y el de enfermedad) no son solo realidades biológicas sino
antropológicas. Los humanos no solo sufrimos enfermedades sino que las
«inventamos».
La obesidad y la diabetes mellitus tipo 2,
por ejemplo, son enfermedades históricas (del siglo XX), como lo es el sida, la
depresión o tantas otras. Por otro lado la cronificación de las, hasta hace no
mucho enfermedades mortales, no puede ser considerada sino como un éxito de la
medicina actual y no solo como un coste que se mida en términos monetarios
(pues son personas que vuelven a la vida productiva cualquiera que sea lo que
entendamos como vida productiva). Además la enfermedad, como dicen los antropólogos
nos hace humanos, pues en libertad los animales enfermos mueren y solo los
humanos nos preocupamos y nos ocupamos de la supervivencia (y cronificación) de
los enfermos. Es por esto que la utilización del lenguaje económico en la
medicina, choca con la sensibilidad del lenguaje médico y, desde luego, con el
respeto que se merecen las personas con enfermedades crónicas, que no son solo
unidades de cambio.
Es lo que hace el Dr. Such cuando dice que
«Los sistemas sanitarios del mundo, desde las farmacéuticas hasta los
hospitales, incrementan sus ganancias al aumentar los enfermos», lo que es
verdad solo para los sistemas en los que la salud está sujeta al libre mercado
y no en aquellos sistemas públicos en los que la atención sanitaria es costeada
por todos los ciudadanos, sistemas para los que, precisamente, ese mercado
sanitario «que aumenta sus ganancias a medida que aumenta la demanda» es uno de
sus quebraderos de cabeza. O, cuando más adelante, para que valoremos lo que
entiende por prevención, afirma que «cuando adquirimos una maquinaria costosa y
compleja, pedimos un contrato de mantenimiento para que los expertos revisen
periódicamente el sistema y eviten las averías», asemejando el cuerpo humano
enfermo con una máquina averiada, lo que será muy claro como ejemplo económico
pero escasamente respetuoso con ese mismo cuerpo humano, tan «valioso y
complejo», en palabras del doctor Such.
La idea de salud ha ido variando a lo
largo de los tiempos. Para Hipócrates la salud era 'Eukrasia' (buena mezcla de
humores), para Platón 'Emmetris' (buen orden), para Aristóteles 'Mesoter'
(justo medio), para los románticos 'Diskrasia' (cierto desequilibrio), pero
solo hasta hace bien poco la salud ha sido considerada como un derecho
ciudadano. Tenemos el derecho a que se pongan en marcha sistemas que protejan
igualitariamente la salud, pero no tenemos la obligación de estar sanos, como
tenemos el derecho a ser propietarios de nuestro cuerpo, pero no a que se nos
abandone en nombre de ese mismo derecho, «pues para eso somos autónomos»,
dicen, quienes confunden arteramente libertad con autonomía. Por eso la cita
que hace el Dr. Such del Dr. Abengoa en defensa de sus tesis, está
descontextualizada pues el Dr. Abengoa, lo que hace es seguir las estrategias
que en el mundo se están planteando para atender a las personas con problemas
crónicos (ver p.e: Diabetes Care 2016;39 (Suppl. 1): S6-S12), haciendo más
eficientes los sistemas sanitarios a la vista del cambio de genio
epidemiológico de numerosas enfermedades y de las nuevas posibilidades
tecnológicas. Y lo hace sin necesidad de poner en cuestión el modelo equitativo
y solidario sanitario y sin olvidar que la medicina no es un mercado en el que
los médicos y los pacientes compiten por las tecnologías o que, como denunciaba
Castilla de Pino, «los pacientes solo puedan aspirar a que los curen pero no a
que los quieran». Porque la medicina es un humanismo científico, lo que no está
reñido en absoluto con su sostenibilidad, esa que un día sí y otro también los
profetas del apocalipsis anuncian como imposible. Son los mismos que disponen
de fórmulas magistrales «un verdadero cambio del sistema productivo que
permitirá crear riqueza, desarrollando nuevos productos y servicios que
potencien nuestra contrastada capacidad turística para convertirnos en el mejor
lugar del mundo para conservar nuestra salud». ¡O sea que la solución es que
todos nos convirtamos en turistas sanitarios de la salud! La propuesta es
genial y no me explico cómo no se le había ocurrido antes a nadie. De un plumazo
hemos acabado con los enfermos y los hemos convertido a todos en turistas
sanitarios. La MHF ha pasado en muy poco tiempo de ser una encomiable
iniciativa privada empresarial de turismo de salud a convertirse en un gran
proyecto político de cambio de modelo sanitario que nos permitirá, -y ahí queda
eso-, nada más y nada menos, que cerrar el Carlos Haya o el Clínico y
llenarlos, eso sí virtualmente, de turistas sanitarios. ¿Se puede pedir más por
menos?
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