martes, 22 de septiembre de 2015

El cuento de la lechera

Dos estudios recientes han vuelto a abrir las expectativas de diseñar un fármaco capaz de curar la obesidad.  Bradford Lowell, investigador de la Escuela de Medicina de Harvard es uno de los descubridores de las neuronas AgRP, unas células nerviosas que detectan la falta de calorías y desencadenan una serie de señales que nos hacen necesitar comida. Esas moléculas tienen niveles más elevados entre las personas obesas y más bajos entre las delgadas.
Otro investigador Scott Sternson,  del Instituto Médico Howard Hughes, también analizó la función de las neuronas AgRPm una especie de interruptores del hambre que se activan cuando la pérdida de peso alcanza entre el 5% y el 10% de la masa corporal, y explicaría en parte por qué al principio una dieta puede funcionar para después acabar en fracaso debido a un apetito permanente que nos quiere devolver a lo que considera nuestro peso normal.
Ambos estudios han sido publicados en las más importantes revistas científicas del mundo y están hechos en ratones utilizando modelos de animales transgénicos.  Los dos se identifican como  pasos importantes para el diseño de posibles medicamentos para tratar la obesidad.
Siempre la mismas historia. ¡Qué obsesión por encontrar la píldora que permita algún día tratar a la obesidad¡.  ¿Cuántos años ya desde los primeros fracasos? ¿Cuántas panaceas farmacológicas no habré conocido a lo largo de mis más de cuarenta años de médico, una parte importante de ellos dedicado a estudiar a las personas obesas y al  metabolismo del tejido adiposo?  La obesidad se ha convertido en un verdadero campo de entrenamiento  para la ciencia y la forma de vida de muchos científicos y, desde luego, de muchos clínicos?  Pero mal que les pese a estos y a aquellos sigue obstinadamente resistiéndose a ser tratada con una pastillita. La investigación científica sobre las causas de la obesidad es un ejemplo de reduccionismo intelectual y científico. Claro que hay una base biológica de la obesidad. Cómo no va a haberla si lo que engorda es el cuerpo. Pero es como decir que hay una base biológica de los traumatismos craneoencefálicos secundarios a los accidentes de tráfico. La gran epidemia de obesidad de nuestro tiempo no es un problema primariamente biológico sino antropológico relacionado como la manera de vivir. Es decir social, cultural y en última instancia político.  Pero es mucho más fácil para un científico (y es a esto a lo que llamamos reduccionismo intelectual) estudiar los genes y vivir de  ello que ayudar al cambio el modelo de sociedad. 


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