Dos estudios recientes han vuelto a abrir las
expectativas de diseñar un fármaco capaz de curar la obesidad. Bradford
Lowell, investigador de la Escuela de Medicina de Harvard es uno de los
descubridores de las neuronas AgRP, unas células nerviosas que detectan la
falta de calorías y desencadenan una serie de señales que nos hacen necesitar
comida. Esas moléculas tienen niveles más elevados entre las personas obesas y
más bajos entre las delgadas.
Otro investigador
Scott Sternson, del Instituto Médico
Howard Hughes, también analizó la función de las neuronas AgRPm una especie de
interruptores del hambre que se activan cuando la pérdida de peso alcanza entre
el 5% y el 10% de la masa corporal, y explicaría en parte por qué al principio
una dieta puede funcionar para después acabar en fracaso debido a un apetito
permanente que nos quiere devolver a lo que considera nuestro peso normal.
Ambos estudios han
sido publicados en las más importantes revistas científicas del mundo y están
hechos en ratones utilizando modelos de animales transgénicos. Los dos se identifican como pasos importantes para el diseño de posibles
medicamentos para tratar la obesidad.
Siempre la mismas
historia. ¡Qué obsesión por encontrar la píldora que permita algún día tratar a
la obesidad¡. ¿Cuántos años ya desde los
primeros fracasos? ¿Cuántas panaceas farmacológicas no habré conocido a lo largo
de mis más de cuarenta años de médico, una parte importante de ellos dedicado a
estudiar a las personas obesas y al metabolismo
del tejido adiposo? La obesidad se ha
convertido en un verdadero campo de entrenamiento para la ciencia y la forma de vida de muchos
científicos y, desde luego, de muchos clínicos?
Pero mal que les pese a estos y a aquellos sigue obstinadamente
resistiéndose a ser tratada con una pastillita. La investigación científica
sobre las causas de la obesidad es un ejemplo de reduccionismo intelectual y
científico. Claro que hay una base biológica de la obesidad. Cómo no va a
haberla si lo que engorda es el cuerpo. Pero es como decir que hay una base
biológica de los traumatismos craneoencefálicos secundarios a los accidentes de
tráfico. La gran epidemia de obesidad de nuestro tiempo no es un problema
primariamente biológico sino antropológico relacionado como la manera de vivir.
Es decir social, cultural y en última instancia político. Pero es mucho más fácil para un científico (y
es a esto a lo que llamamos reduccionismo intelectual) estudiar los genes y vivir
de ello que ayudar al cambio el modelo
de sociedad.
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