SUR destacaba ayer junto a la foto del Rey y Obama, este titular: 'Los médicos dan su receta a la Junta para bajar las listas de espera: más medios'. En esta Tribuna se hacen algunas precisiones a esta receta. Una cola es una espera para recibir un servicio. Hay que decir antes de nada que una lista de espera es un sistema civilizado de recibir un servicio. Una lista de espera es la manera de ordenar la demanda ante una oferta insuficiente. Las colas de la sociedad inglesa eran una envidia de la sociedad española en la época de Franco. Saltarse las colas era una de las peculiaridades nacionales. La democracia ordenó las colas en España. Bienvenidas pues las colas. Pero las colas necesitan credibilidad o, mejor dicho, respetabilidad. En una sociedad dinámica y eficiente la oferta siempre irá un poco por detrás de la demanda. En caso contrario aparecen las famosas burbujas. Lo hemos vito en España con las hipotecas o con los pisos. Pero la respetabilidad no exige la desaparición completa de las colas, tan solo una civilizada y democrática gestión de ellas. Y la gestión de las (grandes) colas, las que afectan a toda la población necesita de largos periodos de tiempo para su evaluación. Y esto es así porque las relaciones entre la oferta y la demanda, entre la entrada y la salida de la cola, por lo general, no sigue relaciones de causalidad lineal sino un tipo de determinismo más difuso e impredecible.
Pongamos el caso de los grandes atascos de
coches que se producían en Málaga. Estaba claro que la demanda de coches era
mayor que la oferta de carreteras. En los últimos treinta años se han ido
tomando soluciones: circunvalación, primera ronda, segunda ronda, vías
preferentes, servicios públicos, peatonalización, carril bici, ahora el
metro... Desde luego el tráfico, aunque aun problemático, es mejor que en el
último cuarto del pasado siglo. ¿Ha pasado igual con la atención médica? Pues
la atención médica ha mejorado sensiblemente en el mismo periodo de tiempo pero
las listas de espera no se han modificado sensiblemente. Y no será porque no
haya denuncias y porque los gestores sanitarios no toman medidas al respecto.
Si repasamos el diario SUR (y lo hemos hecho) ya en el año 1968, Fernández
Zamarrón, el primer director médico de la entonces Residencia Carlos Haya tuvo
que hacer unas declaraciones en la prensa (prensa del Movimiento), anunciando
medidas ante la saturación de las urgencias de la Residencia. Ni la apertura
del Hospital Materno primero y del Civil y Clínico después, solucionaron las
listas de espera.
En estos años hemos sido capaces de
mejorar el tráfico de coches pero no el tráfico de pacientes. Cuando las cosas
no se solucionan o es que no tienen solución o es que no se ha dado con la
solución adecuada. Ya hemos dicho que una razonable lista de espera es un
mérito no un demérito de una sociedad democrática. Pero es solo hasta un cierto
límite. Cuando la lista de espera pone en riesgo la vida, atenta contra la
dignidad de las personas o se vuelve en contra de la propia eficiencia del
sistema, entonces la lista de espera se convierte en un signo de que algo no
funciona bien. Los matemáticos han intentado ayudar a comprender la dinámica de
las listas de espera. Pero las funciones matemáticas no van a solucionarlas.
Serán las decisiones políticas con la colaboración de los profesionales y de
los ciudadanos. No descubro nada si digo que la intervención debe hacerse por
el lado de la demanda y de la oferta. Hasta ahora todas las actuaciones se han
hecho por el lado de la oferta. Han sido unas actuaciones insuficientes. Los
famosos decretos de tiempo de espera están bien como compromiso político, pero
no han sido más que alfombras donde esconder a los enfermos. La Consejería de
Salud anuncia periódicamente inversiones en las urgencias hospitalarias de
Málaga. Está bien pero esto no va a solucionara gran cosa. Málaga capital
necesita más inversiones en estructuras hospitalarias y de atención primaria,
como necesita redefinir las responsabilidades entre la atención primaria y
hospitalaria. No era la fusión entre los dos hospitales lo que Málaga
necesitaba sino una mayor colaboración e integración entre la atención primaria
y la hospitalaria. Todo lo contrario de lo que se ha hecho. Pero aunque se
aumente la oferta, que se debe aumentar, nada se podrá conseguir si no se toca
la demanda. La identificación de la salud como el objetivo médico (la
Consejería se llama de Salud, no de Sanidad) ha elevado la demanda al ámbito de
la vida entera.
No deberían rasgarse las vestiduras los
gestores si a los ciudadanos les resulta complicado distinguir donde termina la
salud (que no necesita de atención médica) y donde comienza la enfermedad que
sí la necesita. Aún recuerdo que cuando el SAS creo el 061, se anunciaba en la
TV andaluza como parte de la propaganda institucional, pero los mismos
responsables se quejaban de que los ciudadanos abusaban del 061. Y, en fin, se
ha pervertido el concepto de gestión clínica. Más allá de la retórica de las
actuales y disfuncionales UGC, se han olvidado del poder de los médicos y demás
profesionales sanitarios para gestionar el conocimiento. Cuando terminé la
carrera de medicina en el año 69 para ganar algún dinero sustituía por las
noches a los médicos de cabecera de dos pueblos muy cercanos: Puebla del Río y
Lora del Río. En el primero no me llamaban en toda la noche y en el segundo no
me dejaban descansar ni un minuto. ¿Es que había más enfermos en uno que en
otro? No, es que los médicos habían «educado» en relación con la demanda a las
dos poblaciones de manera muy diferente. En todo caso no me pregunten cual de
los dos era el mejor médico. Me pondrían en un aprieto.
http://www.diariosur.es/opinion/201509/17/teoria-colas-20150917004508-v.html
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