lunes, 7 de septiembre de 2015

Salvemos a Alemania



La política no es el arte de tener razón sino de lo posible y se mide por los resultados. Los de Tsipras no han podido ser peores. ¿Qué esperaba? José Ignacio Torreblanca dice con amarga ironía que Tsipras se cayó del caballo el día que al entrar en el Parlamento Europeo vio juntos en el pasillo a Pablo Iglesias y a Marine Le Pen haciéndole la ola. Es seguro que Tsipras ha leído a Homero pero no 'El arte de la guerra' de Sun Zi coetáneos ambos, siglo más o siglo menos. Hoy a los tertulianos de 13 TV se les sale la baba por la comisura de sus labios, habitualmente enrabietados. Sí, ya lo sabemos. La culpa de lo que ha ocurrido es solo de los griegos, prisioneros de un destino que no han sabido cambiar a tiempo. Pero para este viaje no necesitábamos ni alforjas ni Unión Europea. Desde luego a Grecia no se la ha tratado como a otros países. Hasta los más conspicuos germanófilos reconocen que con Alemania se fue más indulgente. Se fue cuando el Plan Marshall, se fue cuando se le condonó la mayor parte de la deuda y se fue cuando la reunificación.
Pero Alemania era un país serio mientras que Grecia no. El que hubiera llevado a Europa, en el mismo siglo a dos catástrofes sin parangón, es lo de menos. Lo hicieron con mucha seriedad. Aún así, aquella inversión que hizo Europa y EEUU, económica y moral, sobre Alemania ha sido una de las mejores de la historia. Al menos hasta ahora. No, no estamos en guerra, pero la de Grecia parece como la primera escaramuza de no sabemos muy bien el qué. ¿Es una casualidad que los grandes beneficiarios de toda esta historia hayan sido los bancos alemanes?. Alemania es un gran país con una historia dramática. En Alemania hay una 'voluntad de ser' (el famoso 'Dasein' es un invento de la filosofía alemana, de Hegel, de Jaspers, pero sobre todo de Martin Heidegger) que es muy superior a la de otros países. Alemania es el único país (del entorno europeo) que en vez de haber pulsiones disgregadoras (véase España, Inglaterra, Italia, Bélgica, Francia misma, por no citar, la reciente fractura de los países eslavos), se ha producido una reunificación.

Es también el único país en el que en este momento hay una coalición de gobierno entre las dos fuerzas hegemónicas ('de derecha y de izquierda'). Esto último, lejos de ser una buena noticia es preocupante pues desplaza la pulsión dialéctica inevitable en cada sociedad, desde el interior de Alemania hacia el exterior. Y es una mala noticia porque no deberíamos olvidar que en Alemania la voluntad de vivir de la mayoría del pensamiento occidental (desde los presocráticos hasta Schopenhauer, por citar a algunos , se transforma en voluntad de ser ('Dasein') y, al menos en dos ocasiones un siglo, en aquella otra 'voluntad de poder' que teorizó un Nietzsche, que mal interpretado, tanta influencia tuvo en el nacionalismo alemán previo a la segunda guerra europea. Alemania es el mayor país de la UE y con frecuencia se argumenta su mayor contribución económica para justificar su hegemónico peso político actual. Es lo que ha hecho que esta 'derrota griega' se haya considerado una 'victoria alemana'. Pero esto no es verdad, (las cifras si no se relativizan son incomparables) pues, ajustando la contribución al presupuesto de la UE por el PIB de cada país, Alemania lo hace solo con el 5 % del total mientras que España aporta un 5,23 % o Portugal un 6,69%. Lo que queremos decir, en fin, es que el problema de Europa no es Grecia ni las futuras 'grecias' que aparecieran, sino el excesivo poder de Alemania. Ningún otro país europeo tiene esa voluntad de ser ni de poder, escrita en su historia. Desde Montesquieu sabemos de la importancia de los contrapoderes. No hay contrapoder alguno hoy en Europa frente a Alemania. La política internacional no es para angelitos de la caridad. El tutelaje europeo ejercido ahora por Alemania tiene un precio. No es el menor el coste político. Ninguna alternativa es posible sino pasa por el modelo alemán. ¿Es que no hay otras alternativas? Las hay y si no las hubiera tenemos un problema muy grave. Porque tiene que haberlas pues si no fuera así habríamos entrado definitivamente en un modelo único, el de una hegemonía política que sería el mejor caldo de cultivo para un neo-nacionalismo alemán cuyas consecuencias ya conocemos. Lo ocurrido en Grecia, incluso dentro del mismo modelo actual, podría haberse resuelto de manera menos dramática para el pueblo griego. Grecia ha sido tratada como un estado rebelde al que había que escarmentar. Y se ha hecho porque se tenía el poder para hacerlo. Lección aprendida. Uno entiende que los británicos se tienten los fondos antes de entrar en una Europa alemana. Con la reunificación y con el Plan Marshall, Alemania recuperó su identidad y su orgullo. En el momento actual Alemania está tanteando también su poder. Identidad, orgullo y poder son un coctel muy peligros especialmente para un país con los antecedentes de Alemania. Alemania está imponiendo disciplina al resto de la UE, lo que es de agradecer. Pero necesitamos del pragmatismo británico, del moralismo francés y de la vocación europeísta de España, de Italia, de Portugal., para poder contrarrestar la hegemonía alemana. También de la voluntad de vivir de los griegos. Sería el mayor favor que se le podría hacer a Alemania. Entre todos debemos de nuevo salvar a Alemania de sus propios demonios familiares. De su enfermiza voluntad de ser y de poder. De su destino, utilizando una idea tan trágica y tan griega. No es nada nuevo. Europa ya lo ha hecho en dos ocasiones, pero mejor prevenir que curar. Y que San Carlos Borromeo, patrón de la banca y Georg, mi sobrino político alemán, me perdonen.

http://www.diariosur.es/opinion/201508/23/salvemos-alemania-20150823010814-v.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario