La política no es el arte de tener razón sino de lo
posible y se mide por los resultados. Los de Tsipras no han podido ser peores.
¿Qué esperaba? José Ignacio Torreblanca dice con amarga ironía que Tsipras se
cayó del caballo el día que al entrar en el Parlamento Europeo vio juntos en el
pasillo a Pablo Iglesias y a Marine Le Pen haciéndole la ola. Es seguro que
Tsipras ha leído a Homero pero no 'El arte de la guerra' de Sun Zi coetáneos
ambos, siglo más o siglo menos. Hoy a los tertulianos de 13 TV se les sale la
baba por la comisura de sus labios, habitualmente enrabietados. Sí, ya lo
sabemos. La culpa de lo que ha ocurrido es solo de los griegos, prisioneros de
un destino que no han sabido cambiar a tiempo. Pero para este viaje no
necesitábamos ni alforjas ni Unión Europea. Desde luego a Grecia no se la ha
tratado como a otros países. Hasta los más conspicuos germanófilos reconocen
que con Alemania se fue más indulgente. Se fue cuando el Plan Marshall, se fue
cuando se le condonó la mayor parte de la deuda y se fue cuando la
reunificación.
Pero Alemania era un país serio mientras
que Grecia no. El que hubiera llevado a Europa, en el mismo siglo a dos
catástrofes sin parangón, es lo de menos. Lo hicieron con mucha seriedad. Aún
así, aquella inversión que hizo Europa y EEUU, económica y moral, sobre
Alemania ha sido una de las mejores de la historia. Al menos hasta ahora. No,
no estamos en guerra, pero la de Grecia parece como la primera escaramuza de no
sabemos muy bien el qué. ¿Es una casualidad que los grandes beneficiarios de
toda esta historia hayan sido los bancos alemanes?. Alemania es un gran país
con una historia dramática. En Alemania hay una 'voluntad de ser' (el famoso
'Dasein' es un invento de la filosofía alemana, de Hegel, de Jaspers, pero sobre
todo de Martin Heidegger) que es muy superior a la de otros países. Alemania es
el único país (del entorno europeo) que en vez de haber pulsiones disgregadoras
(véase España, Inglaterra, Italia, Bélgica, Francia misma, por no citar, la
reciente fractura de los países eslavos), se ha producido una reunificación.
Es también el único país en el que en este
momento hay una coalición de gobierno entre las dos fuerzas hegemónicas ('de
derecha y de izquierda'). Esto último, lejos de ser una buena noticia es preocupante
pues desplaza la pulsión dialéctica inevitable en cada sociedad, desde el
interior de Alemania hacia el exterior. Y es una mala noticia porque no
deberíamos olvidar que en Alemania la voluntad de vivir de la mayoría del
pensamiento occidental (desde los presocráticos hasta Schopenhauer, por citar a
algunos , se transforma en voluntad de ser ('Dasein') y, al menos en dos
ocasiones un siglo, en aquella otra 'voluntad de poder' que teorizó un
Nietzsche, que mal interpretado, tanta influencia tuvo en el nacionalismo alemán previo
a la segunda guerra europea. Alemania es el mayor país de la UE y con
frecuencia se argumenta su mayor contribución económica para justificar su
hegemónico peso político actual. Es lo que ha hecho que esta 'derrota griega'
se haya considerado una 'victoria alemana'. Pero esto no es verdad, (las cifras
si no se relativizan son incomparables) pues, ajustando la contribución al
presupuesto de la UE por el PIB de cada país, Alemania lo hace solo con el 5 %
del total mientras que España aporta un 5,23 % o Portugal un 6,69%. Lo que
queremos decir, en fin, es que el problema de Europa no es Grecia ni las
futuras 'grecias' que aparecieran, sino el excesivo poder de Alemania. Ningún
otro país europeo tiene esa voluntad de ser ni de poder, escrita en su
historia. Desde Montesquieu sabemos de la importancia de los contrapoderes. No
hay contrapoder alguno hoy en Europa frente a Alemania. La política
internacional no es para angelitos de la caridad. El tutelaje europeo ejercido
ahora por Alemania tiene un precio. No es el menor el coste político. Ninguna
alternativa es posible sino pasa por el modelo alemán. ¿Es que no hay otras
alternativas? Las hay y si no las hubiera tenemos un problema muy grave. Porque
tiene que haberlas pues si no fuera así habríamos entrado definitivamente en un
modelo único, el de una hegemonía política que sería el mejor caldo de cultivo
para un neo-nacionalismo alemán cuyas consecuencias ya conocemos. Lo ocurrido
en Grecia, incluso dentro del mismo modelo actual, podría haberse resuelto de
manera menos dramática para el pueblo griego. Grecia ha sido tratada como un
estado rebelde al que había que escarmentar. Y se ha hecho porque se tenía el
poder para hacerlo. Lección aprendida. Uno entiende que los británicos se
tienten los fondos antes de entrar en una Europa alemana. Con la reunificación
y con el Plan Marshall, Alemania recuperó su identidad y su orgullo. En el
momento actual Alemania está tanteando también su poder. Identidad, orgullo y
poder son un coctel muy peligros especialmente para un país con los
antecedentes de Alemania. Alemania está imponiendo disciplina al resto de la
UE, lo que es de agradecer. Pero necesitamos del pragmatismo británico, del
moralismo francés y de la vocación europeísta de España, de Italia, de Portugal.,
para poder contrarrestar la hegemonía alemana. También de la voluntad de vivir
de los griegos. Sería el mayor favor que se le podría hacer a Alemania. Entre
todos debemos de nuevo salvar a Alemania de sus propios demonios familiares. De
su enfermiza voluntad de ser y de poder. De su destino, utilizando una idea tan
trágica y tan griega. No es nada nuevo. Europa ya lo ha hecho en dos ocasiones,
pero mejor prevenir que curar. Y que San Carlos Borromeo, patrón de la banca y
Georg, mi sobrino político alemán, me perdonen.
http://www.diariosur.es/opinion/201508/23/salvemos-alemania-20150823010814-v.html
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