sábado, 26 de noviembre de 2016

La salud pública de los últimos 20 años

20 AÑOS DE EL MUNDO DE ANDALUCÍA
El estado de la salud
http://www.elmundo.es/andalucia/2016/11/25/5836eafce5fdea90618b463f.html
FEDERICO SORIGUER
25/11/2016 18:03

Hasta la Ley General de Sanidad de 1986, el sistema sanitario español se caracterizaba por estar constituido por un gran número de redes asistenciales que en muchas ocasiones tenían funciones superpuestas, con la consiguiente ineficacia, desorganización y despilfarro de recursos. Con la LGS España homologa su sistema sanitario público al de la mayoría de los países europeos, escogiendo, no sin grandes tensiones políticas, el modelo Beveridge, de Gran Bretaña frente al Modelo Bismarck de otros países europeos. No obstante el mejor ejemplo de que el sistema sanitario español ha sido siempre un tema complicado de gestionar para el Estado es que a sólo una década de su creación se constituye la llamada "Comisión Abril", documento que es entregado en 1991 y en el que se consideraba que existía "un cierto agotamiento del sistema sanitario público español". El impacto del informe Abril sobre los trust tecno gerenciales fue enorme. En el año 1992, en la antesala de la Expo, siendo consejero de Salud José Luis Arboleya tuvo lugar un magno encuentro de varios centenares de gestores, técnicos y políticos sanitarios. La guinda de la reunión la puso la conferencia del profesor Carlos Castilla del Pino. Recuerdo algunas de sus frases: "Los pacientes de nuestro tiempo no pueden aspirar a que los quieran, solo a que los curen"... "En la medicina moderna los médicos y los pacientes compiten hoy por la tecnología". No vieron los asistentes la amarga ironía de sus palabras y la conclusión que sacaron de ellas y de la propia reunión fue que la medicina ya no era ni un arte ni una ciencia sino una técnica que como tal puede ser evaluada por los productos que fabrica. Y a ello se dedicaron con ahínco las mejores cabezas de la gestión sanitaria. En toda España y muy en particular en Andalucía, asentado ya el sistema sanitario público y consolidado el SAS, los sistemas de gestión cambiaron radicalmente. En realidad ya habían comenzado en los finales de los ochenta cuando los hospitales y los distritos sanitarios dejan de tener directores médicos y en su lugar se colocan a gestores. Pero bajo la disculpa de un debate técnico, lo que en realidad estaba ocurriendo era una lucha de poder entre el viejo establecimiento médico y las nuevas clases tecno-gerenciales y políticas. Desde luego había sobradas razones para cambiar el viejo modelo médico, pero en el maremágnum se pasaron de frenada. Comienza lo que en otro lugar hemos llamado "gerencialismo". Fue la manera que tuvo la socialdemocracia de hacer frente a las propuestas neoliberales que a partir de los años setenta se fueron extendiendo por toda Europa. En realidad la versión española de lo que Anthony Giddens llamó tercera vía y que tanto éxito político le dio a Tony Blair, pero que terminó casi desmantelando el NHS, del que nuestro modelo sanitario ha sido deudor. Durante la época de crecimiento y estabilización de los últimos años del pasado siglo y los comienzos de este, uno de los objetivos nunca reconocidos del sistema "gerencialista" fue neutralizar el protagonismo profesional. Esto fue especialmente cierto en Andalucía convertida, gracias a las políticas privatizadoras de los gobiernos conservadores de Madrid en el gran bastión del Sistema Público de Salud. Las leyes más progresistas y los modelos de gestión más duros se ponían a prueba en Andalucía, leyes y modelos que después eran copiados incluso por las autonomías con gobiernos conservadores. Durante años gobernaron con esa manera autoritaria que da el saberse con poder. La disolución de las comisiones (investigación, mortalidad, historias clínicas, etc.) de los grandes hospitales, lugares en donde el protagonismo profesional era muy importante y su sustitución por otras que no eran más que sucursales de las gerencias, la transformación de los viejos servicios médicos y quirúrgicos, en las Unidades de Gestión Clínica (UGC), entre otras medidas, cambiaban las reglas del juego en el interior de las instituciones sanitarias, pues si hasta entonces los líderes profesionales eran los representantes de los profesionales y de los pacientes ante la dirección de los centros, ahora en las nuevas UGC los nuevos líderes, crecientemente cargos de confianza, eran los representantes de las gerencias antes los profesionales y los pacientes. La repercusión que ha tenido esta inversión de la flecha en el protagonismo profesional y en el sentido de pertenencia de los trabajadores hacia las instituciones ha sido enorme. Mientras hubo recursos la cosa funcionó, aunque ya algunos advertíamos de los riesgos de aquel modelo crecientemente autoritario, pero cuando llegó la crisis este modelo se ha mostrado claramente insuficiente.
Es entonces cuando los responsables políticos se acuerdan de la importancia de los profesionales. Cuando les bajan el sueldo, cuando precarizan su trabajo, cuando a los jóvenes profesionales sanitarios les contratan en condiciones indignas, aquellos mismos que habían desdeñado el protagonismo profesional, les demandan adhesión en nombre de los valores tradicionales de la medicina.
La última medida ha sido la fusión de los hospitales dentro de cada provincia y de otros centros sanitarios. Ha sido una huida hacia adelante que como era fácil de predecir no ha llevado a ninguna parte y hace solo unos días que más de 40.000 personas en Granada salían a la calle denunciando la situación a la que las fusiones han llevado a la sanidad granadina (en otras ciudades los ejemplos se multiplican). Aún así Andalucía tiene un razonable sistema sanitario y los responsables políticos, ¡qué ironía! pueden presumir de que sea uno de los más rentables. Y lo es, porque hasta ahora, aunque cada vez con mayor precariedad, el sistema está dando respuesta a la demanda asistencial con menos recursos que otras comunidades (por ejemplo, el país Vasco recibe unos 1.500 euros/persona y año para sanidad, mientras que un andaluz recibe alrededor de 1.000 euros).
¿Saben ustedes la cantidad de dinero que esto supone? Si la mayor parte del gasto del sistema es el de sus trabajadores (más de 90.000) no es difícil de imaginar cómo se ha conseguido cuadrar este círculo. Pero si en algo está fracasando el sistema sanitario andaluz es en la prevención. No es un asunto exclusivamente andaluz y puede ser aplicado a todo el territorio español, pero los marcadores de salud pública de Andalucía (prevalencia de obesidad, de diabetes mellitus tipo 2, hipertensión arterial, sedentarismo, mortalidad por diabetes o por enfermedad coronaria, entre otros), son de los peores de España. No es sorprendente que sea así si miramos el perfil de competencia profesional y técnico de muchos de los directores generales responsables de la salud pública en Andalucía a lo largo de estos años, pero sobre todo si tenemos en cuenta que la salud pública depende mucho más de los marcadores socioeconómicos que de los sanitarios. Y, lamentablemente el PIB o la educación, por citar dos de los más significativos no han convergido con las comunidades más prosperas de España, siguiendo en muchas de ellas Andalucía a la cola de España. Hemos llegado al límite de espacio que se nos permite en esta colaboración y no quiero dejar de comentar que uno de los grandes esfuerzos que ha hecho, y con cierto éxito, las sucesivas consejerías de Salud de la Junta de Andalucía han sido en Investigación Biomédica. Antes de la crisis se incrementaron progresivamente los recursos dedicados a la investigación y se mejoraron notablemente los sistemas de gestión de ciencia. Hubo en nuestra opinión, no obstante, errores importantes en el establecimiento de las prioridades, que desde hace unos años gracias a la creación por el ISCIII de los institutos de Investigación Biomédica (En Andalucía hay ya cuatro acreditados o en vías de acreditación) se estaba comenzando a solucionar. Un empeño que con la crisis, como ha ocurrido en el resto del país con las inversiones de ciencia, corre el riesgo de no haber servido para mucho.

jueves, 24 de noviembre de 2016

Jubilación y compromiso

http://www.elmundo.es/andalucia/2016/11/22/5834a9eaca4741091b8b45e3.html

  Federico Soriguer es médico. Miembro de la Academia Malagueña de Ciencias.

EL MUNDO 22/11/2016 21:26
El pasado día 3 de agosto tuvo lugar en la puerta del Colegio de Médicos de Málaga un acontecimiento singular. Un numeroso grupo de médicos se reúnen para leer un manifiesto. ¿En dónde está la singularidad?, se preguntará el lector. Pues en que estos médicos eran todos jubilados, habían ocupado puestos de responsabilidad en el Sistema Sanitario Público Andaluz (SSPA) y unían sus voces para denunciar su deterioro, para exigir soluciones y, también, para dar voz a aquellos médicos jóvenes en activo, silenciados por un sistema gestor que está adoptando tintes autoritarios impropios de un modelo empresarial publico en un país democrático.
En España la jubilación es un acontecimiento que no está aun bien interiorizado en la sociedad. No debería sorprendernos, pues la jubilación como un derecho universal es el resultado de una conquista social de la democracia. Y no es que no hubiera antecedentes. El INP se creó en el año 1908, el Retiro Obrero en 1919, en 1931 con la República se ampliaron los derechos, en plena dictadura franquista se promulgo el primer fuero del trabajo y en 1963 la Ley de Bases de la Seguridad Social. Pero no es hasta los Pactos de la Moncloa en 1977 y posteriormente en 1995 con los Pactos de Toledo, cuando con el apoyo de todas las fuerzas políticas y sociales, se producen importantes cambios y el establecimiento de una hoja de ruta para asegurar la estabilidad financiera y las prestaciones futuras de la Seguridad Social. Es decir, en España hemos tenido que llegar casi al siglo XXI para que el sistema de pensiones y, por tanto, la garantía de una jubilación digna, se consolide.
Mirado desde una perspectiva antropológica la jubilación es el último rito de paso inventado por los humanos. Los ritos de paso son un concepto que designa un conjunto específico de actividades que simbolizan y marcan la transición de un estado a otro en la vida de una persona. El bautismo, el matrimonio, el funeral, son ritos de paso bien conocidos y aceptados para los que hay una liturgia que aunque cada cual la practica a su manera a nadie extraña y la mayoría comparte. Pero no los hay para la jubilación, pues hasta hace no demasiado la mayoría de las personas nunca se jubilaban,
Pero en España la jubilación se ha convertido en un derecho obligatorio, lo que es un oxímoron: los derechos por definición se ejercen voluntariamente, pero no se imponen pues entonces dejan de ser un derecho para convertirse en una obligación.
Todos los que estábamos allí éramos médicos que hemos trabajado en el SSPA y jubilado obligatoriamente, pero estábamos allí precisamente porque nadie nos ha podido jubilar de ser médicos ni de mantener el compromiso por defender un sistema sanitario público que es propiedad de todos. Tampoco de ejercer la solidaridad con aquellos médicos que en los momentos actuales tienen que emigrar, no voluntariamente para mejorar su formación, sino para ganarse la vida con un trabajo que aquí se les niega o que es de tan baja calidad que no están dispuestos a aceptar.
Porque lo sorprendente de aquella convocatoria es que allí había gente muy heterogénea. Progresistas y conservadores, creyentes y ateos o agnósticos, quienes habían trabajado con dedicación exclusiva y quienes lo habían alternado con la medicina privada, incluso viejos "enemigos" que competían abiertamente entre sí mientras estuvieron activos. Pero hoy estaban todos enmarcados en el interior de un cuadro apoyando un manifiesto en defensa de un patrimonio común como es el SSPA y la dignidad de la medicina. Con su presencia allí, además, mostraban a quienes quisieran verlo, que hay cosas de las que uno no se jubila nunca, como es la condición de médico, aunque algunos de los presentes ya no ejerzan, ni, desde luego, de la condición de ciudadanos comprometidos. Una idea del compromiso con la sociedad de la que, por alguna extraña razón, a los jubilados en España se les supone liberados.
Porque lo que esta foto representa, sobre todo, es que muchas de las diferencias que los enfrentaron en sus vidas profesionales se han atemperando con el paso de los años y con la jubilación. Y esto ocurre, desde luego, porque ahora los intereses en juego son menores y porque la mayoría ya no ejercen puestos de representación ni de poder, que muchos tuvieron hasta "ayer mismo". Pero es también, al menos eso creemos, porque con la edad se ha ganado distanciamiento y sobre todo conciencia de los límites, lo que es la forma mínima de ejercer la sabiduría. La media de edad de los que allí estábamos rondaba los setenta años y a la mayoría aun les queda una larga y activa vida. Lo que la foto está demostrando es que entre personas muy heterogéneas se puede llegar a un consenso de mínimos, y que si no se produjo antes entre las mismas personas, no sería tanto por ellas mismas, sino por las circunstancias que lo impidieron. El experimento nos obligaría a todos a pensar cuales son estas circunstancias tóxicas que impiden que en nuestro país una y otra vez fracasemos en llegar a consensos que contribuyan al bienestar general, como se comprobó primero con la dificultad para formar gobierno y ahora para sacar adelante los presupuestos generales del Estado.
Ha sido, precisamente esta capacidad de llegar a un consenso de mínimos, lo que convierte a este grupo de esta foto que aquí contamos y al manifiesto mismo, en un acontecimiento singular.
Los jubilados (médicos o no) no se pueden resignar al papel que la sociedad a cambio de una pensión, les ha relegado. Con su presencia quieren hacer llegar a quienes quieran oírlo que jubilación no es sinónimo de indiferencia. Que la ausencia de poder real no excluye de seguir teniendo autoridad, que es la fuente de todo poder legítimo. Una autoridad que hoy se convierte en acción a través del compromiso público en la defensa del SSPA y en el apoyo de sus colegas más jóvenes.
Un testimonio, en fin, que convirtió el acontecimiento, también, en un acto reivindicativo de la dignidad de la medicina y de su futuro.



EL IBIMA NO TIENE SEDE


FEDERICO SORIGUER. MÉDICO Y MIEMBRO DE NÚMERO DE LA ACADEMIA MALAGUEÑA DE CIENCIAS
LA TRIBUNA. DIARIO SUR 17 noviembre 2016

http://www.diariosur.es/opinion/201611/17/ibima-tiene-sede-20161117010004-v.html

El Instituto de Investigación Biomédica de Málaga (IBIMA) es el único de Andalucía que carece de sede. Así titulaba la información Ángel Escalera en SUR el pasado 10 de Noviembre. La noticia procedía de un informe elaborado por Rafael González Delgado, secretario provincial de Sanidad de Comisiones Obreras. Fui director científico del IBIMA desde su creación en el año 2010 hasta el comienzo de su acreditación en el año 2013 y algo conozco de esta historia. En España la investigación biomédica había comenzado a organizarse ya en los años ochenta con la creación de las Comisiones de Investigación y de la Red de Unidades de Investigación en los centros sanitarios. Poco después aparecieron las fundaciones.
En Málaga en febrero de 1998 se crea la Fundación Carlos Haya que después se convertiría en FIMABIS al incorporar también la investigación biomédica del Hospital Clínico. Más adelante aparecen Las REDES y los CIBER, estructuras nacionales del ISCIII que permitieron una mayor escala a la hora de gestionar los recursos y los conocimientos científicos. Pronto se vio que era necesario, además, plataformas de tamaño local-regional y es en el año 2004 cuando se produce la convocatoria de los Institutos de Investigación. Inmediatamente FIMABIS (Carlos Haya más el Clínico) siendo gerente de la fundación el doctor Fernando Rodríguez de Fonseca, solicitó ya en esta primera convocatoria la acreditación como instituto, pero por extrañas razones de la política andaluza, la creación del IBIMA se demoró hasta el año 2010, fecha en que fui nombrado director científico del mismo.
Como muy bien dice el secretario provincial de Sanidad de CCOO, no solo existió la promesa de construcción de una sede tal como ha ocurrido con los Institutos de Sevilla (IBIS) y Córdoba (IBICO), sino que había una partida económica ya presupuestada y un proyecto arquitectónico al que le dediqué, junto a la actual directora científica, la doctora Maribel Lucena, muchas horas de trabajo con los arquitectos y otros responsables institucionales, a lo largo del 2010 y 2011.
De hecho la obra estuvo a punto de comenzar en los Asperones, pero todo se vino abajo con el gran fiasco del nuevo hospital Carlos Haya conocido por la prensa como el 'macrohospital'. Porque el edificio del IBIMA iba a ser la primera piedra del nuevo gran hospital de la ciudad. Era lógico que fuese así. El modelo de trabajo de los institutos de Iinvestigación es lo que se llama ciencia y medicina traslacional. Por eso todos los grandes laboratorios de investigación de los institutos están junto a los grandes hospitales públicos. Era pues muy razonable que el nuevo instituto estuviera junto al nuevo gran hospital. Era también y es esto algo que con frecuencia se olvida, una de las razones de ser de la transformación del anticuado, obsoleto, disfuncional y carísimo de mantener, Hospital Carlos Haya (y de todos los pabellones vinculados a él), en un nuevo gran hospital. Todos los consejeros, ya desde Pablo Recio en el año 1984, hasta la señora María Jesús Montero, habían reconocido que el Hospital Carlos Haya era un hospital 'imposible' (todas sus declaraciones sobre esta cuestión están recogidas en el libro 'Historia del Hospital Carlos Haya y sus pabellones'). Por fin en el año 2011 María Jesús Montero en una rueda de prensa en Málaga declara que «ya estaba terminada la redacción del proyecto de ese instituto, por lo que en un plazo de diez o quince días se licitarán las obras, con la finalidad de que la primera piedra de lo que será el germen del nuevo Hospital Carlos Haya se ponga en julio». Un nuevo y moderno gran hospital que llevaría ya incorporado el Laboratorio y el Instituto de Investigación. No pudo ser.
Desde el minuto uno las zancadillas entre la Junta y el Ayuntamiento fueron constantes. No sabemos si fueron galgos o podencos pero llegó la crisis y todos encontraron la justificación para tirar la toalla. Entre todos enterraron un proyecto que hubiese solucionado muchos de los problemas que aquejan a la sanidad hospitalaria de la ciudad y que hubiese evitado que el dinero que había previsto para la construcción de los laboratorios del IBIMA se perdiera. ¿Dónde está aquel dinero para el IBIMA que era un dinero finalista? El trabajo de Ángel Escalera sobre el informe de Rafael González Delgado es absolutamente pertinente. No habría que dar las cosas por perdidas, sobre todo porque no hay alternativas.
Porque la solución no pasa por un tercer hospital para Málaga tal como propone el Partido Popular y al parecer, también, Izquierda Unidad (pero no Ciudadanos, -desconozco la opinión de Podemos-). Porque no sería un tercer hospital sino un cuarto o quinto o sexto dependiendo de cómo se cuente el fracturado Carlos Haya. Hay que acabar con la demagogia de que lo mejor son hospitalitos pequeños cercanos a los ciudadanos. Los hospitales tienen que estar bien comunicados y son los centros de salud los que tienen que estar cercanos.
Málaga tiene una buena red, aunque mejorable, de hospitales comarcales y de centros de salud, pero le falta un gran hospital capaz de dar respuesta a la complejidad creciente, científica y tecnológica de la medicina y que permita, además, el retorno en conocimiento y en otros valores añadidos, de la inversión realizada. En Granada la demanda de los movimientos sociales ha sido, «contra el engaño de la fusión, dos hospitales completos». Aquí debería ser la de un gran hospital nuevo que sustituya al obsoleto Hospital Carlos Haya y que junto al Hospital Clínico (junto, no fusionado), permita que Málaga no solo sea capaz de dar repuesta cualificada a las necesidades de una sociedad compleja, sino también de liderar a nivel nacional y europeo grandes proyectos biomédicos. Todo lo demás es tirar el dinero e hipotecar el futuro pues esto es lo que ocurrirá con la construcción de un hospitalito más, en El Palo o en cualquier otro lugar de la ciudad.


¡OJO CON LA DIABETES!

http://www.diariosur.es/opinion/201611/14/diabetes-20161114011332-v.html
FEDERICO SORIGUER - MARISOL RUIZ DE ADANA - JOSÉ SÁNCHEZ CARO //
DIARIO SUR. LA TRIBUNA 14 noviembre 201609:35

Desde hace muchos años y una vez más gracias a la hospitalidad de SUR, escribimos una Tribuna hoy 14 de noviembre, día mundial de la diabetes. En esta ocasión queremos centrar la atención en tres puntos. El primero es que el número de personas con diabetes mellitus aquí y en el resto del mundo, sigue aumentando año tras año. Especialmente entre aquellas personas que padecen diabetes mellitus tipo 2, cuya prevalencia en el año 2012 (que es cuando se publica el Estudio Di@bet.es), estaba alrededor del 14 % entre las personas mayores de 18 años. La diabetes mellitus tipo 2 era una enfermedad casi desconocida en el siglo XIX y surge en un momento determinado. Lo que queremos decir, con ello, es que la DM2 es una enfermedad histórica y no la consecuencia de un accidente telúrico e inevitable. El enorme caudal de conocimientos que se está produciendo sobre la diabetes mellitus tipo 2 está sirviendo para proporcionar más, mejores (no todos) y más caros medicamentos para tratarla, pero hasta ahora no ha sido útil para prevenirla. Porque para prevenir algo hay que ir a la raíz y esta no está solo en los genes sino en el modelo de sociedad en la que la pandemia de diabetes mellitus y la obesidad (tan asociadas ambas) aparecen. Y esto son ya palabras mayores. Es difícil que con consejos y buenas palabras logremos que las grandes masas de población del planeta cambien sus hábitos diarios, o como se dice, con tanta cursilería como impropiedad, sus estilos de vida.
La segunda cuestión es que entramos ya en el noveno año de la crisis. Y en este tiempo los grandes perjudicados han sido las personas con enfermedades crónicas, como es la diabetes. Si queremos evitar que aparezcan las temidas complicaciones asociadas a un control clínico deficiente de la diabetes (¡Ojo con la diabetes! es el lema de este año), es muy importante una atención intensiva, multidisciplinar y muy cualificada sobre la enfermedad. Especialmente con las personas con diabetes tipo 1 (sobre la que se han producido recientemente importantes avances), pero también sobre las personas con diabetes mellitus tipo 2. La enseñanza de habilidades y la educación terapéutica son los mejores instrumentos para que estas personas no solo sean autónomas (es decir no totalmente dependientes del sistema sanitario) sino sobre todo puedan cumplir aquellos objetivos clínicos que la investigación científica ha demostrado imprescindibles para que no aparezcan las complicaciones. Y estos objetivos no se cumplen en la mayoría de los países del mundo y en el nuestro, diferentes estudios han demostrado que tampoco o no al menos suficientemente. El problema es que con motivo de la crisis se han reducido de manera importante los recursos dedicados, por ejemplo a educación y/o a una atención especializada. Andalucía continúa siendo la única comunidad autónoma que no ha incorporado endocrinólogos a sus hospitales comarcales, las personas con diabetes (por lo general más vulnerables que el resto de la población), tienen que cargar con los costes crecientes de fármacos y tiras o, por poner un último ejemplo, a las colonias de los niños con diabetes, uno de los instrumentos más poderosos para empoderar y ayudar a estos niños y a sus familias, la Junta de Andalucía ha retirado todo tipo de ayuda y ahora la Asociación de Diabéticos de Málaga (ADIMA), que lleva organizando de manera ejemplar estas colonias desde hace más de 25 años, se ve obligada a hacer encaje de bolillos para sufragar el coste de las mismas, así como el de aquellos niños que, por falta de medios en las familias, no podrían asistir. Numerosos estudios han demostrado que la prevención secundaria de las temidas complicaciones de la diabetes es muy rentable y este ahorro a corto plazo por parte de la administración sanitaria, la sociedad en su conjunto lo pagará mucho más caro a medio y largo plazo. La tercera cuestión de la que queremos dejar constancia en esta tribuna es que mientras el Estado retrocede en sus servicios sanitarios, el sector privado va ocupando este espacio, lo que está comenzando a ser otra fuente de desigualdad en el derecho a la atención a la salud.
Por otro lado dado el elevado número de personas afectadas, la diabetes se ha convertido en un mercado (un mercado cautivo) muy apetecible para las compañías farmacéuticas. El número de medicamentos que están apareciendo para la diabetes tipo 2 es ya difícil de controlar incluso para un especialista en endocrinología. La mayoría tienen unas características comunes: son mucho más caros que los anteriores y aunque ofrecen algunas ventajas también tienen inconvenientes que los profesionales del sistema sanitario público tendrán que vigilar de forma independiente y rigurosa. El Servicio de Endocrinología del viejo Hospital Carlos Haya tiene ya más de un cuarto de siglo, la Asociación de Diabéticos de Málaga cumple 27 años de existencia, la Federación Española de Diabéticos acaba de celebrar su 30 aniversario. Parece necesaria una nueva mirada sobre la forma en que se está abordando la prevención y la atención de las personas con diabetes. Corresponde a los médicos, profesionales sanitarios y sobre todo a las asociaciones de pacientes reflexionar sobre lo que se está haciendo y como se está haciendo. Lo que no parece razonable es que año tras año sigamos denunciando las mismas demandas irresueltas, continuemos contando personas con diabetes y comprobemos como van aumentando su número y que en ambos casos nos limitemos a las mismas cantinelas que nos han traído hasta aquí. Tal vez sea ya hora de una nueva Declaración de St. Vincent, aquella en la que se recogía en el año 1989 el consenso de todas las partes implicadas en la atención a las personas con diabetes y que nos cambió la manera de mirar la cuestión de la diabetes.