Federico Soriguer
Médico y miembro de la Academia Malagueña de
Ciencias.
Ya estamos otra vez.
Los mismos líderes, los mismos programas, los mismos discursos, las
mismas tertulias y tertulianos, los mismos electores. Aunque algunos creen lo contrario, la lógica
dice que con estos antecedentes será muy difícil que haya unos resultados muy
distintos a las de las anteriores elecciones. Al comienzo de la primera campaña
electoral escribí una tribuna en la que sugería la conveniencia de que hubiera
un gran pacto entre el PP y el PSOE. La
irresponsable renuncia del candidato del PP a liderar la formación de un
gobierno o al menos intentarlo y la innecesaria, histérica e irrespetuosa beligerancia
del líder del PSOE contra el líder de la derecha, la hicieron imposible. Tampoco, aunque lo intentaron PSOE y
Ciudadanos, fue posible ninguna otra y
aquí estamos de nuevo, los mismos líderes, los mismos programas, los mismos
discursos, las mismas tertulias y tertulianos, los mismos electores. ¿Los mismos electores? Sí, aunque algo mas escaldados. Porque lo sorprendente es que volveremos a
acudir a las urnas en un ejercicio de responsabilidad democrática que deja muy
en entredicho la de los partidos
políticos de este país. Porque lo sorprendente es que vaya alguien a votar
dándoles así una segunda oportunidad. Porque hay una duda más que razonable de
ahora con mimbres parecidas, vayan a ser capaces de constituir un gobierno y no
cualquier gobierno sino uno capaz de gobernar y no de desgobernar más a este país. A la vista de todo lo que ha ocurrido en esta
ocasión tengo mis dudas de si aquella gran coalición que recomendábamos desde
nuestra cómoda posición de elector, sería lo más razonable. Pero había razones de estrategia
internacional pues parecía muy importante presentar una única y fuerte
presencia política ante Europa, nuestro prestamista y censor, por un lado, y
por otro a nivel nacional, como el mejor instrumento para hacer frente al
envite separatista catalán, los dos más importantes retos que tiene nuestro país para garantizar su supervivencia.
Pero había razones tácticas que
convenían al PP necesitado de una mano amiga (sí, amiga aunque viniera de un contrincante
político) que le ayudare a salir de ese
pozo oscuro que la corrupción y los neoliberales más radicales le han metido. Pero sobre todo me parecía
conveniente para un PSOE que tiene que encontrar un espacio de liderazgo entre
la izquierda radical y el centro. El PSOE, al contrario que el PP ha hecho un
doloroso camino de reconstrucción
interna y de ruptura con las viejas maneras que le contaminaron también con
casos de corrupción y de clientelismo (Andalucía sigue siendo una asignatura
pendiente), pero necesita aún construir una nueva identidad como partido nacional sin veleidades
periféricas y como heredero de una gran tradición
socialdemócrata capaz de intervenir con
sus pares en Europa en el cambio urgente
e imprescindible en la política social y económica comunitaria. Pero ni siquiera lo intentaron y la alianza
con Ciudadanos fue solo flatus vocis. Lo que no parece realista es que el PSOE siga
intentando convencer a los votante de Podemos e IU de que se trata de la única
izquierda posible ni mucho menos de una izquierda radical. Para eso ya están
ellos y lo hacen mucho mejor. Ahora, si
se cumplen los pronósticos al PSOE no le quedara más futuro que negociar con
Podemos e IU. Y esto sí que va a ser el
abrazo del oso. Ya hemos visto como en
las ciudades donde están gobernando los alcaldes de Podemos no saben aun si
correr delante o detrás de su propia guardia municipal. El radicalismo en política necesita pasar por
los sillones parlamentarios o municipales unas cuantas legislaturas. Es lo que le ocurrió a IU cuya voz quedó
silenciada en la penumbra de la mediocritas democrática y de la ley D’Hom
y que ha encontrado ahora en sus nuevos
compañeros de viaje de Podemos el oxigeno necesario para reavivar las ascuas de
su discurso histórico. Y no es que no
lleven razón en sus denuncias y en sus análisis Podemos e IU. La llevan, claro
que la llevan en muchas cosas, porque la indignación no es patrimonio de nadie como
no lo es el dolor y el sufrimiento. Pero llevar razón no es suficiente. Cristo,
Gandhi, llevaban razón y no terminaron muy bien. En el mundo real hay, además,
que ser pragmático. Como Mandela. Es por esto que el PSOE perdió una gran
oportunidad de reconducir a la derecha y de liderar la regeneración pragmática
que una parte importante de este país exige. Porque de esto se trata. El pragmatismo en nuestra cultura tiene mala
prensa. Se confunde pragmatismo con
utilitarismo. Pero este no es más que una desviación de aquel tal como el leninismo se decía era la
enfermedad infantil del marxismo. Pero
ahora que los viejos marxistas vuelven y con razones, a levantar el puño, habría que desenterrar a los viejos empiristas escoceses, a los
nuevos pragmatistas americanos, a los jóvenes economistas y teóricos de la
nueva política y sentarlos alrededor de
una mesa para que entre todos nuestros dirigentes y su inteligencia
asesora, si es que existe, recuperen el sentido de la medida. Una medida que una
derecha agotada y rancia, una socialdemocracia desnortada y una nueva izquierda
que parece haber descubierto hoy el
Mediterráneo, parecen haber perdido.
Porque izquierda y derecha siguen siendo categorías ideológicas
y políticas imprescindibles para entender el lugar en el que cada uno
está en el espectro político, pero, hoy ya lo sabemos, no son categorías
morales. Ni tampoco son categorías mutuamente excluyentes. Sí algo sabemos hoy
es que la complejidad del mundo no cabe en este binarismo (y mucho menos en el
de la más que estúpida alternativa de arriba
y abajo que ciertos líderes de la izquierda radical española proponen ahora
como alternativa a la izquierda y a la derecha). Pero no es de ideas de lo que hablan los
políticos y menos en la campaña electoral.
La democracia es una forma de gestionar las relaciones de
poder. La democracia es el territorio
donde se rinde culto a las mayorías. La
diversidad se casa mal con la democracia.
La diversidad exige pacto, negociación, renuncia, pragmatismo. El parlamentarismo es eso, sino es como diría
Maturana lenguajeo. En España es
urgente una manera no nueva pero si distinta de entender la democracia. Si no
es así corremos el riesgo de estar votando eternamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario