jueves, 7 de julio de 2016

Por favor, un poco de pragmatismo



Federico Soriguer
Médico y miembro de la Academia Malagueña de Ciencias.


Ya estamos otra vez.  Los mismos líderes, los mismos programas, los mismos discursos, las mismas tertulias y tertulianos, los mismos electores.   Aunque algunos creen lo contrario, la lógica dice que con estos antecedentes será muy difícil que haya unos resultados muy distintos a las de las anteriores elecciones. Al comienzo de la primera campaña electoral escribí una tribuna en la que sugería la conveniencia de que hubiera un gran pacto entre el PP y el PSOE.  La irresponsable renuncia del candidato del PP a liderar la formación de un gobierno o al menos intentarlo y la innecesaria, histérica e irrespetuosa  beligerancia  del líder del PSOE contra el líder de la derecha,  la hicieron imposible.  Tampoco, aunque lo intentaron PSOE y Ciudadanos,  fue posible ninguna otra y aquí estamos de nuevo, los mismos líderes, los mismos programas, los mismos discursos, las mismas tertulias y tertulianos, los mismos electores.   ¿Los mismos electores?  Sí, aunque algo mas escaldados.  Porque lo sorprendente es que volveremos a acudir a las urnas en un ejercicio de responsabilidad democrática que deja muy en entredicho la de los  partidos políticos de este país. Porque lo sorprendente es que vaya alguien a votar dándoles así una segunda oportunidad. Porque hay una duda más que razonable de ahora con mimbres parecidas, vayan a ser  capaces de constituir un gobierno y no cualquier gobierno sino uno capaz de gobernar  y no de desgobernar más a este país.  A la vista de todo lo que ha ocurrido en esta ocasión tengo mis dudas de si aquella gran coalición que recomendábamos desde nuestra cómoda posición de elector, sería lo más razonable.  Pero había razones de estrategia internacional pues  parecía muy  importante presentar una única y fuerte presencia política ante Europa, nuestro prestamista y censor, por un lado, y por otro a nivel nacional, como el mejor instrumento para hacer frente al envite separatista catalán, los dos más importantes retos que tiene  nuestro país para garantizar su supervivencia.  Pero había razones tácticas que convenían al PP necesitado de una mano amiga (sí,  amiga aunque viniera de un contrincante político) que le ayudare  a salir de ese pozo oscuro que la corrupción y los  neoliberales más radicales  le han metido. Pero sobre todo me parecía conveniente para un PSOE que tiene que encontrar un espacio de liderazgo entre la izquierda radical y el centro. El PSOE, al contrario que el PP ha hecho un doloroso  camino de reconstrucción interna y de ruptura con las viejas maneras que le contaminaron también con casos de corrupción y de clientelismo (Andalucía sigue siendo una asignatura pendiente),  pero necesita aún   construir una nueva identidad como  partido nacional sin veleidades periféricas   y  como heredero de una gran tradición socialdemócrata  capaz de intervenir con sus pares en Europa  en el cambio urgente e imprescindible en la política social y económica comunitaria.   Pero ni siquiera lo intentaron y la alianza con Ciudadanos fue solo flatus vocis.  Lo que no parece realista es que el PSOE siga intentando convencer a los votante de Podemos e IU de que se trata de la única izquierda posible ni mucho menos de una izquierda radical. Para eso ya están ellos y lo hacen mucho mejor. Ahora,  si se cumplen los pronósticos al PSOE no le quedara más futuro que negociar con Podemos e IU.  Y esto sí que va a ser el abrazo del oso.  Ya hemos visto como en las ciudades donde están gobernando los alcaldes de Podemos no saben aun si correr delante o detrás de su propia guardia municipal.  El radicalismo en política necesita pasar por los sillones parlamentarios o municipales unas cuantas legislaturas.  Es lo que le ocurrió a IU cuya voz quedó silenciada en la penumbra de la mediocritas democrática y de la ley D’Hom y  que ha encontrado ahora en sus nuevos compañeros de viaje de Podemos el oxigeno necesario para reavivar las ascuas de su discurso histórico.  Y no es que no lleven razón en sus denuncias y en sus análisis Podemos e IU. La llevan, claro que la llevan en muchas cosas, porque la indignación no es patrimonio de nadie como no lo es el dolor y  el sufrimiento.  Pero llevar razón no es suficiente. Cristo, Gandhi, llevaban razón y no terminaron muy bien. En el mundo real hay, además, que ser pragmático. Como Mandela. Es por esto que el PSOE perdió una gran oportunidad de reconducir a la derecha y de liderar la regeneración pragmática que una parte importante de este país exige. Porque de esto se trata.  El pragmatismo en nuestra cultura tiene mala prensa.  Se confunde pragmatismo con utilitarismo. Pero este no es más que una desviación de aquel  tal como el leninismo se decía era la enfermedad infantil del marxismo.  Pero ahora que los viejos marxistas vuelven y con razones, a levantar el puño,  habría que desenterrar  a los viejos empiristas escoceses, a los nuevos  pragmatistas americanos,  a los jóvenes economistas y teóricos de la nueva política  y sentarlos alrededor de una mesa para que entre todos nuestros dirigentes y su inteligencia asesora,  si es que existe, recuperen  el sentido de la medida. Una medida que una derecha agotada y rancia, una socialdemocracia desnortada y una nueva izquierda que  parece haber descubierto hoy el Mediterráneo, parecen haber perdido.   Porque izquierda y derecha siguen siendo categorías  ideológicas  y políticas imprescindibles para entender el lugar en el que cada uno está en el espectro político, pero, hoy ya lo sabemos, no son categorías morales. Ni tampoco son categorías mutuamente excluyentes. Sí algo sabemos hoy es que la complejidad del mundo no cabe en este binarismo (y mucho menos en el de la más que estúpida alternativa de arriba y abajo que ciertos líderes de la izquierda radical española proponen ahora como alternativa a la izquierda y a la derecha).  Pero no es de ideas de lo que hablan los políticos y menos en la campaña electoral.  La democracia  es  una forma de gestionar las relaciones de poder. La  democracia es  el  territorio donde se rinde culto a  las mayorías. La diversidad se casa mal con la democracia.  La diversidad exige pacto, negociación, renuncia, pragmatismo.  El parlamentarismo es eso, sino es como diría Maturana lenguajeo. En España es urgente una manera no nueva pero si distinta de entender la democracia. Si no es así corremos el riesgo de estar votando eternamente.  

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