jueves, 7 de julio de 2016

Maldita memoria


Federico Soriguer
Médico y Miembro de la Academia Malagueña de Ciencias

Un dilema es una situación comprometida en la que hay varias posibilidades de actuación, todas ellas  igualmente buenas o malas. Ante un dilema los argumentos  estrictamente racionales no son suficientes pues, entonces,  no sería un dilema. Son necesarias, además, habilidades de otra naturaleza adquiridas mediante el largo entrenamiento de la vida.  Y es aquí donde la  cultura, entendida como esa memoria  que queda después de haber olvidado todo lo demás, es importante. Una memoria que suele ser el resultado de la experiencia, pues no se puede tener este tipo de memoria si no se ha vivido.  Y lo que ocurre con estas inmediatas elecciones es que ya las hemos vivido.  Maldita memoria.
En la teoría de los juegos el dilema del prisionero es un supuesto teórico en el que dos personas  que han cometido conjuntamente un delito  son detenidas e interrogadas por separado. Las pruebas son circunstanciales y ambas son conminadas a denunciarse mutuamente..  Si ninguno denuncia al otro los dos saldrán libres pues no habrá pruebas, si los dos se denuncian los dos pasaran a la cárcel y si uno lo hace y el otro no, solo uno  irá a la cárcel.
Seguramente para muchos, entre los que me encuentro,  la decisión de votar el próximo día 26, es  una típica decisión dilemática.  Al fin y al cabo: ¿ha cambiado algo que me anime a modificar el sentido de mi voto anterior? Los mismos candidatos, los mismos programas, los mismos partidos, los mismos electores.  Lo único nuevo es no votar, pero como en el dilema del prisionero no votar  es favorecer a la opción a la que  nunca hubiera escogido. El otro día Vicente Romero, el gran periodista,  entrevistado en TV1,  recordaba que  Charles Taylor el sanguinario presidente de Liberia se presentó a las elecciones con el eslogan de: “Maté a tu padre, maté a tu madre y ahora tu me vas a votar a mí”. Vicente Romero  sin citar a ningún partido, hace una traducción blanda de aquel  eslogan poniéndolo en boca de algunos candidatos: “Yo te metí en la crisis, yo no te he sacado de la crisis, y tu ahora, además,  me vas a votar”.  El  argumento es sólido y dejaría fuera del dilema, a los dos partidos que más responsabilidad han tenido en gestionar la crisis.  También quedarían fuera los partido independentistas, porque se están aprovechando de la crisis y contribuyendo con su desvarío  a su consolidación. Nos quedan IU,  UPyD y los dos partidos emergentes..  IU tiene un secretario general tan bien valorado  como incapaz de romper con su  legado comunista. El comunismo es una teoría económica útil aún y una ideología política que ha fracasado allí donde se ha implantado. Aún así los comunistas de hoy aspiran conseguir sus objetivos dentro de las democracias parlamentarias. Una verdadera ucrania. Aún así perseveran en el empeño, obstaculizando a otros partidos de la izquierda socialdemócrata que hace ya mucho rompieron con la vieja utopía y que se han conformado con metas más modestas pero realizables. Así que queda Podemos , UPyD ahora ya fuera del parlamento y Ciudadanos. Podemos se presenta como un partido nuevo y distinto, aunque no le importe ahora acoger en su seno a algunos tan viejos como IU ni tan dañinos como los independentistas.  Tienen el encanto de lo virginal, pero es esa también una de las principales razones para no fiarse de ellos. El país exige cambios importantes, pero no experimentos. No se pueden cometer errores  que nos hagan retroceder años.  En este descarte nos queda Ciudadanos y UPyD, que son partidos que tienen las manos limpias en lo económico y que han mostrado gran energía moral ante el turbio asunto independentista sin caer en el patrioterismo casposo al que otros partidos conservadores nos tienen acostumbrados. Tienen  además a su favor que hay personas muy ilustres, que representan a lo mejor de la inteligencia de este país y que han mostrado su apoyo a estos dos partidos incluso con su generosa militancia. Pero aún así todo esto no parece suficiente para tomar una decisión. Ni siquiera la radical tesis de Vicente Romero,  es suficiente para descartar a los dos partidos mayoritarios pues podríamos ser injustos y poco pragmáticos pues es posible, al menos en teoría que, al menos uno de ellos,   hubiera aprendido la lección. Así que habrá que volver a pensar con nuevos  argumentos.  Al fin y al cabo el voto necesita de una cierta contaminación ideológica. El pragmatismo es una virtud fría. Por eso las categorías izquierda y derecha, como ya lo vio con claridad el viejo Bobio, mal que les pese a algunos, sigue funcionando.  Pero también hoy ya sabemos que salvo para  los fanáticos y para los políticos en tiempo de elecciones, nadie es completamente de derechas, ni completamente de izquierdas, como tampoco es nadie completamente de centro. Lo que hay en las sociedades abiertas son espacios culturales que proceden de un tronco ideológico común, que se han ido ampliando a medida que los sistemas democráticos han ido madurando y es en este espacio donde los electores encuentran en cada momento el partido político que mejor pueda representarlos. Esto se ve mejor cuando te  encuentras con  partidos que aunque adornados con una nueva imagen, entroncan con orígenes, tradiciones e ideologías peligrosas y antidemocráticas que por sí solas deberían ser excluidos de las preferencias de los electores. Y es con estas pocas mimbres con las que el próximo día 26  tenemos que resolver el dilema de a quién votar. Al menos para los que aún creemos que es mejor ir a votar  aunque nos equivoquemos.   
gicas  y políticas imprescindibles para entender el lugar en el que cada uno está en el espectro político, pero, hoy ya lo sabemos, no son categorías morales. Ni tampoco son categorías mutuamente excluyentes. Sí algo sabemos hoy es que la complejidad del mundo no cabe en este binarismo (y mucho menos en el de la más que estúpida alternativa de arriba y abajo que ciertos líderes de la izquierda radical española proponen ahora como alternativa a la izquierda y a la derecha).  Pero no es de ideas de lo que hablan los políticos y menos en la campaña electoral.  La democracia  es  una forma de gestionar las relaciones de poder. La  democracia es  el  territorio donde se rinde culto a  las mayorías. La diversidad se casa mal con la democracia.  La diversidad exige pacto, negociación, renuncia, pragmatismo.  El parlamentarismo es eso, sino es como diría Maturana lenguajeo. En España es urgente una manera no nueva pero si distinta de entender la democracia. Si no es así corremos el riesgo de estar votando eternamente.  

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