martes, 7 de junio de 2016

MEDICINAS ALTERNATIVAS: ¿A QUÉ?

LA TRIBUNA
FEDERICO SORIGUER. MÉDICO Y MIEMBRO DE LA ACADEMIA MALAGUEÑA DE CIENCIAS
6 junio 201609:23
http://www.diariosur.es/opinion/201606/06/medicinas-alternativas-20160606011842-v.html

        Leemos hoy en SUR que la Universidad de Málaga ha cancelado un curso de verano en Marbella sobre medicinas alternativas, titulado: La enfermedad: ¿enemiga o aliada?'. El curso estaba dirigido por dos prestigiosos profesores de biología celular y genética de la UMA y en él se iban a impartir conferencia sobre homeopatía y otras aproximaciones que se engloban generalmente dentro de lo que se suele llamar medicina natural, alternativa o tradicional. Lo primero que conviene decir es que la verdadera medicina tradicional es la medicina actual llamada científica, heredera de un enorme legado que, al menos en Occidente, procede directamente de la medicina hipocrática, hace más de 2500 años. Muchas de estas medicinas que ahora se llaman a sí mismas alternativas han pertenecido a este tronco común. De hecho la medicina tradicional es 'científica' desde hace bien poco. Primero a partir del siglo XVIII y XIX con la incorporación de la anatomía celular y la microbiología, luego con todo el arsenal procedente de la química que más tarde se llamaría bioquímica y finalmente también de la física que ha aportado la gran revolución tecnológica que identifica a la medicina actual. Pero la medicina clínica no ha incorporado propiamente la lógica científica hasta mediados del pasado siglo con la introducción de las matemáticas de la probabilidad, rompiendo así con la tradición patognomónica (la tentación del saber cierto), transformándose en una medicina de lo probable.
En el comienzo de la 'Sociedad Abierta y sus enemigos', Karl Popper cita a Oscar Wilde cuando dice que: «experiencia es el nombre que damos a nuestros errores». A lo largo del siglo XX la medicina clínica dejó de basarse, como hasta entonces, en la experiencia acumulada (generalmente transmitida a través de los maestros) para fundamentarse en la experimentación. Por primera vez y de una manera sistemática los médicos podían medir el error (que no es otra cosa la medicina científica). Las consecuencias fueron extraordinarias pues en menos de medio siglo la clínica puso en cuestión todo su saber, de manera que se hizo realidad el viejo dicho que tanto le gustaba recordar al profesor Segovia de Arana de que «si tiráramos al mar todas las medicinas menos la digital y la quinina sería bueno para las personas y malo para los peces». Los médicos hemos tenido siempre un poder taumatúrgico invaluable. La medida del efecto placebo fue una de las primeras cosas que le permitió a la medicina esta nueva manera de revisar las viejas preguntas. La otra consecuencia fue la capacidad de generalización de las observaciones, pues las conclusiones ya no eran, solo, el resultado de la experiencia acumulada caso tras caso, sino de la evaluación controlada de amplias series de pacientes y de sus variaciones (estocásticas). De alguna manera la nueva medicina surgida a lo largo del siglo XX lo que ha intentado es evaluar el papel de la subjetividad (del médico y del paciente) y, por tanto, también, de controlarla. Solo desde estas premisas la medicina podía dar el salto de ser una medicina personalista (basada en la autoridad del médico),personalizada (en un caso concreto de un paciente) e insolidaria (pues no era generalizable) a ser una medicina pública y universalizable, como corresponde a todo conocimiento científico. Como no podía ser de otra forme el precio ha sido alto pues en el empeño racionalizador se ha perdido parte del componente taumatúrgico de la medicina misma. Esto es bien conocido por la propia medicina actual y desde dentro surgen voces críticas reclamando una recuperación del sujeto (tanto del sujeto como clínico como del sujeto como paciente). Al fin y al cabo, como decía Bergamín «si fuera un objeto sería objetivo pero como soy un sujeto soy subjetivo». Es en este vacío que deja el sujeto en la medicina tradicional (científica) desde donde resurgen las llamadas medicinas alternativas (a la medicina tradicional). Son medicinas por lo general de base patognomónica, es decir presumen de poseer con certeza ciertas respuestas a los problemas que la medicina tradicional no es capaz de solucionar (que por otro lado son casi infinitos), de hacerlo de manera muy personalizada y basándose en la experiencia del terapeuta, con medidas simples para problemas muy complejos y utilizando para ello la capacidad del sujeto (su subjetividad) para asumir su propia curación. Los procedimientos de contrastación de sus verdades pertenecen a otro orden muy distinto a los de la lógica científica. En ocasiones el lenguaje es hermenéutico y espiritualista y casi siempre la 'vix medicatrix' tiene un gran poso taumatúrgico. Este mundo de las medicinas alternativas es proteiforme, muchas de ellas utilizan una pátina histórica aunque sean unas advenedizas a la medicina. Otras, por el contrario, son depositarias de una larga tradición que compartieron durante siglos con la medicina tradicional (científica). Por otro lado, la práctica de todas estas medicinas está en manos muy variadas, desde personas serias y responsables hasta charlatanes que explotan la necesidad que muchas personas tienen de respuestas ciertas ante las situaciones de incertidumbre. Como se ve, el lenguaje y los objetivos son muy distintos entre ambas 'medicinas'.
En cierto modo son como los tradicionales encuentros entre 'ciencia y religión'. Son estas, dos categorías que obedecen a lógicas muy distintas, por lo que no es extraño que estos encuentros se celebren siempre en el Vaticano pero no en la Universidad. La ciencia, como diría Popper es una disciplina bien modesta que solo se ocupa de aquellos problemas que pueden ser resueltos científicamente. Y es este, precisamente, el gran error de la medicina tradicional (ahora científica). Muchos problemas médicos no se pueden resolver. Eso es todo. Ni con ciencia ni sin ella. Pero donde no llega la ciencia llega la palabra.

Recuperar el papel sanador de la palabra es la asignatura pendiente de la medicina actual. Es también el agujero negro por donde se cuelan todas las medicinas alternativas del mundo a las que solo habría que pedirles, como en el viejo aforismo hipocrático que, al menos no hagan daño.

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