martes, 30 de mayo de 2017

LA CONSTRUCCIÓN DEL CUERPO HUMANO. EL CASO PARTICULAR DE LA PUBERTAD Y LA ADOLESCENCIA


Federico Soriguer.
Médico endocrinólogo. Miembro de la Academia Malagueña de Ciencias

(Conferencia pronunciada en la clausura de las III Jornadas sobre infancia y adolescencia)


Introducción
Que el hombre es un continuo con la naturaleza ha formado parte de algunas corrientes filosóficas, como la de los epicúreos, pero más como una intuición que como un hecho. En, Sobre la naturaleza de las cosas. ( en De rerum natura de Tito Lucrecio Caro, un poema compuesto en torno al año 50 antes de Cristo, podemos leer:  todo está hecho de partículas invisibles (los átomos); el universo, no tiene creador ni propósito, no fue creado para los humanos, que no son seres únicos; la sociedad no comenzó en una supuesta edad de oro sino en una lucha por la supervivencia; no existe el más allá; las religiones organizadas son fruto de la superstición y se sostienen por la crueldad y el miedo; el fin de la vida humana es la reducción del dolor y la búsqueda del placer”.
Pero no ha sido hasta   hace un par de siglos cuando los humanos tomamos conciencia clara de que:
1.    Somos un continuo evolutivo que comenzó hace, probablemente 4 mil millones de año, o quizás más,  a partir de una forma primordial de vida, que se ha ido organizando gracias al azar y a la necesidad (Monot) complejizándose y especializándose en función de los mecanismos que desde Darwin  conocemos como teoría de la evolución.
2.    Nuestro cuerpo es el resultado de un programa que aparece en el momento mismo de la formación del huevo a partir   a partir de dos gametos (masculino y femenino) que portan ya toda la información, incluido la de un reloj biológico que comienza  en el momento mismo de la fecundación y que va desarrollando y condicionando la embriogénesis (durante el embarazo), el nacimiento, crecimiento, maduración sexual, la vida adulta, el envejecimiento y la muerte.
3.    Y, finalmente, que la cultura, (cualquiera que sea la forma en la que la entendamos, (ver más adelante),  en fin, es parte de la propia naturaleza humana,  pues procede de ella, de la capacidad tecnológica que define al propio ser como humano y que a su vez condiciona e influye en ese reloj o programa biológico.

Se suele llamar filogenia al primer punto, ontogenia al segundo y al tercero, simplemente cultura (Fig. 1).
Hoy es difícil comprender la naturaleza humana sin tener en cuenta las estrechas relaciones entre la filogenia, la ontogenia y la cultura. En este capítulo de aborda la cuestión de la pubertad y la adolescencia desde estas coordenadas bajo la influencia de los trabajos más recientes de la biología evolutiva a través de los modelos lalmados EVO-DEVO, que, de alguna manera,  recuperan las tesis de  Philip August Haeckel  (1834-1919) resumida en la famosa frase : la Ontogenia recapitula de Filogenia.  

Fig. 1. Filogenia, Ontogenia, Cultura. Bases de un modelo EVO-DEVO





Pubertad y adolescencia, definición:

El legado de Tanner
JM Tanner publicó en 1955 y revisó en 1962, “Growth y Adolescense[1] . en el que planteaba hipótesis y propuestas sobre la adolescencia y la pubertad, que siguen vigentes, como la disminución secular de la edad de la menarquía, la comparación de la  pubertad humana con la  de algunos primates o la sincronía entre el crecimiento físico y la maduración sexual y reproductiva, necesaria para alcanzar el estadio de adulto. Por otro lado  muchas de sus tablas y figuras, son reconocidas por el nombre propio del autor (como los estadios puberales que son utilizados universalmente). Cuando Tanner publicó su trabajo  se  conocía poco sobre la regulación neuroendocrina del eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal (HHG), tampoco utilizó  la teoría de la evolución para la interpretación de sus observaciones, pero aún así buena parte de su legado clínico y de sus observaciones, permanecen[2].

Pubertad y adolescencia, definición
Los términos pubertad y adolescencia son usados en ocasiones de manera indistinta o intercambiables, pero no identifican a lo mismo. Etimológicamente el término pubertad, proviene del latín “puber” (joven)  y el sufijo tad (cualidad). Puber procede de la palabra latina pubis o púber, que  designa al vello púbico. Así que etimológicamente pubertad significaría joven con vello púbico.  La pubertad es el periodo que marca la metamorfosis que convierte el niño en adulto.
Con más precisión, como veremos enseguida la pubertad es el periodo de transición que va de  la “primera  infancia” (chilhood) a  la adolescencia  y coincide con lo que más adelante, siguiendo a Hochberg Z. et al,[3]  llamaremos juvenility (“segunda infancia”)[4] y se identifica por la aparición y desarrollo de los caracteres secundarios, un crecimiento acelerado (estirón), cambios en el comportamiento y en ocasiones  el inicio de la capacidad reproductiva. Es el momento en el que se produce   la activación del  sistema  neuroendocrino hipotálamo-hipófisis- gonadal que culmina con la maduración de las gónadas, la  producción de las hormonas sexuales y el comienzo de sus efectos biológicos. 
Aunque hay diferentes signos físicos y bioquímicos con los que se puede identificar el comienzo de la pubertad, todo el mundo sigue los indicadores deTanner para niños y niñas,  basados en el momento en el que aparecen las mamas en niñas  y cuando comienza a aumentar el volumen de los testículos y del pene en niños, así como el vello público en ambos (Fig. 2). 
En niñas el primer signo de comienzo de la pubertad es el desarrollo de las mamas: Estadio 2 de Tanner (B2) o la aparición de vello púbico (PH2), habiendo algunas diferencias individuales e inter-raciales: en las chicas negras suele aparece primero el vello púbico mientras que en las blancas suele iniciarse la pubertad con el crecimiento mamario[5].

Fig. 2. Estadios puberales de Tanner



En los chicos el primer signo externo de pubertad suele ser el incremento del tamaño de los testículos por encima de 3 c.c  (ml) (Estadío Tanner 2 (G2)). El tamaño de los testículos se suele medir utilizando la comparación con el orquidómetro de Prader y es debido al crecimiento de los túbulos seminíferos estimulados por la FSH.
Regulación endocrina de la pubertad
La pubertad tiene lugar como consecuencia de la activación de los ejes hipotálamo-hipófisis-gonadal (HHG) e hipotálamo-hipófisis-adrenal (HHA),  un momento  de la evolución corporal en el que se ponen en marcha una serie de mecanismos estimuladores e inhibidores que funcionan mediante una relación en feed back (Fig. 3). 


Fig. 3. Ejes Hipotálamo-Hipófisis- Gonadal (HHG) y eje Hipotámo-Hipófisis-Adrenal. Tanto en niños como en niñas la pubertad tiene lugar cuando se activan los mecanismos de feed-back de ambos ejes (ver texto)


SNC: Sistema Nervioso Central. Gn-RH(Gonadotropin Relesing Hormone);
LH( Luteotropìn Hormone) y FSH (Follicle-stimulating hormone):
CRH( Corticotrophin Relesing Hormone; ACTH (Adreno Corticotropin Hormone); DHA( Dehidroepiandrosterone)



En la mayoría de los mamíferos el eje HHG  está activo en la segunda mitad del embarazo, en el periodo neonatal y en la infancia temprana, provocando un aumento de los esteroides sexuales  que participan en la diferenciación sexual y en otros programas del sistema nervioso.  La actividad del eje HHG  está quiescente durante el periodo de la primera infancia  (chilhood).  Pasado el periodo prepuberal, es  cuando se produce una reactivación importante del eje, bajo la forma de un incremento de los pulsos hipotalámicos de GnRH (Gonadotropin-releasing hormone) , lo que provoca un aumento de la gonadotropinas  LH (Luteotropìn Hormone) y FSH (Follicle-stimulating hormone).  LH estimula la maduración folicular en el ovario,  induciendo   la síntesis de estradiol en la capa glomerular y de andrógenos en las células tecales ováricas, así como de progesterona en el cuerpo lúteo y de estradiol después de la ovulación, así como de las inhibinas A y B,  Induciendo los ciclos ováricos que con la menarquía marcan el comienzo de la actividad reproductiva en las chicas.  En los chicos la LH estimula la secreción de andrógenos (testosterona y androstendiona),  en las células de Leyding del testículo, induciendo la espermatogésis,   comenzando así la “gonadarquia”. La FSH actúa en la capa granulosa del ovario y en las células de Sertoli del testículo, promoviendo la gametogénesis. Una activación del eje HHG que ocurre antes de que se visibilicen los signos externos de la pubertad como la telarquia, la maduración ósea, el aumento del volumen de los ovarios y del útero o la propia menarquía.
En todo caso son las hormonas sexuales las responsables de la aparición de los signos físicos de la pubertad. De la telarquia (aparición del desarrollo mamario), pubarquia (aparición del vello púbico), gonadarquia (la producción de hormonas sexuales por las gonadas) . manarquia (comienzo de la regla en las chicas)  y espermarquia (comienzo de la producción de esperma por los chicos), siguiendo una secuencia que fue descrita canónicamente por Tanner (Ver atrás).
Lo sorprendente es que el lugar anatómico en el cerebro donde está el centro de operaciones  de este eje,  está representado por muy pocas neuronas (unas dos o tres mil)  capaces de secretar el GnRH, dispersas en la eminencia media del  hipotálamo. En un momento determinado, comienzan a producirse algunas señales (ver más adelante) que estimulan la secreción pulsátil de GnRH  a un ritmo aproximado de 90 por minuto que es drenada a la red del sistema vascular (sistema portal) que conecta el  hipotálamo con la pituitaria anterior, estimulando la secreción de LH y FSH[6].
La pubertad se asocia también y de manera independiente con la activación del llamado eje hipotálamo-hipófisis-adrenal (HHA), mediante el cual se estimula la actividad de la enzima 17-α-hidroxilasa (17,20 lyasa), resultando en un aumento de la producción de la dehidroandosterona (DHEA), dehidroandrosterona sulfato (DHAS) y de la androstendiona. Este periodo llamado adrenarquia es la causa del comienzo de la  pubarquia , con la  aparición del vello del pubis, de acné y de un peculiar olor.
La adrenarquia es un fenómeno exclusivo de los primates[7]   y los mecanismos moleculares que inducen la aparición de la pubertad no son bien conocidos aunque se presume del papel de mecanismos genéticos y ambientales (ver más adelante).
El eje HHG funciona como un sistema feedback en el que hay una serie de ciclos o asas de autorregulación ultracortas, cortas y largas. Hay un asa ultracorta de autorregulación del promotor del gen de la propia GnRH-1[8], otra corta entre la hipófisis (LH y FSH) y el hipotálamo (GnRH)  y un asa larga entre el hipotálamo, la hipófisis y las gónadas.  Finalmente son los esteroides sexuales (EE y AA) los  que van a remodelar buena parte de la fisiología, de la anatomía y del comportamiento  que se producen durante la pubertad y la adolescencia.

La adolescencia, (etimológicamente adolescere = crecer),  identifica el periodo de maduración que proporciona al niño los hábitos, el comportamiento y las habilidades sociales que le incorporan a la vida adulta. Incluye la pubertad pero también el  llamado estirón puberal y crecimiento, la maduración cognitiva y cerebral, y los aspectos sociales relacionados con el aprendizaje, la intimidad y el apoyo mutuo, así como la intensificación de amistades preexistentes, el desarrollo de nuevas relaciones y  habilidades biosociales.  
Frente a la pubertad que es un proceso de maduración compartido, aunque con distintos ritmos con otras muchas especies y con todos los primates, la adolescencia es un periodo genuinamente humano, pues no puede hablarse con propiedad de adolescencia ni siquiera en los primates superiores.
El objetivo final de todo el conjunto que identifica la adolescencia es conseguir de manera satisfactoria, la socialización y la madurez reproductiva que identifica la vida adulta. Para ello  es necesario que la maduración mental y hormonal vayan unidas lo que debe alcanzarse mediante procesos altamente complejos, interacciones y mecanismos de “feed back” entre el sistema nervioso central  y el sistema endocrino[9], así como la relación de ambos con los agentes externos que se engloban bajo el epígrafe general de medio ambiente (enviromment). La  aparición de la pubertad está condicionada biológicamente aunque pueden influir condicionamientos ambientales (ver más adelante), mientras que la adolescencia está condicionada sobre todo social y culturalmente.
Frente a las teorías de Sigmund Freud y de Stanley Hall sobre el carácter universal de las pautas de desarrollo y de conducta de los adolescentes, en las primeras décadas del siglo pasado una serie de estudios de campo, de sociedades primitivas de Nueva Guinea y Samoa, hicieron posible la aparición de otros puntos de vista sobre la adolescencia. Fue el caso, por ejemplo de los trabajos teóricos de Ruth Benedict, y las investigaciones de campo en Samoa de Margaret Meat, que mostraron la importancia de la influencia de las instituciones sociales y los  factores culturales en el proceso evolutivo del desarrollo humano
Así, por ejemplo, mientras  que en las  sociedades más desarrolladas el paso de la infancia a la edad adulta suele ser  discontinuo. Llos niños  no ven nunca un parto ni un acto sexual ni tampoco cuando muere una persona y no es raro que las  mujeres  tengan su primera menstruación sin saber de qué se trata. En cambio, en sociedades primitivas el proceso evolutivo es continuo, los niños tienen acceso a experiencias consideradas tabú en occidente y son considerados básicamente iguales a los adultos; la sexualidad no es reprimida y se la considera natural y placentera. Igual ocurre con el juego y el trabajo  que en las  sociedades occidentales el paso del juego irresponsable al trabajo responsable se produce en forma abrupta, lo que contribuye a incrementar los conflictos en los adolescentes, mientras que en las sociedades menos desarrolladas el trabajo y el juego no están tan separados. Por otro lado en la mayoría de las sociedades primitivas el paso de la niñez a la edad adulta, es un “rito de paso” lleno de contenido ritual y simbólico distinto para cada cultura, mientras que en los países desarrollados este ritual ha desaparecido casi completamente.
Los ejemplos sobre la distinta manera de iniciarse en la vida adulta a lo largo de la pubertad y de la adolescencia podrían multiplicarse. Si la adolescencia es el periodo en el que los humanos se  preparan biológica (pubertad) y socialmente para la vida adulta y reproductiva, las grandes diferencias culturales (también individuales) pueden llegar a  explicar por sí mismas algunas de las respuestas, incluso (en parte) las biológicas,  de este periodo.
Podríamos decir, en fin, que mientras que la pubertad ha sido el motivo de atención y de estudio de la neuroendocrinología, la adolescencia lo ha sido sobre todo de la sociología, la psicología, la antropología e incluso la filosofía, como es el caso del filósofo Gustavo Bueno[10], quien llega a distinguir hasta 27 tipos o modelos  de adolescencia, desde las ceremonias de los bosquimanos del Kalahari a las de ingreso en las academias militares actuales, (imposibles aquí ahora de revisar). Una diversidad que complica la elección de una definición univoca de adolescencia y su dificultad para ser estudiada solo de una perspectiva científica, lo que no significa para Gustavo Bueno que haya que asumir ante los diferentes tránsitos o tipos  adolescentes un relativismo cultural antropológico en el que se acepten acríticamente todas las iniciaciones rituales, tal como las asumiría un “antropólogo de gabinete”(Bueno dixit)  pues “no será lo mismo por ejemplo, la iniciación adolescente a la “cultura jarrai”, de la bandas de barrios urbanos, o de sectas religiosas (tipo “los niños de Dios”)  que la   iniciación al terrorismo etarra, a la delincuencia, o a la alienación (ante las que hay que tomar partido) o que las iniciaciones de algunas culturas primitivas que no por extremas  dejan de tener un distintivo carácter étnico.
Desde luego las adolescencias actuales  de las sociedades abiertas y democráticas son mucho más complejas (en cuanto a clase sociales, conocimientos profesionales, demografía, etc) que los de las sociedades antiguas o ágrafas. Por ejemplo ahora en nuestras sociedades se habla de “crisis de la adolescencia” que es un concepto inconcebible en las segundas. Pero hay que tener cuidado en no magnificar las diferencias, pues en la sociedad actual son muy importantes los valores dominantes dentro de cada clase social. Así, dice Bueno: “no pueden ser del mismo orden las «crisis de adolescencia» de un príncipe o de un aristócrata, incluso del heredero de un agricultor rico –todos estos sujetos tienen ya prefigurada, en cierto modo, su vida adulta, a la manera como la tienen prefigurada todos los jóvenes de las tribus ágrafas (precisamente será en estas clases en donde florecerán las ceremonias de «puesta de largo», «de graduación», etc )– que las «crisis de adolescencia» de los hijos de empleados urbanos, de trabajadores industriales que buscan la «promoción social» de sus descendientes haciendo lo posible por darles estudios y lograr su ingreso en la universidad”. Por otro lado, termina Bueno: “hablar ahora de la «adolescencia» como «fase previa a la integración social» y de las «crisis de la adolescencia» como «problemas psicológicos» comienza a ser una forma de cultivar el humor negro”, en un momento en el que la ausencia de perspectivas para muchos jóvenes prolonga la integración social y, por tanto, de alguna forma la adolescencia,  hasta edades nunca antes vistas en la historia del hombre.  
Esta situación entre una maduración sexual más precoz (ver más adelante) y al mismo tiempo un retraso en el reconocimiento por parte de la sociedad como individuo adulto e independiente, está  marcando una situación nueva y paradójica en nuestra especie, cuyas consecuencias en términos de morbilidad biológica, psicológica y social estamos ahora comenzando  a valorar.
Aunque la maduración puberal y la de la adolescencia suelen coincidir son procesos que  obedecen a mecanismos adaptativos en ocasiones diferentes, que cuando se disocian demasiado en el tiempo pueden dar lugar a disfunciones, algunas con repercusiones clínicas importantes.
¿Cuáles son las señales que inducen al cerebro a producir pulsos de GnRH e iniciar la maduración sexual?.
El objetivo final de esta transformación de niño a adulto a través de la metamorfosis[11] puberal y de la adolescencia es conseguir una satisfactoria capacidad reproductiva. La reproducción y el resto de comportamiento que tienen que ver con la supervivencia en la vida adulta son situaciones que exigen una gran demanda de energía, que depende además del comportamiento de cada especie. Parece pues importante que cuando tenga lugar el momento de la reproducción (y sus consecuencias de defensa, alimentación, supervivencia, etc)  el cuerpo esté en las condiciones más satisfactorias para tener éxito. El timing de la pubertad y de la adolescencia es pues crítico.                                                       
Pero, ¿cuáles son las señales que le hacen al cerebro comenzar la cascada que comienza con el aumento de la frecuencia de los pulsos de GnRH?
Hasta hace no demasiado,  apenas nada era conocido sobre las señales que inducen la maduración sexual y el comienzo de las potencialidades reproductivas. Una cuestión difícil de investigar por su complejidad y diversidad pues, entre otras cosas, puesto que  las circunstancias son muy diversas las señales varíen para cada especie.
Hoy sabemos que el penúltimo escalón que induce  la pubertad es la supresión, en un momento determinado  de los estímulos nerviosos centrales  inhibidores sobre la GnRH, dando lugar a una secreción episódica (pulsos) y tras ella el aumento de la producción de LH y FSH, seguido del de los  estrógenos en las chicas y de los andrógenos e inicio o de la espermatogénesis en  chicos, iniciándose la cascadas que culminará con la madurez reproductiva y social.  
 Son numerosas los agentes que se han propuesto en los últimos tiempos, relacionados con el comienzo de la pubertad.
El progreso sobre el “estado del arte” en esta cuestión puede valorarse, por ejemplo,  comparando dos revisiones sobre el tema una de 2004[12] y otra de 2017[13].  En los últimos años se han producido un número importante de estudios que están comenzando a explicar cuáles son estos mecanismos que regulan tanto  las señales genéticas como  las que vienen del exterior y que inducirían el comienzo de la pubertad. La Insulina[14], la Leptina,  la Dopamina y la Prolactina que tienen un efecto sinérgico sobre la secreción de GnRH[15],   la Grelina [16] ,  el Glucagon-Like Peptid-1 GLP-1 y el  Péptido YY3-36 (PYY)[17],  o la  Adiponectina[18] , con efecto inhibitorio.  Inhibidores genéricos como el ácido gamma-amino-burítico (GABA)[19] o estimuladores como el Glutamato[20], los péptidos opiáceos[21], la Melatonina[22], Óxido Nítrico (NO)[23],  Ácido retinoico (Vitamina A)[24], IGF-1[25]   o determinados genes como el GPR54[26] (que codifica el receptor de la  Kisspeptina, o la Kisspeptin  (el péptido más potente liberador de la gonadotropinas, de entre los conocidos[27]) , codificado por el gen KISS1, la Neurokinina B (NKB) un péptido que es co-secretado por algunas neuronas que también secretan Kisspeptina,  el gen CYP17 que controla la síntesis de andrógenos y de los elevados niveles de estrógenos, o el Neuropétido Y (NPY) que contribuye a la regulación de la secreción de GnRH,  el gen relacionado con la proteína Agouti , ambos con efecto inhibitorio[28]   el  gen de la Proopiomelanocortina (POMC), de gran importancia en la regulación del peso corporal,  recientemente relacionado con la secreción de la GnRH (estimulándola) [29], la Galanina-like peptide (GALO)[30] (estimulando), el Steroided- Factor 1 (SF1)[31], la dopamina y la adrenalina (vía la tiroxina hidroxilasa)[32],   son algunas de ellas.  Recientemente  el grupo de Tena Samper de Córdoba a partir de estudios experimentales en roedores modificados genéticamente  ha propuesto la existencia de un eje  leptin--α-MSH--Kiss1—GnRH que estaría envuelto en la regulación del efecto de la leptina en  la maduración puberal, de gran importancia para la regulación metabólica de la aparición de la pubertad [33] (Fig. 4)

A pesar del gran progreso de los últimos años es esta una cuestión sobre la  que se conoce aún poco, pues entre otras cosas todas estas señales son “permisivas”, pero no son la causa de que se induzca la aparición de la pubertad[34].(ver más adelante). 

Fig. 4. Mecanismos intermediarios relacionados con la secreción de Gn-RH


Por otro lado es bien conocido que los  chicos y las chicas tienen un diferente  “timing” en el desarrollo puberal y en la adolescencia, aunque este ritmo varía entre especies, pues mientras que  en humanos las chicas tienen una pubertad más adelantada que los chicos, en otras especies ocurre lo contrario. Este diferente ritmo puede estar controlado genéticamente pero es posible también que tenga un origen fetal, dependiendo de cuándo y también de la intensidad de la exposición de las hembras  a los esteroides sexuales[35].
También la adolescencia, tal como se ha definido arriba, -como el conjunto de comportamientos y hábitos que llevan al chico o a la chica a la vida adulta-, está sujeta a un reloj que, tal como ocurría con la pubertad,  puede estar controlado por mecanismos relacionados con los esteroides o por otros independientes de ellos. Numeroso estudios experimentales han demostrado como el comportamiento sexual en los animales machos estaría condicionado por la testosterona y en las hembras por el estradiol y la progesterona, que además no solo actuarían estimulando la función sino remodelando las organización neural durante la adolescencia (ver revisión  en Sisk Ch L ..).

SITUACION NUTRICIONAL Y ESTRES
Desde luego el inicio de la pubertad está marcado por un  reloj biológico,  genéticamente condicionado, pero también por las señales externas que  informan al hipotálamo de la situación del resto del cuerpo y también del mundo exterior, de entre las cuales  las nutricionales y metabólicas y las asociadas al estrés, han mostrado ser críticas en el control de la pubertad.
Los mamíferos, especialmente las hembras invierten una gran cantidad de energía para concebir, transportar, cuidar y sacar adelante a su descendencia con el objetivo de garantizar el mantenimiento de su linaje genético. Por esa razón tienen que asegurarse de  que cuando se produzca la maduración sexual, el cuerpo esté lo suficientemente preparado para hacer frente a la demanda energética. De igual manera en situaciones de dificultades en la consecución de energía la función reproductiva tiende a suprimirse. Por esta razón el eje HHG (y, ya veremos que  también el eje HHA) debe recibir una información integrada de la situación metabólica periférica.  Así durante los periodos de estrés energético los pulsos de GnRH llegan a suprimirse, reduciéndose la producción hipofisaria de LH y FSH, induciendo  a la postre una hipogonadismo hipotalámico[36].
La “plasticidad” corporal.
Se suele llamar  “plasticidad” a la capacidad de un determinado genotipo de producir diferentes fenotipos como respuesta a diferencias en el medio ambiente[37]. La llamada tendencia secular del crecimiento en los niños y de la pubertad (en los últimos 150 años) es un buen ejemplo de esta plasticidad corporal.
Etapas de la historia de la vida
Hace 3 o 4 millones de años, el homínido Australopitecus afaerensis  tenía, como hoy le ocurre al chimpancé, solo 3 etapas entre el periodo inmediatamente postnatal y el del adulto: cinco años de infancia (infancy), cinco años juveniles (chilhood)  y 2 años como joven (juvenile), antes de la aparición de la reproducción. Durante la evolución con la aparición del homo sapiens  las etapas de la  infancia y la adolescencia cambian.  Desde la perspectiva del modelo evo-devo en el  Homo sapiens es posible siguiendo a Hochberg Z, et al, identificar  cinco fases  prolongadas y pronunciadas en su historia de vida[38]:


Hochberg Z, et al,)
Español
Definición
I
Infancy
Periodo postnatal y lactancia
30-36 semanas de vida
(1-2 años)
II
Chilhood[39]
Primera Infancia
Hasta los 2-6 años de vida
III
Juvenile (middle chilhodd)
Infancia media
(periodo prepuberal)
Un o una joven mientras es prepuberal. Puede durar otros 3-4 años más, concluye con la maduración sexual en los niños y la menarquía en las niñas (7 a -12-14 años)
IV
Adolescencia
Adolescence
Puede durar otros 3-5 años más
V
Youth
Jóvenes
Variable en función de las culturas y la situación social y económica. Culmina con la paternidad a una edad media (mundial) de 20 años en las mujeres y 24 en los hombres.

El paso de una etapa a otra del desarrollo, es la consecuencia de cambios en los sistema de regulación endocrina. El paso de infancy  (primera infancia) a “chilhood”(segunda infancia),  se caracteriza por una aceleración de la actividad del eje GH-IGF1 (Growth Hormone- Insulin Growth Factor-1) . La transición hacia la etapa juvenility (infancia media) requiere el aumento de la actividad de la capa reticular  de las suprarrenales y el aumento de producción de andrógenos (adrenarquia). El comienzo de la pubertad y de la adolescencia  implica una maduración del eje hipotálamo-hipófisis-adrenal[41].





La importancia del periodo prepuberal (juvenile stage)
Todos los mamíferos, incluidos los grandes simios pasan directamente desde la lactancia (infancy) (primera infancia)   al periodo prepuberal (media infancia) (juvenile stage)  sin pasar a través de la chilhood (segunda  infancia), tal como se ha definido arriba. En los humanos no ocurre así.  Por un lado la primera infancia aumenta unos 30 o 36 meses, la etapa prepuberal (media infancia) (juvenility) tiene una duración adicional de 2 a 4 años. Un periodo este, (juvenility),  que dura 3-4 años seguido por la adolescencia que dura de 3-5 años y, finalmente, una etapa de joven que dura una media de 4 años [41].  Este periodo (juvenility) (infancia media o prepuberal) desde la perspectiva evolutiva seria un periodo distinto de la historia humana de  la vida con peculiaridades específicas en términos endocrinológicos y de la composición corporal,   de gran importancia a la hora de enfrentarse a los cambios sociales y a la maduración psicológica. Un periodo que correspondería a lo que los psicólogos llaman (middle chilhood). Es la edad en la que el cerebro adquiere el tamaño definitivo incluso aunque las neuronas no hayan alcanzado su completa madurez y cuando aparecen los molares de la vida adulta. En las sociedades actuales es también el momento en el que  comienzan a ir al colegio y a ocupar espacios hasta entonces reservados a los adultos, ya sean sociales, alimentarios, etc. Es también el momento en el que desarrollan un fuerte olor, que produce cierta aversión en el caso padre-hija o hermano-hermana, pero no entre otras relaciones familiares, lo que se interpreta como un mecanismo de protección frente al incesto[42].  
Con todas las limitaciones de los restos fósiles,  hay evidencias de que hace 1,900.000 años los homínidos (Homo habilis)  podrían haber  añadido una nueva estrategia evolutiva y añadido algunas fases a su patrón de crecimiento (estrategia en su “life-history” ), manteniendo un periodo postnatal (infancy) como sus predecesores  e incorporando dos periodos nuevos, primera infancia (“chilhood”)  que facilitaría un periodo de rápido crecimiento  y de estabilización del crecimiento con gran dependencia del soporte familiar y tribal. Más recientemente se habría añadido, hace unos 100.000 años, la etapa de la  adolescencia con el típico estirón puberal  y la irrupción de la pubertad sexual, demorando así la etapa de juventud (“younth”) como correspondería a una especie que tiene una vida larga (Fig. 5)
            Para algunos antropólogos y primatólogos, el estirón puberal es la mejor definición operacional de la adolescencia, incluso aunque aparezca antes de los caracteres sexuales secundarios en las niñas  o mucho después de la aparición de los cambios genitales en los niños[43]. De hecho no hay evidencias de la existencia en los simios de un estirón del crecimiento durante la adolescencia parecido al de los humanos[44]. Por otro lado también durante la adolescencia se produce un acumulo de grasa en el cuerpo., especialmente en las niñas, pero mientras  que en las hembras de chimpancé la acumulación de grasa se hace de manera amplia por todo el cuerpo, en las adolescentes humanas se produce una acumulación llamativa de grasa en muslos, nalgas,  y senos incluso aunque la adolescente sea delgada. Unas características que no son solo señales sexuales de maduración sexual y reproductiva, sino también reservas grasas para hacer frente a épocas de escasez.

  

Fig. 5. Evolución de las etapas de la vida (de los prohomínidos al  Homo sapiens



La transición del periodo de la segunda infancia  (chilhood) a la etapa prepuberal (juvenility) se caracteriza por el comienzo de la producción de los  andrógenos adrenales (adrenarquia), la aparición del “rebote adiposo”, la desaceleración del crecimiento [45], y la aparición de la primera muela[46].
La adrenarquia debe  ser una adquisición reciente de la evolución pues solo los humanos y los chimpancés tienen adrenarquia, con aumento en este periodo (juvenility)  de los niveles sérico de DHEA y DHEAS[47]. Por el contrario otros primares como los babuinos o los Rhesus no la tienen y apenas si se produce un incremento en este periodo de los niveles de DHEA[48].
Una de las características de esta etapa (juvenility) es que, como se ve en la gráfica  ha permanecido relativamente constante a lo largo de la evolución, especialmente comparada con otras etapas de la historia de vida  como es la edad de la maduración sexual[49].  Esto es especialmente relevante pues DHA en humanos funciona como un neuroesteroide, que influye en la función neurológica y en la  maduración del estado anímico[50], [51]. DHAE tiene también otros muchos efectos  sobre el sistema inmune[52] o el  desarrollo y el crecimiento somático [53].
Ese efecto de la DHAE sobre el sistema nervioso ha llevado a algunos autores  a postular que este periodo en el que tiene lugar la adrenarquia,  que es también en el que se define el tamaño del cerebro y de todo el cuerpo en relación con los simios, es también el que condiciona la mayor esperanza de vida de los humanos respecto a los monos y que cambios en el “timing” de la adrenarquia podría también modificar la esperanza de vida[54].
Al igual que otros organismos, también los humanos han evolucionado para poder resistir y superar las dificultades del medio ambiente para mantener el fitness (aptitud), aunque sea de manera subóptima. El largo periodo madurativo de los humanos y la especificidad de las diferentes etapas permite mediante  ajuste largo de los tiempos de tránsito entre una y otra,  una mejor adaptación a las situaciones cambiantes del medio ambiente.

Transición del periodo postnatal (primera infancia) (infancy) a chilhood (segunda  infancia)
Después de la gradual desaceleración del crecimiento en el periodo postnatal la velocidad de crecimiento se incrementa rápidamente entre los 6 y 12 meses de edad como consecuencia del paso de la primera infancia (infancy)  a la segunda infancia (chilhood), tras lo que se produce una estabilización de la velocidad de crecimiento. Un retraso en este tránsito entre infancy y  chilhood, tiene una importante influencia en la estatura final y es responsable al menos del 50 % de los niños sanos que son remitidos al endocrino pediátrico por talla baja[55], de manera que se calcula que por cada mes de retraso del tránsito de la primera a la segunda infancia se produciría un déficit de crecimiento de 0,4 cm en niños y de 0,5 cm en niñas a la edad de 5 años[56].
Es este un periodo muy sensible a influencias ambientales muy diversas, especialmente todas aquellas relacionadas con una alta demanda de energía que restaría de la necesaria para un adecuado crecimiento. Es el caso de los déficit nutricionales asociados a problemas socioeconómicos o  secundarios a problemas intestinales[57].
Otros ejemplos de mecanismos adaptativos  en estas etapas del desarrollo proceden de los estudios de población de sociedades actuales cazadoras. recolectoras. En estos estudios se ha utilizado el periodo entre embarazos como un marcador “subrogado” de la transición de la  infancy a chilhood[58] . Un mayor periodo entre embarazos podría ser interpretado como  un mecanismo adaptativo a situaciones de carencia.  En este contexto es presumible encontrar una relación inversa entre  la duración de los periodos inter embarazos y el peso corporal medio de adulto, como de hecho se ha observado (ver gráficas tomadas de Gawlik A, et al.) [59].

Fig. 6 y Fig. 7: Intervalo entre partos. La línea de regresión del peso corporal de adulto como una función del tiempo entre partos (niños y niñas).




Transición de la etapa “juvenility” (media infancia o prepuberal) a la  adolescencia
Como veremos más adelante la edad de la menarquía está condicionada aunque débilmente por la genética (herencia)[60] ,  aunque parece,  -a la luz de las observaciones sobre la tendencia histórica de la maduración sexual- , que lo es más aun por circunstancias ambientales como la altitud, la temperatura, la humedad, la luminosidad y, sobre todo por el balance energético[61].  La transición hacia la pubertad y la adolescencia, así como los ajustes sociales que conlleva, tienen un alto coste energético[62]. Unas señales medioambientales y metabólicas  que serian reconocidas por sensores hipotalámicos  y que llegado a un cierto punto (el nivel más satisfactorio)  inducirían la liberación de pulsos de alta frecuencia de GnRH, que a su vez inducirían la transición de la fase juvenily a la pubertad y adolescencia[63].
Esta transición desde la etapa “juvenile” (prepuberal) a la adolescencia  es pues otro periodo de transición de gran importancia para la adaptación “plástica”, durante la maduración corporal.
Desde una perspectiva evolutiva dos estrategias podrían ser consideradas como mecanismos adaptativos para conseguir la mayor eficiencia reproductiva (fitness: n producto de las tasas de fertilidad y de supervivencia):
Por un lado, por ejemplo cuando falta la energía procedente de los alimentos,  podría retrasarse la transición hacia la pubertad y adolescencia,  esperando de esta forma  una situación corporal más madura con la que, probablemente, podría garantizarse  una fecundidad tardía más eficiente.
Por otro lado en situaciones precoces de estrés psicosocial en donde es previsible que la vida futura de la mujer sea difícil y la esperanza de vida menor, la transición se acortaría, adelantándose  la pubertad y la adolescencia, probablemente como un mecanismo que permitiría aumentar el tiempo y las posibilidades reproductivas.
En el momento actual en el que hay  confort alimentario y social, se esté produciendo un acortamiento del periodo juvenile (prepuberal o media infancia), con una menarquía más precoz (y probablemente un alargamiento de la etapa adolescente y  de la  etapa youth (juventud). Eso puede ser la consecuencia de la mayor presencia de contaminantes y disruptores endocrinos,  pero también puede ser interpretado como  una respuesta evolutiva que intenta rentabilizar  todas las posibilidades  de fecundidad y reproducción,  aproximando a los extremos las capacidades  genéticamente condicionadas de la historia evolutiva.

Evolución de la edad de la maduración sexual
La población humana ha crecido exponencialmente, desde hace unos 80.000 años en las que debieron de haber solo varios miles de humanos y en el que la especie humana estuvo al borde la extinción hasta los 7,400 millones de habitantes que se superaron en diciembre de 2016. Este crecimiento de la población ha incrementado de manera muy importante la oportunidad de mutaciones genéticas y por tanto, en teoría, acelerado el ritmo de la evolución humana[64].
Si bien la edad de la maduración sexual y de aparición de la menarquía tiene un fuerte componente hereditario[65],[66] la tendencia secular de la maduración sexual, medida por la edad de la aparición de la menarquía es una muestra de que el desarrollo puberal tiene una gran capacidad plástica de adaptación a las condiciones ambientales.

Influencia de la herencia en la edad de la menarquia y la maduración sexual
La edad de la menarquía está condicionada por factores genéticos y ambientales, así como por la  interacción entre ambos (ver más adelante).  La asociación entre la edad de la menarquia en gemelos, o la correlación encontrada entre la edad de la menarquía entre las madres y las hijas, sugieren que aproximadamente la mitad de las variaciones fenotípicas en el “timing” de la menarquía en las chicas de los países desarrollados es debido a factores genéticos[67], [68], [69], [70], [71]. [72].
 No obstante los resultados sobre el papel de la herencia en la edad de la menarquía están lejos de ser coincidentes[73]  siendo en ocasiones difícil de separar la influencia ambiental de la genética.
Un mayor implicación genética se ha visto  en los casos de pubertad precoz, especialmente en aquellos con gran agregación familiar en los que se ha identificado una estrecha asociación con mutaciones en algunos genes como el  kisspeptin  y sus receptores, o el  gen  MKRN3  u otros generes relacionados con los mecanismos de regulación y secreción  del GnRH como los genes TAC3, TACR3, LIN28B, GABRA1 and NPY [74].
De especial interés son los estudios recientes que encuentran que dentro de las mismas familias se producen con mayor frecuencia casos de pubertad precoz y casos de pubertad retrasada lo que sugiere que ambas situaciones son la expresión de un continuo en la respuesta genética o ambiental relacionada con la disfunción en la generación de los “pulsos de GnRH[75], [76].
Factores ambientales y su relación con la edad de la menarquia
Numerosos factores ambientales se asocian con la edad de aparición de la menarquía. La latitud y la irradiación solar[77], la etnia [78], el estado de nutrición[79], [80], la actividad física[81], el estándar  de vida o la ausencia de padre [82], el estrés psicosocial[83]  y otros.

La maduración sexual a lo largo de la historia:
Diferentes estimaciones sugieren que la edad de la menarquía en el periodo pre-neolítico (hace entre 20.000 y 12.000 años pudo estar entre los 7 y los 13 años  y ya en el neolítico (entre 12.000 y 50.000 años)  entre los 7 y los 12 años. Es decir que en el neolítico la maduración sexual se produciría incluso antes que en el momento actual[84] (lo que coincide con la edad de la menarquía en poblaciones actuales cuyas condiciones de vida son parecidas a aquellas que aun viven en condiciones muy primitivas[85]).
   Sin embargo su  carácter plástico y el carácter dinámico de este periodo de la maduración hacen que las respuestas sean complejas y no siempre fáciles de predecir. De hecho es bien conocido que cuando los animales de experimentación son sometidos a unos programas de estrés crónico de malnutrición, infectivos o de otro tipo, la respuesta  suele ser la de retardar la maduración sexual. Por otro lado,  cuando los animales viven en un estado optimo  que permite un adecuado crecimiento,   la maduración sexual no ocurre hasta que ha finalizado el desarrollo juvenil completamente. Por el contrario cuando el estrés no es tan grande como para arriesgar  la supervivencia inmediata, el desarrollo sexual se adelanta, aumentado  así la probabilidad de reproducción antes de que se produzca una gran discapacidad o la muerte. Esta respuesta en U es especialmente clara en relación con el estado de nutrición. En el caso de tener en periodos tempranos de la vida tanto un  bajo peso  como un peso muy alto respecto a la media,  la tendencia es hacia una maduración sexual más precoz, mientras que aquellas chicas con un bajo incremento de peso en la infancia (chilhood)  suelen tener la maduración sexual retrasada.  Es decir la respuesta en la maduración sexual es bifásica dependiendo del contexto en el que el estrés se produce[86], [87]. (Fig. 8)
Es decir cuando los animales inmaduros experimentan tensiones ambientales severas como malnutrición o enfermedad, la maduración se retrasa a menudo hasta que las condiciones mejoren y el crecimiento normal pueda reanudarse. Por el contrario, cuando los animales son criados en condiciones ideales que promueven un crecimiento rápido, los controles internos aseguran que la maduración no ocurra hasta que el desarrollo juvenil esté completo. Pero cuando el estrés contextual no es tan grande como para desafiar la supervivencia, el desarrollo puberal se acelera, aumentando así la probabilidad de reproducción antes de la muerte o la discapacidad.
Fig. 8. Modelo Evo-Devo. Respuesta bifásica en la maduración sexual, dependiendo del contexto.





Esta sería también la razón por la que a lo largo de la Alta y Baja Edad Media y   a medida que aumentaba la densidad de las poblaciones, y con ellas las   hambrunas y las epidemias, se produjo  un retraso de la edad de la menarquía  hasta los 16,5 años  como aun ocurre en las adolescentes de grupos poco privilegiados de los países industrializados[88].  
En el caso de una escasa esperanza de vida, como ocurre aun en algunas comunidades que viven en situación muy primarias, la otra estrategia evolutiva consistiría en disminuir la edad de la maduración sexual, teniendo en el caso de los Aeta de Filipinas, la edad de la primera reproducción a los 10 años. Una reproducción temprana reduciría la probabilidad de fallecer antes de tener la oportunidad de reproducirse.  Es decir que una precoz fecundidad sería la consecuencia de un mecanismo adaptativo a la situación de alto riesgo de muerte precoz, en unas chicas que habrían reducido su talla como consecuencia del corto periodo de crecimiento en la preadolescencia[89].

Evolución de la edad de la menarquía
Las dificultades para evaluar los cambios en el tiempo de la aparición de la pubertad y de la adolescencia han sido recientemente revisadas[90] .
La maduración sexual es un acontecimiento que varía entre poblaciones y a lo largo del tiempo.  En la mayoría de los países europeos[91],[92],[93] así como en Israel[94], China[95] , Canadá[96]  o USA[97] se ha visto que la edad de la menarquía ha descendido a lo largo del siglo XX.  Similares resultados han sido también encontrados en países en vías de desarrollo[98].
Registros procedentes de diferentes países del norte de Europa, particularmente, Noruega, Dinamarca y Finlandia muestran que la edad de la menarquía ha decrecido desde los 16-17 años en  el año 1797  hasta aproximadamente los 13 años  en el año 1981. Es decir en los  países industrializados, en los últimos 150 años la edad de la menarquía ha descendido alrededor de cuatro años (Fig.9 y Fig. 10)[99].



Fig.9. Descenso de la edad de la menarquía en los países occidentales entre 1840 y 2000



Fig. 10. Descenso secular de la edad de la menarquia



En España diferentes estudios también han confirmado esta tendencia secular de la edad de la menarquia[100]. (Fig. 11)
Una tendencia general que en los últimos años parece haberse detenido.

Fig. 11. Descenso de la edad de la menarquía en España




Un descenso también encontrado en la mayoría de los estudios para la aparición de la telarquia, así como para la progresión de los estadios B2 a B5, de Tanner[101].
Aunque el número de estudios realizados en chicos es mucho menor,  la mayoría de ellos llegan a la conclusión de también existe un “secular trend” de la  “gonadarquia”[102] .
La disminución de la edad de la menarquía y el incremento de la estatura adulta se relaciona con la dieta y los cuidados de salud propios y se asumen como signos de bienestar. Pero también este adelanto de la menarquía, junto al de la telarquia y menarquía ha sido interpretado en los últimos tiempos como resultado de la creciente presencia ambiental de disruptores endocrinos  que aceleran la maduración del eje hipotálamo.hipofisarios [103]
Recientemente el papel de los contaminantes sobre la pubertad ha sido extensamente revisado[104].   El panel de expertos sobre el que se fundamenta la revisión en la que  incluyen  numeroso estudios experimentales, clínicos y epidemiológicos hechos en los últimos años concluye que los estudios experimentales en animales y los estudios  en humanos  realizados en humanos tanto sobre entidades clínicas (pubertad precoz, pubertad retardada u ovario poliquístico, así como los estudios epidemiológicos, apoyarían el posible papel de los llamados genéricamente disruptores endocrinos  de origen químico junto al tamaño corporal, en la aparición o en la progresión de la pubertad, tanto en chicos como en chicas.  Sin embargo la falta de concordancia de muchos estudios entre sí, la heterogeneidad de los resultados sobre los diferentes marcadores de pubertad, los diferentes resultados en chicos y en chicas, la dificultad de establecer los tiempos y las dosis de exposición, la diversidad de agentes químicos, su ubicuidad, la dificultad de diseñar estudios que contemplen el potencial disruptor de la mezcla de estos productos tal como se presentan en el mundo real, etc, hace difícil el establecimiento de conclusiones definitivas así como de estrategias de prevención.  

Sin embargo sin negar el papel de los disruptores endocrinos en el “timing” de maduración puberal, desde una perspectiva evo-devo,  recientemente,  otros autores[105], [106], [107] consideran que, por ejemplo, el  adelantamiento de la edad de la menarquía y de la maduración sexual, no sería un estado clínico (una enfermedad asociada a la contaminación actual) sino el  resultado de mecanismos adaptativos a un medioambiente actual más favorable.
En las sociedades antiguas la demora de la adolescencia y del primer embarazo, permitiría que la  joven hubiera adquirido un peso y corpulencia suficiente para garantizar el éxito de la reproducción y una mayor fertilidad. 
Desde una perspectiva evolutiva la biología de la mujer debería escoger entre garantizar el éxito reproductivo alargando la  adolescencia  aun a riesgo de disminuir le vida fértil total y el de morir joven por un medio ambiente hostil (hambruna, infecciones, etc.) acortando  también de esta manera el periodo total fértil.

“Evolucionary theory of socialization”
En humanos la media de niños nacidos a lo largo de numerosas poblaciones a lo largo de la historia es de 6-7 niños vivos. Aún hoy muchas parejas pobres de países en vías de desarrollo sin medios anticonceptivos solo consiguen ese número de niños vivos. Esta tasa de fertilidad está muy por debajo de la capacidad humana de reproducción que puede alcanzar entre 11 y 12 niños como se ha podido observar en algunas poblaciones bien nutridas que no practican la anticoncepción como los Hutterites (en español Huteritas[108].
En la Fig.12 vemos  comparado con la población Hutterites (de máxima fertilidad) la menor fertilidad de la población de mujeres inglesas y escocesas de finales del siglo XIX. Es la consecuencia del acortamiento del periodo de máxima capacidad reproductiva en la mujer, caracterizado por una menarquía más tardía, un emparejamiento a más edad y una menopausia más precoz.


Fig. 12. Curvas comparadas de la capacidad reproductiva entre dos poblaciones (los hutterites y la población de Inglaterra y Escocia).



Durante la segunda guerra mundial se produjo un experimento social  que solo más tarde comenzaría a comprenderse en toda su magnitud[109]. Las niñas evacuadas de sus casas de Helsinki como consecuencia de la guerra  y enviadas a vivir  a Suecia o Dinamarca,   tuvieron la menarquía más jóvenes e incluso tuvieron más niños  que aquellas otras chicas de la misma cohorte que permanecieron en sus casas y evitaron así el trauma de separación de sus familias.
En los años noventa Belsky et al[110], propusieron un modelo o teoría evolucionista de la socialización, en la que relacionaban las situaciones de estrés psicosociales familiares (por ejemplo conflictos maritales, abandono paterno, crianza difícil) o extrafamiliares (por ejemplo bajos ingresos, desempleo) con una aceleración de la historia de vida (de las cinco fases arriba descritas) y de las estrategias reproductivas (Fig. 13)  


Fig. 13. Teoría evolucionista de la socialización (Belsky , 1991)


En condiciones de estrés psicosocial, familiar o extra familiar, cuando la experiencia vital sugiere un mundo inseguro en el que las oportunidades de reproducción  no están  garantizadas, la selección natural favorecería un desarrollo y maduración acelerada, pues en estas  circunstancias un cuerpo inmaduro pondría en un mayor riesgo a la mujer y a la posible descendencia,  que una maduración precoz corporal. En este sentido una maduración sexual  y corporal precoz podría tener más ventajas reproductivas que una maduración tardía. Una teoría que coincide con las evidencias epidemiológicas de que un desarrollo puberal precoz se asocia con un mayor riesgo sexual, primeros encuentros, primeros  besos, primeros acercamientos genitales  e intercambios sexuales y una mayor tasa de embarazos en adolescentes[111].
La relación entre pubertad y maduración sexual precoz y las situaciones psicosociales de estrés (autoritarismo parental, situación familiar desestructurada) han sido confirmadas en posteriores estudios longitudinales[112].[113].[114], situación que se asocia con un mayor riesgo de prácticas sexuales de riesgo en la adolescencia.
Por los estudios recientes en modelos animales comenzamos a saber  que aquel “imprinting” de las niñas trasladadas durante la segunda guerra mundial  o los más recientes estudios sobre la relación del estrés psicosocial con los “tiempos” de la maduración sexual,  están probablemente bajo control epigenético[115]
Diferencias individuales en la “plasticidad” del desarrollo
Como era de esperar hay una gran variabilidad en la respuesta “plástica” del cuerpo a los estímulos socioculturales que condicionan el “timing” de la maduración  el desarrollo sexual.
Esta gran variabilidad nos habla del factor biológico y del condicionamiento genético en la maduración y el desarrollo sexual (ver antes).
En estudios recientes de interacción gen-medioambiente[116] se ha podido ver que la mayor precocidad en la edad de la menarquía en las chicas con familias conflictivas está condicionada por la variabilidad genética del gen del receptor de estrógenos-α (ESR1). En estos estudios la  calidad de la vida familiar correlaciono positivamente con la edad de la menarquía  entre las participantes homocigotas para los alelos minoritarios  de los dos polimorfismos estudiados  (rs9304799, rs2234693) del gen. Pero no entre las chicas con otros ESR1 genotipos  (Fig.14).


Fig.14. Edad de la menarquia estimada a partir de la interacción entre el genotipo  rs9304799 Fi y la calidad del ambiente familiar (QFE).



Otros estudios no han encontrado relación alguna entre los polimorfismos del gen del receptor y la edad de aparición de la menarquía[117] .
La explicación epigenética
Numerosas observaciones han puesto de manifiesto como los humanos (al igual que otras muchas especies) reducen su estatura y tamaño corporal en situaciones de crisis energética, como una estrategia evolutiva de adaptación a la crisis, aprovechando la capacidad “plástica” del periodo de transición entre las diferentes etapas de crecimiento especialmente la de la infancia a chilhood[118]. Hoy comenzamos a saber que estas respuestas  adaptativas son el resultado de cambios en los mecanismos epigenéticos que afectan a la programación de la velocidad de transición de una etapa a otra. 
Cambios en las condiciones ambientales durante la embriogénesis y en periodos muy precoces de la vida pueden alterar de manera permanente la regulación epigenética que puede inducir un “imprintig”  y una reprogramación del epigenoma, influyendo en el crecimiento, en la composición corporal y en la transición de unas etapas a otras de la maduración sexual y corporal. Unos mecanismos epigenéticos que hoy por hoy son muy poco conocidos. Recientemente Bastiaan T. Heijmans et al. [119] han estudiado   la cohorte de personas  que  estuvieron prenatalmente expuestas a la hambruna del invierno de 1944-45 (Dutch Hunger Winter famine). Seis décadas después en aquellas personas que estuvieron expuestas y en hermanos que no lo estuvieron  la metilación del DNA del gen de IGF2. Los resultados muestran por primera vez en una gran cohorte una menor metilación en un gen relacionado con el imprinting (el gen del IGF2) en las personas que estuvieron expuestas. La asociación fue específica para la exposición periconcepcional (y no ocurrió por ejemplo en aquellos en los que la exposición se produce en los últimos tiempos del embarazo),  reforzando la idea de que el desarrollo temprano de los mamíferos es un periodo crucial para establecer el imprinting epigenetico.

Fig. 15.  Diferencias epigenéticas persistentes asociadas a la exposición perinatal al hambre en humanos


Un trabajo posterior de los mismos autores ha mostrado que los cambios en la metilación (hipo e hipermetilación) se producen en otros genes[120] . Los resultados sugieren  también que estos cambios dependen del sexo, de la exposición individual, además del momento  en la gestación de la exposición.

Fig. 16. Diferencias en la metilación de genes candidatos entre expuestos y no expuestos al hambre (Dutch Hunger Winter famine) (ver texto).



Un ejemplo de plasticidad. Cambios en la composición y cantidad del tejido adiposo en la pubertad. El caso particular del tejido adiposo marrón
La cantidad de grasa en el cuerpo humano es muy variada  dentro de la vida de cada individuo y entre individuos. Hace ya años que el tejido adiposo ha dejado de ser considerado solo como un órgano de cubierta y protección y adquirido la categoría de uno de los órganos endocrinológicos más activos y dinámicos del organismo. No es este el lugar para hacer mayores precisiones a este respecto y existen numerosas y excelentes revisiones al respecto[121], [122]
El crecimiento del tejido adiposo a lo largo de la vida no es lineal.
El desarrollo del tejido adiposo blanco en la vida fetal no ha sido muy estudiado. Estudios anatómicos sugieren  que las primeras trazas de tejido adiposo son detectables entre la semana 14 y 16 de la gestación desarrollándose después lentamente de manera multilocular. Ya al principio del tercer trimestre el tejido adiposo aparece con su carácter tisular pero en pequeña proporción[123].
 Inmediatamente después del parto el tejido adiposo representa aproximadamente el 14 % del peso corporal  e incrementa  a los seis meses  hasta representar  un 25-30 % del peso corporal[124]. Este aumento es sobre todo a expensas del tamaño de las células adiposas más que del número (ver más adelante), posteriormente la mayor contribución al peso la representa la masa libre de grasa (Fat Free Mass; FFM) (Si bien durante chilhood la contribución del FFM es similar en niños y niñas antes de la pubertad los niños acumulan más FFM que las niñas, una situación que se mantiene y aumenta durante la pubertad).
La cantidad de grasa corporal es similar en niños y niñas hasta los 3-5 años de edad y después a lo largo de toda  chilhood las niñas acumulan más grasa corporal que las niñas, una diferencia que aumenta en la pubertad y la adolescencia[125] (Fig. 17).

  

Fig. 17.  FFM, (Fat Free  Mass)  FM (Fat Mass) y porcentaje de grasa corporal en niños y niñas europeos.americanos  desde la infancia hasta la vida adulta (edad de 20 años).


Si utilizamos como medida antropométrica el IMC (BMI (Peso/T2), vemos como aumenta a lo largo del primer año de vida, después decrece en la primera infancia (2-5 años y después aumenta en la pubertad  (Fig. 18). 


Fig. 18. Evolución del IMC desde el nacimiento.


Estos cambios en la acumulación grasa varían entre individuos habiendo sido descrito por Roland-Cachera   que el precoz  incremento de peso  en la infancia tardía (rebote adiposo) tienen una gran valor predictivo en la obesidad en la adolescencia[126].


 Fig. 19. Rebote adiposo. Varios ejemplos tomados de Rolland- Cachera

Este crecimiento del tejido adiposo en los dos primeros años de vida es sobre todo a expensas del tamaño de los adipocitos más que del número que comienza a aumentar a partir del segundo año de vida y continua de manera ininterrumpida hasta la vida adulta[127] (Fig. 20).


Fig. 20. Crecimiento del tejido adiposo desde el nacimiento (tamaño y número de los adipocitos)


Papel de la dieta en la determinación del momento de la pubertad
Como se ha venido comentando, desde una perspectiva evolutiva, la edad del comienzo de la maduración sexual y por tanto de la posibilidad de reproducirse, ha estado sometida a fuerzas que han intentando maximizar en cada momento la eficiencia reproductiva en función de las circunstancias ambientales.  El cuerpo humano muestra una gran capacidad  plástica de adaptación en función de estas circunstancias y, de entre ellas, la disponibilidad de energía y de alimento suficiente es una de las más poderosas. Una adaptación que puede comenzar ya desde el propio embarazo y continuar a lo largo de toda la infancia, pubertad y también a lo largo de toda la vida reproductiva. 
Charles Darwin[128] , [129] describió en los animales domésticos la relación entre la alimentación y la capacidad reproductiva. Ya entonces se había observado que los animales domésticos bien alimentados y no sometidos a un trabajo intensivo tienen más descendencia que los mismos animales salvajes, que el trabajo intensivo retarda el momento en el que los animales domésticos alcanzan la capacidad reproductiva o que la cantidad de alimentos afecta a la capacidad reproductiva de un mismo animal.

Recientemente Villamor E y Janse EC, han llevado a cabo una extensa revisión sobre las relaciones entre la nutrición y el “timing” de la maduración  sexual y aquí nos limitaremos a hacer solo un resumen de su extensa y completa revisión[130].
1.    Estado de nutrición en el embarazo y pubertad.
Los autores llegan a la conclusión de que los estudios en los que se relaciona la situación nutricional en el embarazo, (medido por marcadores, como la talla de las madres, el peso o el IMC) o  el peso antes del embarazo, el crecimiento intraútero  (crecimiento intrauterino retardado), la presencia de diabetes gestacional  o los estudios en gemelos o en el orden de los nacimientos, no son concluyentes.                                                                .
2.    Lactancia materna y pubertad . Los autores revisan diferentes estudios realizados en diferentes partes del mundo, algunos de ellos prospectivos. Algunos encuentran asociación positiva otros negativa y otros ninguna asociación entre el momento de la maduración sexual y el tiempo de lactancia materna.
3.    Ingesta de proteínas en la dieta infantil y pubertad.  Aunque no todos los estudios son coincidentes, la mayoría de los revisados coinciden en que la ingesta de proteínas de origen animal, como la leche y derivados, así como de proteínas procedentes de carnes rojas se asocia con un adelanto de la pubertad y que, por el contrario, la ingesta de proteínas de origen vegetal se asocia con un retraso de la maduración sexual. Los autores no descartan que estas asociaciones puedan ser debidas a terceras variables no contempladas como la concentración de fibra en la dieta o a la presencia de otros nutrientes como las isoflavonas. En un estudio realizado por nosotros hace años en la población escolar de Benalmádena, pudimos comprobar la existencia de una asociación estadística entre la ingesta de frutos secos y la edad de aparición de la menarquía, una asociación también encontrada en otros estudios[131] (Figuras.Tablas 21).


Fig. Tablas 21. Asociación estadística entre la ingesta de frutos secos y la edad de aparición de la menarquía






4.    Grasas en la dieta y maduración sexual.  Tras la revisión realizada por Villamor et al, llegan a la conclusión de que los resultados de los estudios que han evaluado la cantidad de grasa en la dieta con la maduración sexual son inconsistentes, pues unos han encontrado una asociación positiva otros negativa y otros ninguna. Similares resultados discordantes han sido encontrados cuando han sido estudiada la relación entre la concentración de los tres más importantes grupos de ácidos grados (saturados, monoinsaturados y polinsaturados) con la maduración sexual. 
5.    También con la ingesta de carbohidratos los resultados son inconsistentes.
6.    Muchos de las asociaciones encontradas entre los macronutrientes y la maduración sexual podría ser debida al efecto de los microinutrientes. Diferentes estudios han evaluado la asociación con la ingesta de calcio, magnesio, hierro, vitamina A, vitamina  D y algún otro. Si bien se han encontrado asociaciones no siempre han concordado entre estudios y necesitan de confirmación. Otro posible confoundig puede proceder de la presencia de tóxicos presentes en los alimentos, con efecto como disruptores endocrinos que en los estudios en animales se ha demostrado que tienen un potente efecto sobre la maduración sexual. Son los casos del Bifenil Policlorohidrato (PCB), el Bifenols A, o los los pftalatos
.
Efecto del aumento del peso y del crecimiento precoz sobre la maduración sexual:
La nutrición en los niños afecta a los patrones de crecimiento y hay evidencias que proponen que estos patrones pueden estar relacionados con el momento de la maduración sexual. En un estudio realizado en 20183 niñas en Brasil aquellas que mostraron un crecimiento más rápido entre los 19 y los 43 meses tuvieron más probabilidades de tener la menarquía antes de 12 años que aquellas niñas con un crecimiento más lento[132] . Similares resultados encuentran en un  estudio con niñas británicas en donde  aquellas con una mayor tasa de crecimiento entre los 2 y los 7 años tuvieron también la menarquía antes[133].  En niños se ha realizado menos estudios pero en uno realizado sobre  770 niños en Filipinas aquellos con una mayor velocidad de crecimiento entre el nacimiento y los 6 meses de edad tuvieron también una pubertad más adelantada con mayores niveles de testosterona a los 15-16 años de edad[134].
Los resultados de estos estudios muestran la importancia de garantizar un adecuado peso y velocidad de crecimiento durante la infancia, también de la complejidad a la hora de establecer relaciones entre los distintos alimentos y la maduración sexual, como se deduce de las relaciones entre la dieta y la dinámica en la celularidad del tejido adiposo a lo largo de la infancia.
Ácidos grasos  de la dieta y tamaño y número de las células adiposas.
El periodo gestacional, los dos primeros años de la vida, el rebote adiposo o la pubertad son momentos en los que se produce un cambio en la dotación adipocitaria y en la acumulación grasa y, por tanto,  potencialmente sensibles a influencias externas o ambientales que pueden afectar a la dotación adipocitaria[135], [136],[137], [138], [139].
En estudios realizados por nosotros hace años pudimos demostrar, no solo las observaciones anteriores sobre la dinámica de los adipocitos en los primeros años de vida, sino también  que en estos momentos  existe una  estrecha relación entre el crecimiento adipocitario y los cambios en la composición por el tejido adiposo de determinados  ácidos grasos especialmente los ácidos grasos n-6 que como es bien conocido no son sintetizados por el organismo (Fig. 22 y Fig. 23)


 Fig. 22 y Fig. 23. Concentración de ácidos grados en el tejido adiposo a lo largo del crecimiento








Más recientemente en un trabajo  prospectivo realizado en  180 niños estudiados desde el momento del nacimiento hasta los 24 meses de edad, pudimos comprobar que si bien, como era de esperar,  el IMC en el momento del nacimiento y a los 12 meses estuvo correlacionado,  la probabilidad de que pasado el primer año el niño hubiese aumentado su IMC- Z-score por encima de su IMC-Z-score basal es menor en los niños que habían introducido el aceite de oliva  en su dieta habitual (frente a los que tomaron girasol) (36,4 % vs 60,6 %) (OR=0,37; IC95%=0,15-0,87; p=0,02). La fuerza de esta asociación se mantiene después de ajustar el modelo por la edad, el IMC al inicio del estudio o la actividad física estimada por el número de horas que el niño permanece sentado[140].  Es decir, la dieta, la calidad de la dieta, especialmente la composición grasa de la dieta,  influye ya de manera muy precoz en el distinto desarrollo graso (Fig. 24).


Fig. 24. Incremento de peso en los dos primeros años de vida en función del tipo de aceite vegetal utilizado en la dieta,


No obstante los resultados del efecto de los ácidos grasos sobre el crecimiento del tejido adiposo están aún lejos de ser concluyentes[141].


El peso corporal, como resumen y conclusión de la situación metabólica es una de las señales mejor conocidas desde hace tiempo. Y la obesidad uno de los problemas clínicos de los que se conoce su asociación con la infertilidad y problemas en la maduración sexual.

Peso corporal  y maduración sexual
Hoy está ampliamente asumido que parte del adelanto de la menarquía que se está produciendo en todo el mundo, especialmente en los países industrializados es debido a la mejora en el estado de nutrición y al aumento de peso poblacional.
 En el año 1987, llevamos a cabo un estudio en niñas en edad escolar en la población de Benalmádena, que después comentaremos[142], [143]. Con este motivo hicimos  una revisión sobre las relaciones entre el estado de nutrición y la dieta con la edad de la menarquia[144].  En esta revisión recordábamos que fue en 1952, cuando Keneddy y posteriormente  Mitra  y Widowson publicaron las primeras observaciones en  ratas  acerca de que la malnutrición puede retrasar tanto el crecimiento como el desarrollo sexual,  emitiendo la hipótesis de que la maduración sexual está  estrechamente relacionada con el tamaño corporal, de manera que las ingesta de alimentos o sus consecuencias metabólicas puede actuar como una señal para inducir la pubertad[145],[146]. Estudios experimentales más recientes  en ratas a las que someten a diferentes modelos de desnutrición encuentran  que tanto en ratas macho como hembras la malnutrición temprana influye en la aparición de la pubertad independientemente del peso, llegando a la conclusión de que el   periodo perinatal  es un momento crítico para  los cambios que condicionan el timing de la pubertad[147]. En humanos ya Tanner había observado que para la misma edad son más altas y pesan más las niñas que han tenido la menarquía, siendo el peso en el momento de la menarquía independiente de la edad[148]  Los estudios posteriores clínicos y epidemiológicos la han ratificado., sobre todo los realizados por Rose Frich y Revelle quienes establecieron el peso medio necesario para tener la menarquía en 48 kilogramos [149]. Resultados similares fueron encontrados por nosotros en el estudio realizado en la población escolar de Benalmádena en  791 niñas con edades comprendidas entre 8 y 16 años[150]. En este estudio realizado a mediados de los años 80 del pasado siglo la edad media de la menarquía fue de 12,6 años y el peso corporal medio que se asoció con la edad de la menarquía  de 48 Kg, exactamente el mismo que ya había sido encontrado por Rose Frich.(Fig.25 y Fig. 26 ).

  
Fig.25. Hipótesis de Frisch



Fig. 26. Edad de la menarquía en función del peso corporal



 Aunque el peso medio en el que aparece la menarquia es bastante constante hay una gran variabilidad  (entre 35 y 60 kg) lo que llevó a Frisch a revisar su teoría proponiendo que más que un peso crítico existiría una proporción critica de masa grasa respecto al peso  (alrededor del 17%) y una mayor proporción (alrededor del 22 % del peso corporal) para mantener la capacidad reproductiva [151].
Numerosos estudios posteriores han confirmado esta relación entre el peso y la maduración sexual.  Es el caso de: “The National Heart Lung and Blodd Institute´s National Growht and Healt Study, una cohort de 2379 niñas, reclutadas en 1987 a la edad de 9 años y  seguidas con una frecuencia de un año. La edad media de la menarquía fue de 12,7 años y el BMI para la misma edad fue consistentemente mayor en las niñas que tuvieron la menarquia[152].
El Pediatric Research of Office Setting (PROS) Study, un estudio transversal en el que el peso de las niñas fue estandarizado (Z Score) por el peso medio de las tablas del NHANES III.  Como se ve en la figura, para todas las edades la niñas que tuvieron un Tanner 2, su IMC estuvo siempre por encima del peso teórico esperado (Z>0)[153]. (Fig.27).



Fig. 27 Estadios de Tanner en función del peso corporal


Una relación entre los estadios de Tanner y la desviación respecto al peso teórico (Z Score) que tendió a ser lineal como se ve en la Fig. 28:

Fig. 28. Relación entre el BMI y los estadios de Tanner

En el Bogalusa Heart Study[154], un gran estudio en el que se incluyeron 7 estudios transversales de niños entre 5 y 17 años de edad  a lo largo de 20 años  la edad temprana  de aparición de la menarquía se correlacionó  negativamente con el BMI tanto en niñas de raza blanca como negra  (r =-0,23 y r=-0,24)  y la incidencia de menarquia a una edad temprana (antes de los 11 años)  fue mayor (1,75 veces mayor ) en niñas por encima del percentil 75 del BMI que en niñas por debajo del percentil 25. (Fig.29).

Fig. 29. Proporción de niñas que han tenido la menarquia en diferentes edad, en función de la raza, IMC y altura (Bogalusa Heart Study).

.
 Otros muchos estudios han encontrado resultados parecidos[155], [156], [157].
En niños la relación entre el peso y la maduración sexual es más controvertida. En unos casos la relación entre peso y maduración corporal se ha encontrado solo en niños[158] o en ambos sexos [159],  pero no en otros[160], probablemente  por la dificultad para identificar los estadios de la pubertad en niños (la menarquía es un momento fácil de identificar) o por el mayor protagonismo en la constitución corporal del LBM en los niños. Otra posible explicación es que la relación entre el peso y la maduración sexual no sea lineal y que pueda ser cierta para los niños con sobrepeso, mientras que aquellos con obesidad severa la maduración sexual podría ser más tardía[161].

¿Es el  incremento de peso, causa o efecto de la pubertad?
Numerosos estudios han mostrado que los estrógenos y probablemente la progesterona favorecen la acumulación de grasa (lo contrario ocurre con los andrógenos)[162] . Varios estudios longitudinales, sin embargo parecen  apoyar la tesis de que es el incremento  de peso el que favorece la precocidad en la aparición de la menarquía. He Q, Karlberg J et al., en un estudio con una  amplia cohorte en Suecia,  encuentran una correlación negativa entre los cambios en el BMI entre los 2 y los 8 años de edad y el pico de máxima velocidad, como marcador puberal. Los autores llegan a la conclusión  de que el sobrepeso entre los 2 y los 8 años puede no ser beneficioso para la talla final  pues el incremento temporal de talla en la infancia (chilhood) puede ser compensado con una mayor precocidad puberal y una menor ganancia  de talla en la adolescencia [163]
En otro estudio diseñado con el objetivo de investigar la dirección causal de la relación entre el peso y el momento de la pubertad, Kirsten Krahnstoever Davison et al[164], estudian  una muestra de 183 niñas entre los 5 y los  9 años. Los autores miden desarrollo mamario, niveles de estrógenos y el desarrollo puberal  llegando a la conclusión de que las niñas con mayor peso en la infancia (early  chilhood) tuvieron más probabilidades de mostrar signos precoces de pubertad, indicando que el estatus ponderal, precede al estatus puberal).
Resultados similares han asido encontrados en otros estudios longitudinales recientes[165].
La leptina y la insulina son dos de las hormonas que se han postulado como mediadoras entre el tejido adiposo y la regulación del eje HHG. La leptina es una hormona secretada por  el tejido adiposo y se relaciona estrechamente con su masa , teniendo  efectos muy importantes en la regulación del eje HHG[166],(ver antes)  por lo que no es sorprendente que numerosos estudios tanto en roedores, como en primates o en humanos,  hayan investigado el papel mediador de la leptina en la regulación del timing de la pubertad  .
Por otro lado es bien conocida la asociación entre obesidad e Iinsulinresistencia (IR), siendo numerosos los estudios que han investigado el papel de la insulinoresistencia en la patogénesis de la pubertad o en el desarrollo del síndrome de Ovario Poliquístico (S.O.P)  en la adolescencia[167] .
En todo caso la hipótesis de Frisch debe ser considerada en el contexto en el que se produce la pérdida o la acumulación de grasa. Así, las niñas que se someten a un ejercicio físico muy intenso (p.e deportes de élite o bailarinas)  y que tiene muy poca grasa, tiene la menarquía más tarde[168]
Mucha de la  información arriba resumida ha sido obtenida de la reciente y excelente revisión llevada a cabo por Kaplowitz PC et al.[169] Los autores llegan a las siguientes conclusiones:
1.    Con los estudios epidemiológicos llevados a  cabo en los últimos 30 años, se puede afirmar que  hay un sólida asociación entre el peso (medido por el BMI) y la precocidad en la pubertad, medida sobre todo en las chicas por la menarquía, aunque también probablemente con otros marcadores con la pubarquia o la telarquia.
2.    Hay datos sólidos que soportan la tesis de que  el incremento  del peso corporal  es el que antecede a la precocidad puberal y no a la inversa, 
3.    La leptina puede ser uno de los eslabones  intermediarios entre el aumento de la masa grasa y el inicio de la pubertad, pero que solo el incremento de leptina no es suficiente. 
4.    Aunque el aumento de peso  no sea la única causa  del adelanto de la pubertad observado a lo largo de los últimos años, sí que hay una relación entre el “secular trend” del peso y el secular trend de la pubertad.
5.    Esta relación parece ocurrir también en niños pero que dadas las dificultades en medir con mayor precisión el comienzo de la pubertad en niños así como el distinto comportamiento de los compartimentos corporales en niños y en niñas a lo largo de la pubertad, en niños estas relaciones son menos claras.
6.    Parece necesarios estudios más contemporáneos pues los actuales comenzaron hace décadas  en un momento en los que la prevalencia de obesidad era menor que ahora, donde  se utilicen marcadores de pubertad y de obesidad, tanto en niños como en niñas, menos subjetivos, que se amplíen el rango de edad de los niños al menos entre 6 y 14-15 años  y sobre todo estudios longitudinales que incluyan, incluso, el periodo del embarazo, así como información sobre posibles contaminantes ambientales y sobre todo sobre de ingesta alimentaria tanto cuantitativamente (energía) como cualitativamente  (ingesta de algunos alimentos en particular).

Estrés y maduración sexual
También la activación del  eje Hipotalámico-Hipófisis-Adrenal (HHA) puede ser otra vía que conduzca a problemas relacionados con la actividad reproductiva y con la maduración sexual. Es el caso  del estrés inmunitario, asociado, por ejemplo a las infecciones o la inflamación, el estrés psicológico, físico o ambiental.  En todas estas circunstancias se puede producir una activación del eje HHA y asociarse con problemas en el sistema de reproducción[170].  Sin embargo es posible que el efecto del estrés sea percibido como señales de menor utilización de energía no siendo posible separar ambas señales, habiéndose  propuesto una vía común que desencadenaría los trastornos del sistema reproductor. La activación de la respuesta al estrés estimularía la producción de glucocorticoides y de catecolaminas, que son hormonas contrareguladoras del  consumo de energía,  generando señales de un estado “hipometabólico”.   El estrés tiene un alto coste metabólico e induce mecanismos de respuestas similares a la de una situación de baja utilización de energía. Ambos ejes no son independientes ni tampoco las situaciones de estrés son puras por lo que es posible que lo más frecuente es que hayan un efecto sinérgico entre el estrés nutricional y no nutricional[171].




En resumen: El estado de adulto (social y reproductivamente hablando) necesita el paso de una maduración gonadal (puberal) y social (adolescencia) a los que se llega a través de un satisfactorio desarrollo neuro-hormonal cuyo “timing” está modulado por  una serie de pistas y señales externas e internas. El cerebro, en respuesta a estos estímulos internos y externos, inicia la activación del eje HHG-GnRH, provocando un aumento de los esteroides sexuales, que a su vez modulan la secreción de GnRH en el cerebro, al mismo tiempo que se reorganizan circuitos neuronales que modulan el comportamiento ante la reproducción   y ante la vida social del adulto. 
Normalmente tanto la maduración gonadal, como la del comportamiento (pubertad y adolescencia) aunque tienen mecanismos autónomos de regulación están generalmente coordinadas desde el punto de vista temporal, maximizando así el éxito reproductor y de supervivencia en este periodo crítico.  Este periodo es crítico, entre otras cosas para la reorganización de la estructura y función cerebral  lo que podría explicar que las diferencias individuales en el comportamiento de la vida adulta podrían ser debidas en parte  a las variaciones normales en la coordinación entre la maduración gonadal (pubertad)  y la del comportamiento (adolescencia). El desarrollo  del cerebro es particularmente  susceptible a cambios en este periodo acelerado en donde se puede hablar de un “estirón” también cerebral y no solo de la talla. En humanos una disociación entre la maduración gonadal (pubertad) y la adolescencia (social y de comportamiento) es muy probable que tenga consecuencias importantes en el comportamiento el adulto.  Es el caso, por ejemplo de los “eating disorders” o  del ejercicio extremo, que significativamente retrasan la maduración sexual  y con ella la exposición del cerebro a los esteroides sexuales, o en el otro extremo el caso de la pubertad precoz que índice a una exposición precoz del cerebro a los esteroides sexuales.
Como se ha visto en esta revisión la regulación del sistema neuroendocrino que controla la maduración sexual y la fertilidad es muy compleja, pudiendo muchas señales nutricionales o de estrés influir sobre esta regulación. El sistema se caracteriza por la multiplicidad de señales y de hormonas  que intervienen,  muchas de ellas redundantes. De entre ellas solo la leptina parece ser imprescindible, no así la insulina o la grelina que actúan más bien de manera” permisiva” para que intervengan otros actores.
En la Fig. 30 tomada de  Evans et al. Se resume las vías más importante a través de las cuales se expresan las señales nutricionales bien estimulando (círculos grises), bien suprimiendo (círculos negros) el eje HHG. Las líneas continuas  representan vías requeridas de manera imprescindible  para la reproducción, las vías con trazado discontinuo representan  vías críticas pero no imprescindibles. Las vías aquí no representadas por líneas   (p.e la grelina, AGPR/NYP, Agouty/neuropeptido Y, Dopamina, Galanina, Kiss/Kissepetina, , NOS, POMC/CART (proopiomelanocortina/cocaína , SF1( Steroidogenic factors-1VTA (Ventral tegmental area), no son críticas para la regulación del eje.

Fig. 30. Resumen de las vías más importantes a través de las cuales se expresan as señales nutricionales que regulan el eje HHG  (Hipotálamo-Hipófisis- Gonadal)








Tejido adiposo marrón y pubertad
Más recientemente se le ha prestado una especial atención al tejido adiposo marrón y no querríamos terminar esta revisión sin hacer algunos comentarios sobre él pues  es un tema de gran actualidad  del que  aún se conoce poco, especialmente sobre su dinámica a lo largo del crecimiento y el papel que pueda desempeñar en los mecanismos adaptativos, especialmente en el periodo que  nos ocupa de la pubertad y la adolescencia, pues, entre otras cosas,  las técnicas para su estudio in vivo son muy recientes y aun no suficientemente desarrolladlas.   Rogers NH et al.  han revisado  el “estado del arte” del tejido adiposo marrón en la pubertad[172]. Las células del tejido adiposo marrón son muy abundantes en mitocondrias, acumulan múltiples gotas de grasa y están definidas por la producción de UCP1 (Uncoupling protein-1) que es capaz de estimular la producción de ATP a partir de la fosforilación oxidativa,  facultando la producción de calor y la termogénesis.
Hasta hace muy poco se creía que en humanos el tejido adiposo marrón existía solo en el último periodo del embarazo y en la primera infancia, desapareciendo después.  Sin embargo estudios más recientes han demostrado la presencia de tejido adiposo marrón a  lo largo de toda la vida del individuo.  Los lugares donde el tejido adiposo marrón se acumulan en mayor o menor intensidad son en la región cervical, supraclavicular, interescapular, así como en axilas, mediastino y zonas paravertebrales, perirenales y paraórticas.
En el nacimiento el tejido adiposo marrón puede suponer hasta el 5 % del total del peso corporal, alcanza su  mayor presencia alrededor de las 8 semanas de vida y luego declina a lo largo de la primera infancia (chilhood) para aumentar de nuevo en el momento de la pubertad. Diferentes estudios parecen sugerir que la cantidad de tejido adiposo marrón en la etapa pediátrica y en la pubertad se asocia estrechamente con la edad y con la maduración sexual (estadios de Tanner) , pero  es independiente del BMI, del sexo o de la estación del año (Fig. 31).

 Fig. 31. Tejido adiposo marrón durante la adolescencia

De mayor interés es la observación de que los niños que tienen presencia identificable de tejido adiposo marrón,  tienen también una mayor masa muscular (y ósea)[173], una correlación que se observa en la pubertad donde se produce también un aumento de la masa muscular. Un crecimiento sincrónico entre ambos tejidos paralelo  a los cambios en GH (Growth Hormone) , esteroides gonadales, insulina, IGF-1(Insulin Growth Factor -1).  También los glucocorticoides,  las hormonas tiroideas, la leptina y las catecolaminas intervienen activamente en la regulación del TAM. Habiéndose propuesto a una molécula la irisina como el nexo entre el tejido muscular y el tejido adiposo marrón. 

Fig. 32. Evolución del tejido adiposo marrón a lo largo de la vida



La transición desde la adolescencia a la vida adulta se acompaña de una disminución de la cantidad de tejido adiposo marrón, incluido el tejido adiposo marrón estimulado por el frio, considerándose que solo lo presentan un 5 % de las personas adultas frente a un 15-50 % de los menores de 18 años (aunque no se han hecho suficientes estudios en niños estimulados con frio se presume que alrededor del 100 % % de los niños tendrían tejido adiposo marrón tras el estimulo). En la mayoría de las personas ancianas el tejido adiposo marrón no se detecta lo que tal vez podría explicar la mayor intolerancia al frio de estas personas. También en las personas obesas, tanto púberes como adultas,   la detección del tejido adiposo marrón estimulado por el frio es menor, lo que vincula al TAM con la fisiopatología de  la obesidad (Fig. 32).
Finalmente el TAM a través de su efecto termogénico, se ha asociado con conocidos factores de riesgo, como la acumulación de grasa intratisular, la obesidad[174], la menor secreción de insulina, la glucoregulación o el metabolismo lipoproteico[175], [176]. (Ver Fig. 33 y Fig. 34) tomadas de los trabajos de Cypess y Chalfant).

Fig. 33. Tejido adiposo marrón en adultos humanos


Fig. 33. Asociación inversa entre  la activación del tejido  adiposo marrón y la acumulación grasa.





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[4] En este capítulo (ver más adelante) utilizamos para identificar las etapas desde el nacimiento a la juventud y vida adulta infancia a la adolescencia, los criterios de  Hochberg, et al.
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[11] Empleamos aquí la palaba metamorfosis como metáfora útil, pero no como referencia al sentido con el que Freud la usa en “Metaformosis de la Pubertad. Tres ensayos de teoríasexual (1905) en sus ensayos
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Huterites
Dakota del Sur
1950
45,9
23,4
1970
43.0
14.7
1990
35.2
12.1



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