Una muerte dulce
Me llaman de Canal sur Radio para preguntarme por las bebidas azucaradas. Ayer todos los medios
nacionales se hacían eco de un trabajo
aparecido en una prestigiosa revista científica mundial en la que se demostraba
que las personas con tomaban más de una bebida azucarada o energizarte al día
tenían más riesgo de ser obesas, diabéticas, hipertensas, tener cáncer 0, en
fin, de morirse antes. ¿Su opinión?, me pregunta el
periodista. Pues que no es nada nuevo y
que, además, era lo previsible. Las calorías procedentes de este tipo de bebidas
suponen en España hasta el 4 % de la
energía diaria de los niños. Una
barbaridad. Pero le añado: esta no es
más que el final de una larga marcha que comenzó convenciendo a las gentes de que
existía una cosa que se llama agua mineral frente a la otra, la del grifo a la
que se llama corriente, por no llamarla vegetal que sería el antónimo de
mineral. Un agua “mineral” cuya única diferencia con “la vegetal” es que tiene
coste superior al 150% (1 litro de agua del
grifo vale aproximadamente 0,0015 euros).
Una vez que te lo has creído convencernos
de que hay que comer con “bebidas
azucaradas” ha sido para el mercado un paseo militar. No hay más que ir a un super y ver en las
colas de las cajas registradoras como una parte del volumen de la compra lo
componen botellas rellenas de líquidos de diferentes colores. Y lo peor es que el daño está ya hecho para
las próximas generaciones, pues estos adultos ya fueron “impresos” en sus
gustos por la mercadotecnic a y ahora la transmiten a sus hijos, que hasta
desayunan con zumos en lugar de con leche.
¿Qué hacer, me pregunta el periodista ante mis desabridos
comentarios?. ¿Educar?. Pues sí, que
otro remedio, “aunque desgraciadamente programas como el suyo no solo no sirven
de nada sino que apoyan subconscientemente a las fuerzas invisibles del mercado”.
Deberíamos aprender del tabaco. De nada
sirvió que los paquetes llevasen adosados una
esquela mortuoria. No ha sido hasta que el Estado ha intervenido cuando se ha conseguido
algunos tímidos progresos. ¿Prohibir las
bebidas azucaradas? Me dice algo escandalizado el periodista. Depende. Prohibir
no es malo ni bueno, le digo. Pero si el Estado no defiende a los ciudadanos de
las inmensas fuerzas del mercado para que quiero yo al Estado. Y, por favor no
me remita a que los enseñen a beber en la escuela. Ya basta. Como si no
tuvieran los maestros otras cosas que hacer.
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