DIARIO
SUR. La Tribuna. Sábado, 29 diciembre 2018
FEDERICO SORIGUER. Médico y Miembro de la Academia Malagueña de
Ciencias
https://www.diariosur.es/opinion/solo-vive-hombre-20181226171034-nt.html
Alcántara, María Zambrano, Savater, Schumacher, Marañón, Félix Ovejero...
Amigos, compañeros de viaje y maestros que han ido alimentándonos de eso que
Lorca reclamaba más imprescindible que el pan
FEDERICO SORIGUER. Médico y Miembro de la Academia Malagueña de
Ciencias
Por mi especialidad médica, en estas páginas he pontificado desde hace mas
de cuarenta años sobre lo que los humanos debemos o no comer. Un tan noble como
frágil empeño, pues bastaba un comentario irónico de D. Manuel Alcántara sobre
sus 'vicios privados' para que todo el sesudo y científico tinglado se
desmoronara. Porque no solo de pan vive el hombre, que así, con esta referencia
bíblica, comenzaba Federico García Lorca en el año 1931 la conferencia con la
que inauguraba la biblioteca de Fuente Vaqueros, la primera de toda la
provincia de Granada. En ella Federico cuenta que cuando Fedor Dostoyevsky
estaba prisionero en Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado
por desoladas llanuras de nieve infinita, en las cartas de socorro a su familia
sólo decía: «¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no
muera!». «Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua: pedía
libros, es decir, horizontes, es decir, escaleras para subir la cumbre del
espíritu y del corazón». Y aquí, en esta tribuna, siguiendo a Lorca (¡menuda
compañía!) hablaré de ese otro alimento que tanto necesitaba Dostoyevsky y de
la huella imprescindible que algunos de sus cocineros y cocineras han ido
dejando en este estomago agradecido. De D. Manuel, por ejemplo, el milagro de
su provecta lucidez. De Hannah Arendt y María Zambrano, su renuncia al
resentimiento al que tenían todo el derecho. De Manuel Vicent, al que un día le
leí que mientras permanezca una panadería abierta bajo las bombas la
civilización universal estará a salvo. De Unamuno, en cuyo 'San Manuel bueno y
mártir' tantos nos reconocemos. De Schumacher –el economista, no el piloto–,
que lo pequeño es hermosos y que solo los necios creen que vale igual un dólar
de pan que un dólar de oro. De Savater, al que nunca agradeceremos bastante su
valor cívico, pero en mi caso particular, sobre todo, su afición hípica, esa
que le llevó a escribir una elegía a Shergar, un purasangre irlandés
secuestrado por ETA con la que me salvó de mi juvenil gregarismo progre. De
Félix de Azúa y su imprescindible 'Historia de un idiota contada por el mismo',
de Popper, del que aprendí que el relativismo puede ser empírico y no morir de
contradicción. De Vargas Llosa, liberal en las costumbres, conservador en lo
económico, ingenuo en lo político, contradictorio en lo social e ignorante en
lo relacionado con la alimentación. Como cualquier Nobel, en fin. De Jorge Wagensberg
y sus inacabables aforismos que lo llevaron a la tumba, su ultimo aforismo. De
Diéguez Lucena, su amistad y para qué sirve la filosofía. En su caso, por
ejemplo, de cómo se puede conciliar la ciencia con la filosofía y contarlo. De
Diego Gracia, su concepto de responsabilidad y su magisterio. De Adela Cortina,
su lúcida idea de los interlocutores válidos, una condición mínima para la
deliberación. De Lain Entralgo, su historia de la medicina y sus honestísimas
rectificaciones. De Ridruejo, su coherencia. De Félix Ovejero, su crítica del
arte y su resiliencia antinacionalista. De las tertulias en El Flor con los
amigos y de las pato-biografías de miles de pacientes, todo, pues las tertulias
y las historias clínicas, ponen a prueba la solidez de unas opiniones siempre
poco fiables. De Darwin, el cómo se puede sin prisas cambiar el mundo. De
Céline, una terrible lección: que ni la belleza ni la cultura impiden ni
justifican la maldad. De E. O. Wilson, que podemos aprender mucho de las
hormigas, pero que no somos hormigas por mucho que se empeñen los socio
biólogos. De Cervantes, que la mejor novela de un autor no tiene por qué ser
ejemplar. De Marañón, su humanismo, algo en lo que no está solo pues el
humanismo tiene una deuda contraída y no suficientemente reconocida con los
médicos humanistas españoles como Cajal, Novoa Santos, Marañón, Laín Entralgo,
Rof Carvallo, Castilla del Pino, Diego Gracia. A los científicos de Atapuerca
por haber puesto a la paleontología como postre obligado de cualquier mesa bien
servida. A mi padre, que leía diariamente con fruición de entomólogo el diario
'ABC' de Madrid. A José Antonio Marina, ensayista excesivo a quien debo la
definición de inteligencia como la capacidad de cada cual para negociar con sus
propios límites. A Roca Barea, con la que algunos españoles hemos crecido un
par de centímetros. A Cajal, por su ejemplo, su sabiduría y su honradez. A
Cioran, por la fuerza vital de un pesimismo suicida e ilustrado. A Caro Baroja,
que no necesitó ser catedrático para hacer lo que tenía que hacer. A mis
hermanos, cuya fraternidad refuerza lo mejor de la socio-biología a la que
antes sutilmente he criticado. A Wikipedia, Pubmed y el DRAE, que juntos son lo
más cercano a la biblioteca universal de Borges («la especie humana (…) está
por extinguirse, pero la biblioteca perdurará»: Borges dixit). A André Maurois
cuando nos recuerda que cultura es lo que nos queda después de olvidar todo lo
que aprendimos y a Savater de nuevo, cuando nos enseña –y no olvidamos–, que la
cultura sirve al menos para pasarlo bien gastando poco. Y hasta aquí hemos
llegado, pues ni queremos ni podríamos aunque quisiéramos ser exhaustivos, que
una tribuna admite solo 900 palabras, que son menos de las que uno necesita
para el agradecimiento de todos estos amigos, compañeros de viaje y maestros
que han ido alimentándonos de eso que Lorca reclamaba más imprescindible que el
pan. Y no hay emoción más jubilosa que el agradecimiento, ese sentimiento tan
cercano a la inteligencia y a la amistad. Esa emoción tan prescindible y por
eso tan humana, que una vez que se comienza a practicar a uno le gustaría, como
con el enamoramiento, que no acabara nunca. Feliz Navidad.
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