FEDERICO
SORIGUER. MÉDICO Y MIEMBRO DE LA ACADEMIA MALAGUEÑA DE CIENCIAS
DiARIO SUR 5 febrero 201710:25
El profesor Domínguez Martínez viene publicando unas
tribunas desde hace algún tiempo que nos ayudan a aprender algo de economía de
la que tan necesitado estamos. En la del día 15 de septiembre ('Población,
economía y medallas olímpicas') a partir de una publicación en 'The Economist',
reflexiona sobre los determinantes del éxito deportivo en las olimpiadas. Y de
todos ellos parece que es el PIB de un país el que mejor predice el número de
medallas conseguidas.
El profesor Martínez advierte que aunque
el coeficiente de correlación es de un tamaño razonable (+0,60) no es
suficiente como para explicarlo todo y que hay otras muchas variables que
contribuyen a ello, pero aun así «el PIB es el marcador individual que mejor
pronostica la actuación olímpica de un país, de manera que dos países con el
mismo PIB, pero con diferentes poblaciones y producción por habitante,
obtendrían un número similar de medallas».
La tribuna del profesor Domínguez me ha
estimulado a intentar responder a la pregunta de si hay alguna relación entre
el éxito olímpico medido por el medallero, el sedentarismo y la prevalencia de
obesidad de los países. La hipótesis más lógica es que hubiera una relación
inversa. Hoy cualquiera con un mínimo de habilidades y algo de tiempo puede
obtener información de datos mundiales, así que en un par de horas preparé un
ficherito en el que había cinco columnas con la siguiente información de todos
los países del mundo: PIB per cápita y por año, número de medallas de oro y
totales, prevalencia de obesidad, muertes atribuidas al sedentarismo y gasto en
educación por habitante. Tal como ya anunciaba en su tribuna el profesor
Domínguez, el PIB se correlacionó con el número de medallas, (r=+0,50), pero ni
las de oro ni el total de las medallas conseguidas por cada país se asociaron
con la prevalencia de obesidad ni con la mortalidad asociada a la tasa de
sedentarismo de los países. ¿Cuál es la conclusión que podemos sacar? Parece
lógico penar que aquellos países con mayores éxitos de sus élites deportivas
fuesen también los que tuvieren mejores resultados de salud relacionados con la
actividad física, representados aquí hoy por la mortalidad asociada al
sedentarismo y por la prevalencia de obesidad. Pues parece que no. Aunque la
inspiración sobre la relación entre el medallero olímpico y la obesidad nos
haya venido por la tribuna del profesor Domínguez Martínez esto de los
determinantes de la salud es una cuestión sobre la que llevamos muchos años
trabajando. El hombre tiene la necesidad de realizar una determinada cantidad
de ejercicio físico diario que desde siempre se satisfizo (en exceso) por el
trabajo en la caza, la trashumancia, o la agricultura. A lo largo de todo el
siglo XX y muy especialmente en su segunda mitad se ha producido un descenso
continuo de la intensidad de la actividad física laboral que tiene que ser
sustituida por la actividad física en el tiempo libre, generalmente en forma de
deporte. Pero la mayoría de los países en lugar de invertir en una verdadera
cultura del deporte y del ejercicio en el tiempo libre han optado por el
deporte de élite en donde las medallas en el mejor de los casos o el dinero en
los deportes profesionales como el fútbol, son la recompensa. Unos deportes que
siguen siendo nacionales por mucho que en las olimpiadas pretendan otra cosa y
que en la mayoría de los casos tienen muy poco de ejemplares, como es el caso
del fútbol y sus negocios, la altísima frecuencia de dopaje en los deportes de
competición individual o, sin ir más lejos, la desfachatez de esos paseos
triunfales de países gobernados por dictaduras sanguinarias que tienen su
minuto de gloria y de propaganda cada cuatro años, en la correspondiente
olimpiada. No, el deporte de élite no es ejemplar por mucho que se empeñen. Es
un gran negocio como el fútbol o, si acaso, un laboratorio de experimentación
de hasta dónde puede llegar el cuerpo humano y que como tal modelo debería
estar reducido a la investigación experimental en los departamentos de
fisiología. Pero para lo que no sirve el deporte de élite es para la educación
moral de los jóvenes (no hay nada menos educativo que el espectáculo de un
campo de fútbol) ni desde luego para la salud de los ciudadanos que no hacen
más ejercicio porque sus deportistas de élite ganen más medallas, a no ser que
llamen ejercicio a verlo por televisión. Es el caso, por ejemplo, de EEUU o de
UK dos de los países con más éxitos en las olimpiadas y que son también
aquellos en los que la población es más sedentaria y donde la prevalencia de obesidad
crece sin parar. ¿Habrá que aclarar que esta tribuna no es un alegato contra el
deporte? No, no lo es, pero sí lo es contra el concepto de 'deporte de élite'
especialmente del llamado profesional o comercial. Los deportes, todos los
deportes o son un juego o se convierten en otra cosa. La RAE define el juego
como aquella actividad que se realiza generalmente para divertirse o
entretenerse y en la que se ejercita alguna capacidad o destreza. No se refiere
la RAE solo a los niños pero el juego es algo que o nos devuelve a la niñez o
es otra cosa. Y esa otra cosa ya vemos en lo que se ha convertido. Lo que
quiero decir en fin es que la educación para la salud exige del juego en los
niños y del deporte como un juego en los adultos. Por eso cuando les hablen de
la ejemplaridad para la educación y la salud de los jóvenes, de las olimpiadas,
de la liga profesional, o de subir no se cuantos ochomiles, pónganlo en duda.
Será una duda muy saludable.
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