martes, 25 de octubre de 2016

LA SERVIDUMBRE DE LOS MÉDICOS


FEDERICO SORIGUER MÉDICO. MIEMBRO DE LA ACADEMIA MALAGUEÑA DE CIENCIAS
20 julio 201610:11
 http://www.diariosur.es/opinion/201607/20/servidumbre-medicos-20160720003908-v.html
Servir es una hermosa palabra. No es casualidad que las unidades básicas de organización de los médicos en los hospitales se llamaban desde siempre, 'Servicios'. Solo con su nombre quedaba claro cuál era la función principal de los médicos en el hospital o en cualquier otro centro sanitario. Servir, ser útil, ayudar. Pero las cosas comenzaron a cambiar en los años ochenta del pasado siglo y de estos cambios nos hemos ocupado con detalles en el libro 'Historia del Hospital Carlos Haya y sus pabellones'. Ahora los viejos Servicios se llaman Unidades de Gestión Clínica (UGC), indicando claramente cuáles son las prioridades. Las consecuencias de este nuevo modelo han sido muchas. Servir, ser útil, ayudar son obligaciones morales que se les supone pero que no se les exige ya a los médicos. Lo que se les demanda imperativamente es que cumplan los objetivos de la empresa. Y los encargados de hacer cumplir estos objetivos son los nuevos directores de las UGC, que ya no son los representantes de los pacientes y de los profesionales ante la gerencia sino los representantes de la gerencia ante los trabajadores. Una especie de capataces con pedigrí. El modelo asistencial se convierte así en un modelo productivo en el que lo importante es la cuenta de resultados.
Desde luego que no está nada mal que se intente que las cuentas salgan, pero el problema es la forma en la que los objetivos se intentan cumplir. En el nuevo modelo la lógica sanitaria ha sido sustituida por la lógica empresarial en donde las unidades de producción son numéricas y monetarias y en el que el gran asignador de recursos es un teórico mercado de la salud. Este nuevo modelo que hemos llamado en otros lugares «cuantofrénico», para tener éxito necesitó reinventar la historia de la medicina, cambiar el lenguaje médico y redefinir las relaciones de poder y de producción. Reinventar la historia o ignorarla que es lo que han hecho. Lo hemos visto con el Hospital Carlos Haya, lo vemos en muchos de los nuevos directores de UGC que ni siquiera conocen la propia historia de su disciplina y lo vimos con aquella OPE del 2002 en la que se obligó a los miles de jóvenes candidatos que aspiraban consolidar su puesto de trabajo, a estudiarse el catón del SAS, pues era más importante el memento empresarial y el anonimato curricular, que las materias médicas.
Los médicos andaluces pasaron por aquella humillación y están pasando por todas las demás. Los sindicatos, más atentos a otras afrentas ni se enteran y los bienintencionados Colegios profesionales hacen de la airada contemplación, virtud. Pasados los años las consecuencias están siendo desbastadoras para la identidad médica. En España los médicos suelen salir muy inmaduros de la Facultad de Medicina y era en el MIR donde se solía forjar su carácter. Con el nuevo modelo y desde hace ya años las nuevas promociones entran en unas UGC en la que aprenden las habilidades propias del oficio médico, pero no los valores de resistencia, desinterés y pasión intelectual que debe caracterizar al buen médico. Unos valores imprescindibles para hacer frente al conflicto entre los tres grandes principios éticos de beneficencia, justicia y autonomía, presentes siempre en el quehacer médico y siempre en conflicto. Unos principios ahora, por fin, gestionados en régimen de monopolio por la empresa sanitaria y sus administradores. ¿Exagero? Eso me dijo un antiguo colega cuando le explicaba esta tesis. ¿Exagero?, le pregunté a un buen amigo, director de una UGC y también de los pocos jefes de Servicio que aún quedan en el Hospital. No, me dijo, te has quedado corto aunque seas injusto con algunos de los pocos que aún resistimos. Lleva razón mi colega y pido disculpas a quienes se sientan aludidos por estos comentarios.
Pero la dedicación es ya la excepción y no solo porque muchos jóvenes adjuntos tienen que compatibilizar la actividad pública con la privada sino porque muchos de estos jóvenes ya no tienen el Hospital ni en su corazón ni en su cerebro. Pero también, porque muchos de los líderes profesionales y directores de las UGC con dedicación exclusiva coquetean con las multinacionales farmacéuticas consiguiendo sobresueldos considerables en las horas laborales con asesoramientos y otras actividades de difícil justificación y con la complacencia de los gerentes que compensan con la vista gorda y con un plus de productividad las fidelidades confesables.
Sí, es posible que exagere y desde luego me gustaría estar equivocado y que solo fuera una visión mezquina de un viejo cascarrabias que ha perdido el tren de la historia. Pilar Bonet en un artículo reciente contaba esta leyenda: En los años treinta del pasado siglo, al construirse el hotel Moscú en el centro de la capital, presentaron a Stalin dos modelos distintos de fachada y el dictador de la URSS extendió su firma en las dos para desconcierto de los responsables del edificio, que, temerosos de las iras del líder, no se atrevieron a preguntarle cuál de las dos fachadas quería, así que construyeron media según uno de los bocetos y media según el otro. Me he acordado de esta historia rusa ahora que hablo del modelo de gestión que se ha instalado en nuestros hospitales y centros sanitarios.
Un modelo que necesita de la servidumbre, esa hermana mezquina de la idea de Servicio, como instrumento de gestión de los recursos humanos. No, no era este el modelo de sistema sanitario público que imaginamos cuando el futuro estaba abierto. Pero ya estamos en el futuro y tal vez no haya sido posible otro modelo, aunque mi amiga y colega la doctora María Soledad Ruiz de Adana que acaba de volver del Karolinska Hospital de Estocolmo, con su innato optimismo dice que sí, que es posible y que solo hay que ir allí y verlo. Espero que la Drª M.S Ruiz de Adana lleve razón pero en España para llegar hasta el Karolinska las nuevas generaciones de médicos les queda una larga y ardua tarea por hacer.


¿QUÉ TIENE GRANADA QUE NO TIENE MÁLAGA?


FEDERICO SORIGUER Y PACO GARCÍA
25 octubre 201609:10
http://www.diariosur.es/opinion/201610/25/tiene-granada-tiene-malaga-20161025002839-v.html

SUR recogía en la portada del día 17 de octubre la noticia de una manifestación en Granada de 40.000 personas, la más multitudinaria desde la de la masacre del 11-M del 2004. Pero esa vez la cabecera de la pancarta rezaba así: «Por una sanidad pública digna para Granada. Queremos recuperar nuestros dos hospitales completos». Lo que en Granada estaban haciendo el día anterior era denunciar el modelo de fusión de hospitales que fue impuesto por la Consejería de Salud de la Junta de Andalucía.
La fusión de los hospitales dentro de cada provincia se hizo en 2013 con nocturnidad y alevosía. En Málaga los trabajadores de Carlos Haya y del Clínico se acostaron un viernes y se levantaron un lunes como pertenecientes a un nuevo ente laboral indefinible, ahora bajo una sola gerencia y con todos sus servicios o Unidades de Gestión Clínica (UGC) conminados a fusionarse. Algunos ya advertimos de la inconveniencia de tal medida. Había razones de prudencia. En el reciente libro sobre la 'Historia del Hospital Carlos Haya y sus Pabellones', dedicamos un capítulo a analizar este asunto de las fusiones hospitalarias y en varias tribunas en este periódico hemos hablado de lo que a estas alturas no puede ser considerado sino como un fracaso.
La medida se impuso sin consultas previas ni explicación alguna, se desconocían los motivos, salvo la promesa de un ahorro que nadie entendió bien y, sobre todo, se ignoraba la historia de cada hospital y de cada Servicio. De nuevo el adanismo les traicionaba. Pero había también razones técnicas para la prudencia. En un estudio publicado en mayo de 2012 (antes de que en Andalucía fuese puesta en marcha la medida) por unos investigadores de la universidad de Bristol, se analizó el impacto de la política de fusión hospitalaria entre 1997-2006 en el Reino Unido durante el gobierno del laborista de Tony Blair. En este periodo, de 223 hospitales se fusionaron 112. Los resultados del estudio son bastante clarificadores. De entrada, el motivo inicial para realizar las fusiones fue la presión financiera y el deseo de ahorrar de la administración. De hecho, por un lado, a efectos de plantilla, se redujo de forma significativa la proporción de contratos no temporales, aumentando la proporción de contratos temporales hasta un 33% en los hospitales fusionados. Por otro, cualquier superávit de los hospitales desapareció tras la fusión. Es más, pasaron a ser hospitales deficitarios y acumularon un déficit, algunos de ellos de hasta 3 millones de libras en 4 años (3.5 millones de euros) tras la fusión hospitalaria. Por tanto, la fusión salió bastante cara de llevar a cabo y produjo un claro deterioro financiero de los hospitales fusionados, tanto a corto como a largo plazo. En términos de calidad de la asistencia, en ningún caso las fusiones supusieron una mejora de las demoras en la atención a los pacientes ni en las estancias medias de hospitalización. Es más, los datos sugieren que aumentó tanto el tiempo de demora como el número de pacientes en lista de espera para una intervención quirúrgica por encima de 180 días. Asimismo, tras la fusión hospitalaria se produjo una peor calidad en la asistencia a los pacientes con ictus según un estándar usado habitualmente para medirla, hubo un aumento en la tasa de mortalidad tras el alta a domicilio y también un claro aumento de los reingresos en los 28 días posteriores al alta. En resumen la fusión de los hospitales no trajo beneficio alguno en Gran Bretaña. En una tribuna publicada en SUR (14-10-2014), nos preguntábamos poco después de que la medida fuese impuesta en Andalucía: ¿Hay algún motivo especial para pensar que en Andalucía vaya a ocurrir algo distinto? No, no había ningún motivo. El tiempo, que como dice el refrán pone a todas las cosas en su sitio, las ha puesto también en este.
El resumen del trabajo de los investigadores de Bristol es también el resumen de lo que ha ocurrido en Andalucía, ahora ya cuatro años después de la medida. La fusión de los hospitales en Andalucía ha sido un fracaso ya reconocido por la mayoría de los grupos políticos del Parlamento Andaluz (no solo los de la derecha), e incluso por el propio consejero de Salud actual, quién ha paralizado las fusiones, aunque no se haya atrevido a explicar en público los motivos, ni tampoco a ser consecuente y volver al punto de partida.
También lo dijimos hace tiempo en otra tribuna ('Salvemos Carlos Haya', SUR, 16-3-2015). Cuanto más tiempo pase será peor y hoy, ya, tienen a 40.000 personas en las calles protestando contra la situación hospitalaria de Granada. Ni queriendo lo podrían haber hecho tan mal. ¿Y mientras tanto en Málaga qué se dice? Pues salvo los artículos de algunos periodistas como Ángel Escalera analizando la situación sanitaria y los esporádicos de algunos líderes sindicales, poco más se manifiesta. No quisiéramos ser injustos con algunos, pero el protagonismo de los trabajadores de los grandes hospitales de Málaga brilla por su ausencia. La desmovilización es total. El cómplice silencio de los nuevos líderes profesionales, representados por los directores de las UGC, es muy elocuente. Aun así las fusiones de las UGC están paralizadas y algunos directores o jefes de servicio se han negado a fusionarse y otros han renunciado a seguir siendo directores de las nuevas UGC. La interminable crisis iniciada en 2008 cogió desprevenido a los gobiernos de la época.
La puesta en marcha de la fusión de los hospitales andaluces solo se explica como una medida autoritaria a la desesperada en un intento de ahorro (que no han conseguido) y un mayor control de los trabajadores, que sí que parece haber logrado, al menos en Málaga. Pero Granada debería ser un aviso para navegantes. Allí protestan juntos profesionales sanitarios y usuarios. En Málaga, de momento, languidecemos. Un buen político debería saber leer la inquietud de los ciudadanos, interpretar la realidad y obrar en consecuencia.


jueves, 20 de octubre de 2016

GORDOS Y FLACOS. LA OBESIDAD UN SIGLO DESPUES DE MARAÑÓN. Conferencia de Ingreso en la Academia Malagueña de Ciencias

http://www.elmundo.es/andalucia/2016/11/22/5834a9eaca4741091b8b45e3.html

  Federico Soriguer es médico. Miembro de la Academia Malagueña de Ciencias.

EL MUNDO 22/11/2016 21:26
El pasado día 3 de agosto tuvo lugar en la puerta del Colegio de Médicos de Málaga un acontecimiento singular. Un numeroso grupo de médicos se reúnen para leer un manifiesto. ¿En dónde está la singularidad?, se preguntará el lector. Pues en que estos médicos eran todos jubilados, habían ocupado puestos de responsabilidad en el Sistema Sanitario Público Andaluz (SSPA) y unían sus voces para denunciar su deterioro, para exigir soluciones y, también, para dar voz a aquellos médicos jóvenes en activo, silenciados por un sistema gestor que está adoptando tintes autoritarios impropios de un modelo empresarial publico en un país democrático.
En España la jubilación es un acontecimiento que no está aun bien interiorizado en la sociedad. No debería sorprendernos, pues la jubilación como un derecho universal es el resultado de una conquista social de la democracia. Y no es que no hubiera antecedentes. El INP se creó en el año 1908, el Retiro Obrero en 1919, en 1931 con la República se ampliaron los derechos, en plena dictadura franquista se promulgo el primer fuero del trabajo y en 1963 la Ley de Bases de la Seguridad Social. Pero no es hasta los Pactos de la Moncloa en 1977 y posteriormente en 1995 con los Pactos de Toledo, cuando con el apoyo de todas las fuerzas políticas y sociales, se producen importantes cambios y el establecimiento de una hoja de ruta para asegurar la estabilidad financiera y las prestaciones futuras de la Seguridad Social. Es decir, en España hemos tenido que llegar casi al siglo XXI para que el sistema de pensiones y, por tanto, la garantía de una jubilación digna, se consolide.
Mirado desde una perspectiva antropológica la jubilación es el último rito de paso inventado por los humanos. Los ritos de paso son un concepto que designa un conjunto específico de actividades que simbolizan y marcan la transición de un estado a otro en la vida de una persona. El bautismo, el matrimonio, el funeral, son ritos de paso bien conocidos y aceptados para los que hay una liturgia que aunque cada cual la practica a su manera a nadie extraña y la mayoría comparte. Pero no los hay para la jubilación, pues hasta hace no demasiado la mayoría de las personas nunca se jubilaban,
Pero en España la jubilación se ha convertido en un derecho obligatorio, lo que es un oxímoron: los derechos por definición se ejercen voluntariamente, pero no se imponen pues entonces dejan de ser un derecho para convertirse en una obligación.
Todos los que estábamos allí éramos médicos que hemos trabajado en el SSPA y jubilado obligatoriamente, pero estábamos allí precisamente porque nadie nos ha podido jubilar de ser médicos ni de mantener el compromiso por defender un sistema sanitario público que es propiedad de todos. Tampoco de ejercer la solidaridad con aquellos médicos que en los momentos actuales tienen que emigrar, no voluntariamente para mejorar su formación, sino para ganarse la vida con un trabajo que aquí se les niega o que es de tan baja calidad que no están dispuestos a aceptar.
Porque lo sorprendente de aquella convocatoria es que allí había gente muy heterogénea. Progresistas y conservadores, creyentes y ateos o agnósticos, quienes habían trabajado con dedicación exclusiva y quienes lo habían alternado con la medicina privada, incluso viejos "enemigos" que competían abiertamente entre sí mientras estuvieron activos. Pero hoy estaban todos enmarcados en el interior de un cuadro apoyando un manifiesto en defensa de un patrimonio común como es el SSPA y la dignidad de la medicina. Con su presencia allí, además, mostraban a quienes quisieran verlo, que hay cosas de las que uno no se jubila nunca, como es la condición de médico, aunque algunos de los presentes ya no ejerzan, ni, desde luego, de la condición de ciudadanos comprometidos. Una idea del compromiso con la sociedad de la que, por alguna extraña razón, a los jubilados en España se les supone liberados.
Porque lo que esta foto representa, sobre todo, es que muchas de las diferencias que los enfrentaron en sus vidas profesionales se han atemperando con el paso de los años y con la jubilación. Y esto ocurre, desde luego, porque ahora los intereses en juego son menores y porque la mayoría ya no ejercen puestos de representación ni de poder, que muchos tuvieron hasta "ayer mismo". Pero es también, al menos eso creemos, porque con la edad se ha ganado distanciamiento y sobre todo conciencia de los límites, lo que es la forma mínima de ejercer la sabiduría. La media de edad de los que allí estábamos rondaba los setenta años y a la mayoría aun les queda una larga y activa vida. Lo que la foto está demostrando es que entre personas muy heterogéneas se puede llegar a un consenso de mínimos, y que si no se produjo antes entre las mismas personas, no sería tanto por ellas mismas, sino por las circunstancias que lo impidieron. El experimento nos obligaría a todos a pensar cuales son estas circunstancias tóxicas que impiden que en nuestro país una y otra vez fracasemos en llegar a consensos que contribuyan al bienestar general, como se comprobó primero con la dificultad para formar gobierno y ahora para sacar adelante los presupuestos generales del Estado.
Ha sido, precisamente esta capacidad de llegar a un consenso de mínimos, lo que convierte a este grupo de esta foto que aquí contamos y al manifiesto mismo, en un acontecimiento singular.
Los jubilados (médicos o no) no se pueden resignar al papel que la sociedad a cambio de una pensión, les ha relegado. Con su presencia quieren hacer llegar a quienes quieran oírlo que jubilación no es sinónimo de indiferencia. Que la ausencia de poder real no excluye de seguir teniendo autoridad, que es la fuente de todo poder legítimo. Una autoridad que hoy se convierte en acción a través del compromiso público en la defensa del SSPA y en el apoyo de sus colegas más jóvenes.
Un testimonio, en fin, que convirtió el acontecimiento, también, en un acto reivindicativo de la dignidad de la medicina y de su futuro.